Domingo,1:05 am
Destrozada
Mi respiración es pausada, calmada y tranquila. Las lágrimas derramadas se habían secado y el dolor había dejado de importar hace mucho. No importaba que sucediera de ahora en adelante, nada podría acabar con el vacío que sentía en mi pecho en estos momentos. Mi cuerpo desnudo y ultrajado tiembla ante el frío de la madera debajo de mi. Mis manos siguen atadas detrás de mi espalda y apenas soy capaz de sentirlas.
Mi vista se pierde entre los pequeños objetos insignificantes que se encuentran a mi alrededor. Cada parte de mi cuerpo duele, hasta mi cuero cabelludo pero sobretodo mi entrepierna. Ni siquiera podía explicar como me sentía, aparte de sucia, ultrajada y maltratada. ¿Así se sentían mis antiguas compañeras cuando habían abusado de ellas? ¿Así de miserables y rotas? El sonido de la puerta llega hasta mis oídos pero ni siquiera me inmutó ante la presencia de alguien más en la habitación o mi desnudes.
Simplemente me siento como un trapo que ha sido utilizado y que ya no contiene ningún valor.
—Señorita—la voz de Shugar llega hasta mis oídos. Su tono es bajo y no parece tan neutro y carente de emoción como ya estaba acostumbrada.
Cierro mis ojos con fuerza, sintiendo como estos se cristalizan una vez más. Escuchó sus pasos al acercarse pero ni siquiera lo miro o hago un intento por cubrir mi desnudes porque simplemente no tengo las fuerzas para hacerlo.
—Señorita —se coloca enfrente de mi, observando la obra que había hecho su jefe con mi cuerpo—Permitame ayudarla.
Sus manos intentan tocar mi cuerpo pero detengo sus movimientos con mis palabras.
—Ni se te ocurra tocarme —espeto con la voz quebrada, llena de desprecio y rabia contenida. Mirándolo con odio —dejaste que me hiciera daño. Dejaste que terminara de destruirme. Así que no pretendas remediar algo que pudiste haber impedido, sólo márchate y déjame sola. Te creía diferente a el, pero eres igual, despiadado y sin corazón.
Sus pasos retroceden ante mis palabras, dejándome notar un brillo diferente en sus ojos fríos.
—Señorita. . .
—Márchate—mascullo, sintiendo un nudo incómodo en mi garganta.
Apartando la mirada. No notó ningún movimiento por su parte por algunos segundos pero finalmente escuchó la puerta ser cerrada al el salir de la habitación. Un sollozó brota de mis labios al aún sentir sus manos recorrer mi cuerpo o al persistir su olor o incluso sentir sus dientes marcar mi piel
. —Por Dios —una voz femenina llega hasta mis oídos.
Mis ojos se abren abruptamente y se posan sobre las facciones atemorizadas de la señorita Daya. Sus manos cubren su boca he incluso puedo notar como sus ojos derraman un par de lágrimas mientras me contempla desde el marco de la puerta.
Sus pasos son apresurados, se arrodilla detrás de mi y desata las cuerdas que mantienen mis muñecas retenidas.
—Esta sangrando—susurra con preocupación, mirando la sangre que se encuentra entre mis muslos. Le regalo una pequeña y sobretodo, forzada sonrisa.
—Ya no importa—murmuro, intentando incorporarme. Sus manos se posan sobre mi espalda, intentado ayudarme pero rápidamente me apartó, asustada ante su contacto. Causando que sus ojos me miren con preocupación y tristeza.
—Lo siento—susurro, tragando saliva ruidosamente —Pero puedo hacerlo sola.
Con mucho esfuerzo y conteniendo los gritos de dolor que quieren escapar de mis labios, logró incorporarme. Logrando dar un par de pasos hasta llegar a una de las esquinas de la cama de la habitación. La señorita Daya se mueve con rapidez y coloca una de las sabanas sobre mi cuerpo.
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Raptada por el enemigo.
Fiksi RemajaLleve una mano temblorosa a mi costado, sintiendo como de este comenzaba a salir un liquido y como un dolor insoportable recorría cada parte de mi cuerpo. El me había disparado.