Sábado, 4:17 pm
Inocencia Rota
Bajos sollozos escapan de mis labios mientras que las lágrimas siguen descendiendo por mis mejillas de manera incontrolable. No sabía donde me encontraba sólo sabía que sentía una enorme opresión en el pecho por la angustia y preocupación del estado de mi padre. ¿Cómo estaría? Era la pregunta que surgía en mi cabeza a cada momento. Mis manos se encontraban atadas detrás de mi espalda y mi cabeza se encontraba cubierta por una capucha que apenas me dejaba respirar. Y sólo podía sentir el odio incrementar en mi interior. Lo odiaba, lo odiaba con toda mis fuerzas y cada parte de mi cuerpo.
Mi cuerpo se pone en alerta al escuchar pasos acercarse. No sabía cuanto tiempo llevaba en este lugar pero sabía que me habían sacado de la mansión antes de que todo se volviera un completo desastre.
Mi respiración se altera al escuchar el sonido de la puerta ser abierta. Mi cuerpo tiembla al reconocer el aroma masculino del hombre al cual más temía y odiaba. El estaba aquí. A pesar de todo, aún contaba con la esperanza de que no pudiera salir vivo de aquella emboscada. Pero como era de esperarse, no tenía tanta suerte.
Mis nervios aumentan al no notar algún movimiento por su parte. Las lágrimas se habían detenido y sólo era consciente de los latidos desbocados de mi corazón junto con mi respiración alterada. Algo no andaba bien. Tenía ese presentimiento nuevamente y sólo tal idea causaba que todo mi cuerpo se alterara.
Me sobresalto al sentir el calor corporal de su cuerpo cerca de mi. Estaba enfrente mía y su silencio de alguna manera me estaba matando. Retrocedo con desespero por el suelo, arrastrándome con ayuda de mis piernas. Teniendo el instinto de apartarme de el lo más pronto posible. Un grito de espanto escapa de mis labios al sentir sus dedos enterarse en mis piernas y tirar de ellas con fuerza hasta colocarse entre medio de ellas. Mis ojos se entre cierran al momento que aparta la capucha y la luz da director contra mi cara. Mi mirada se posa sobre la suya, notando su aspecto desalineado.
Su cabello esta desordenado, gotas de sudor cubren su frente y sus ojos parecen estar más fríos de lo normal. Mis ojos se posan sobre las vendas que cubren su hombro herido, notando que se encuentra sin camiseta con el pecho completamente descubierto. Me remuevo incómoda debajo de su cuerpo, sintiéndome desnuda ante su mirada espeluznante y carente de emoción o expresión alguna.
¿Qué le sucede? ¿Porqué se comportaba de esa manera? Trago saliva ruidosamente, sintiendo que me falta el aire ante esta atmósfera tan agobiante y tensa.
—¿De verdad creíste que podías escapar así nada más o que podrías intentar matarme y no pagar las consecuencias?—pregunta en un tono que me hiela la sangre—No tienes una idea de los pensamientos que pasan por mi cabeza en estos momentos. Tengo tantas ganas de dañarte, de hacerte pagar por lo ocurrido hoy. He recibido un maldito balazo por tu culpa, la mayoría de mis hombres están muertos y la policía me anda buscando por ti. Todo es tu maldita culpa.
Sus manos se colocan a cada lado de mi cabeza, cediendo su peso sobre mi cuerpo, dejando su rostro a escasos centímetros del mio.
La rabia surge en mi cuerpo de una manera inexplicable.
—¡¿Mi culpa?! ¡Tú eres el enfermo que no me deja ir! ¡Tú haz acabado con mis sueños! ¡Tú mataste a mi madre y tal vez a mi padre! ¡Tú destrozaste mi cuerpo! ¡Tú eres el que me a desgarrado el alma! ¡Me lo haz quitado todo! ¡¿Y aún así tienes el atrevimiento de culparme?!—escupo en su cara mirando con furia sus ojos grisáceos —¡¿Qué más quieres de mi?! ¡¿Que?!
—¡Todo!—ruge, causando que la rabia desaparezca por completo de mi sistema y que me encoja en mi lugar ante su sorpresivo cambio de actitud—De ti quiero todo. Lo quiero todo hasta dejarte sin nada. Quiero hacerte sufrir, quiero destruirte. Porque me he obsesionado contigo de una manera inexplicable. Porque cada gesto que haces, cada palabra que dices me hacen desearte con más intensidad cada día y eso me hace enfurecer. Porque dañarte me satisface y desearte me condena. Pero todo esto tiene solución. Voy a acabar con lo último que te queda Keyla, voy a destrozarlo.
El aire se escapa de mis labios y el temor me consume al escuchar sus palabras. El estaba loco. De una manera irracional.
—Estas enfermo—susurro con horror.
Una risa siniestra y carente de humor retumba en su pecho. Dejándome notar la oscuridad que en sus ojos habita.
—Tal vez tienes razón.
Mi cuerpo se retuerce con violencia debajo de su cuerpo, las lágrimas comienzan a descender por mis mejillas nuevamente mientras intento escaparme de su cercanía. Su rostro se entierra en mi cuello, comenzando a olerlo y darle pequeños mordiscos. Sus manos descienden por encima de mi ropa, repasando cada parte hasta toparse con el borde de esta, colocando sus manos por debajo, tocando la piel de mi vientre.
Me remuevo con más inquietud notando todos mis sentidos en alerta.
—¿Qué estas haciendo?—susurro con notable miedo en mi tono de voz.
—Voy a tomarte Keylaa, voy a saciar este deseo tan irracional que siento por ti y que me hace perder la cabeza—responde en un tono ronco, dándole un fuerte mordisco a la piel sensible de mi cuello, causando que un sonido de dolor se escape de mis labios.
El terror se dispara en mi interior al escuchar sus palabras. No, esto no me puede estar pasando, no otra vez. Los recuerdos de los anteriores intentos de violación se hacen presente en mi mente. Desatando el descontrol de mis nervios.
—No, por favor, para—comienzo a murmurar con terror—No tienes que hacer esto, golpeame, haz conmigo cualquier cosa menos esta. Su rostro se aparta de mi cuello para posarlo a escasos centímetros del mio. Me mira por unos segundos que me parecen interminables.
—Nada va a detenerme—murmura, llevando sus manos a mis piernas cubiertas, ascendiendo por ellas hasta posarse sobre el botón de mis pantalones.
—No—lucho por deshacerme de las cuerdas que mantienen mis manos atadas detrás de mi espalda—¡Ayuda! —grito con todas mis fuerzas.
Un grito de dolor sale de mi boca al sentir su puño impactar con mi mejilla derecha. Un sollozó brota de mis labios al sentir su dedos tirar de mi cabello.
—¡Cállate!—gruñe, logrando asustarme con la gélida de su mirada—¿Crees que vendrán a ayudarte? pequeña ingenua.
Sus manos se deshacen de mi ropa con facilidad junto con mi ropa interior y la suya.
El asco me invade al ver como sus ojos recorren mi cuerpo con las llamas de la lujuria y el deseo. Las lágrimas se derraman por mis mejillas sin control, me siento débil y demasiado expuesta ante los ojos flamantes de ese hombre miserable.
Me retuerzo con desesperación sin dejar de sollozar cuando sus manos comienzan a trazar un camino por la parte interna de mis piernas.
—Tan hermosa—susurra hipnotizado—Tan delicada, suave y mía.
—Stephen—susurro con esperanza de que me escuche y se detenga—No hagas esto por favor, detente.
Mis palabras son completamente ignoradas. Intento cerrar mis piernas con todas los fuerzas que tengo pero el es más fuerte que yo y consigue separarlas y acomodarse en medio de ellas, rozando su intimidad con la mía, soltando un gruñido ante el roce.
—¡Basta! ¡Stephen basta! ¡Para!—grito al borde de la histeria y la desesperación. Sus labios se estampan sobre los míos, acallando mis gritos de temor. Besándome sin importarle si me negaba a responderle.
Besándome de una manera muy poco cariñosa, mordiendo con fuerza mis labios hasta tal punto de hacerlos sangrar. Mis lágrimas mojan sus mejillas pero parece no importarle. Y finalmente sucede. Me penetra, sin piedad o remordimiento, de manera brusca, profunda y violenta. Acabando con lo poco que de mi corazón quedaba, terminando de destrozar mi alma por completo, destruyendo lo único inocente, puro he intacto que me quedaba.
El había acabado conmigo de una manera irreversible.
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Raptada por el enemigo.
Fiksi RemajaLleve una mano temblorosa a mi costado, sintiendo como de este comenzaba a salir un liquido y como un dolor insoportable recorría cada parte de mi cuerpo. El me había disparado.