Capítulo 4 -Intruso-

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¡Hola bella personita!

¡¡Hoy hay doble actualización!!

No te olvides de leer el capítulo tres antes que éste y tampoco te olvides de dejarle un votito de amor si es que te gustó.

Ahora sí, a leer!!

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Abrí los ojos lentamente, sintiéndolos algo pesados

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Abrí los ojos lentamente, sintiéndolos algo pesados.

Me quedé dormida.

Viajé con la mirada hacia el reloj que se encontraba en la mesita junto a mí.

-00:00 am-

Mi estómago se sintió engañado por no haberlo alimentado, así que probablemente me levantaría pronto para ir a buscar algo que comer.

La luz de la luna iluminaba tenuemente mi cuarto, solo escapaban algunos rayitos de su luz a través de las nubes que aún auguraban lluvia. Me decidí a dar una mirada por la ventana.

Ver la luna por las noches siempre había sido mi actividad favorita; de pequeña sentía que ella me acompañaba cuando el dormir sola, se sentía como la más cruel de las pesadillas. Con el tiempo superé el miedo, pero el cariño que le tomé a la luna jamás se desvaneció.

Cuando por fin mis ojos cayeron sobre la ventana que quedaba a unos pocos pasos de mi cama, mi corazón se detuvo. De hecho, si no hubiese sido porque aún me encontraba completamente somnolienta, hubiese gritado ante el espanto.

Había alguien sentado en el marco de mi ventana.

Era un muchacho, no parecía tener más de veintitrés. Sus piernas estaban flexionadas y sotenidas por dos grandes brazos que se notaban tensos, haciendo relucir los músculos que los adornaban. Su postura era levemente encorvada. Estaba sentado con el cuerpo apuntando hacía mí, pero su rostro estaba perdido mirando hacia la ventana. Sólo podía apreciar su perfil. Parecía estar mirando lo poco que se filtraba de la luna a través de las nubes. Al parecer no era la única que disfrutaba verla.

Su cabello, oscuro como la más bella de las noches, se encontraba desordenado. Algunos mechones por demás rebeldes tocaban su frente. La poca luz que entraba, acariciaba sus facciones, de las cuales sólo podía observar su delicada y recta nariz y la suave silueta que dibujaban sus enrojecidos labios.

Me asombré al ver lo amplios que eran sus hombros. Era realmente grande. Definitivamente, si se ponía de pie, mi altura no llegaría a pasar su pecho. Tenía una camiseta blanca que se ajustaba en cada parte de su cuerpo que parecía haber sido trabajado a la perfección.

¿Por qué está aquí? ¿Quién es?

Mi cabeza estaba entrando en crisis.

¿Por qué no me está lastimando o robando la tele de mi sala?

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora