Capítulo 6 -Artsen-

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Mierda, mierda, mierda

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Mierda, mierda, mierda. Está viniendo hacia tí. ¡CORRE NIRELLE, CORRE!

Mis piernas parecen estar clavadas al suelo, el cuerpo no me responde en lo absoluto. Una sensación desagradable atormenta mi estómago. Apenas sí puedo pensar con claridad.

La adrenalina comienza a invardirme por completo; aquella figura está cada vez más cerca.

Casi por acción de la gravedad, mi cuerpo empieza a hecharse hacia atrás. Ahora que tengo el impulso, soy capaz de mover las piernas; tengo que huir.

Sin pensarlo dos veces me doy vuelta y comienzo a correr hacia la puerta trasera de la casa. La gente está tan inmersa en sus propios asuntos que no parecen percatarse de mis abruptos movimientos. Mis manos alcanzan el picaporte y lo rodean con desesperación, la puerta se abre y soy envuelta en una ráfaga de viento y agua, pero no me importa, sólo quiero dejar atrás la pesadilla que me atormenta.

Cierro la puerta detrás de mí y corro hacia el jardín trasero de la casa de Axel, aquel que da directamente hacia el inicio del bosque.

La lluvia no tarda en empaparme por completo.

Estoy esperando a que algo suceda, a que aquella figura aparezca, pero el tiempo pasa y no hay señales de ella en lo absoluto.

El pelo comienza a pegarse a los costados de mi cara. Mi vestido se siente cada vez más pesado y el frío se hace presente.

Estoy temblando, pero son las gotas de lluvia las que acaparan mi atención; son ellas quienes ahora me reconfortan mientras acarician mi piel. Por un momento me permito olvidar absolutamente todo. Cierro los ojos, porque ahora, sólo somos la lluvia y yo.

Cada gota que cae deja su pequeño rastro en mi piel y acaricia una preocupación convirtiéndola en calma. Es mi rostro ahora, el que se entrega por completo a ellas.

En este punto ya no quedan rastros de mi maquillaje, y para mi suerte, tampoco de la sombra que me perseguía.

-Tal vez pueda superar esto. Tal vez sólo estoy sufriendo una mala pasada de mi cabeza- Pienso, volviendo a abrir los ojos.

Lentamente me dirijo hacia un árbol y apoyo mi cuerpo en él. Las ráfagas molestas del temporal azotan mi cuerpo, pero no me molestan en lo absoluto.

Desde aquí puedo ver la casa de Axel. No estoy tan lejos, sólo lo suficiente como para sentirme a salvo de lo que creí ver dentro.

Apenas si hay luz en donde me encuentro, pero no me preocupa. Conozco este lugar perfectamente, la casa de Axel siempre ha sido un lugar recurrente en mi vida.

Solíamos pasar los veranos bajo las hojas de estos mismos árboles, que siempre nos protegían del calor sofocante. Hasta hemos pasado tardes de lluvia aquí mismo bailando debajo de ella, o incluso lanzándonos en el lodo cual niños.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora