Capítulo 16 -Segunda parte-

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—¡Mierda, mierda, mierda!— espeto alejándome de la bolsa y cayendo sobre mi propio trasero ante la brusquedad de mis movimientos.

Cientos de huesos humanos, tan viejos como bien conservados, llenan por completo la bolsa negra. Mis ojos se dirigen automáticamente a Axel, quien mantiene su mandíbula algo rígida.

—Ni se te ocurra preguntar cómo los conseguí— espeta el pelirrojo.

Evan suspira y se acerca hasta mí para levantarme con cuidado del suelo, y luego dirigirse hacia la bolsa.

—Estos son los huesos de Naim Bowfield— su mano se extiende, para tomar de allí, lo que parece una pequeña costilla—. Los necesitamos, pues nos disfrazaremos de la oscuridad que desprendía cuando aún estaba vivo.

—Qué lindo— suelto con completa ironía, provocando que Evan esboce una pequeña sonrisa.

—Sé que es desagradable, pero muchas cosas en la magia lo son— pronuncia partiendo a la costilla en dos, para colocar cada parte, en un mortero distinto.

Su mano se extiende hasta una pequeña caja de donde toma dos pequeños bultos de color rojo oscuro, los cuales se parecen al corazón de algún animal, de esos que analizamos en biología de la secundaria para aprender e identificar sus partes. Pero estos lucen completamente secos. Estoy por preguntarle de qué se trata, pero entonces, se da la vuelta y se dirige hasta mí.

—Lo siento— pronuncia en voz baja y algo apenado.

Observo confundida, cómo su mano se extiende hasta mi cabeza. No es hasta que se encuentra arrancando uno de mis cabellos, que descubro sus intenciones.

—¡Auch!— exclamo sosteniendo mi cabeza.

Evan me proporciona un último "lo siento" en mímicas antes de dirigirse hasta la mesa para colocar mi cabello en uno de los morteros. Su mano se eleva hasta su propia cabeza, y realiza la misma acción, arrancando uno de sus rubios cabellos y colocándolo en el mortero de al lado. Unas pocas cosas más, tan extrañas como asquerosas, son agregadas en los morteros en mismas cantidades antes de que tome un pilón para aplastar, triturar e integrar todo lo que hay en ellos.

Me doy vuelta para ver cómo Axel se encuentra dibujando unos últimos símbolos sobre las paredes, usando como guía una hoja repleta de ellos.

Finalmente, me decido a acercarme hasta la mesa en la que Evan se encuentra trabajando.

—¿Qué tal va eso?— pregunto.

—Ya casi está— contesta el rubio aplastando todo un poco más—. Sólo queda una última cosa para poder activarlo.

—¿Y qué es?

Evan saca, de una funda color verde musgo que lleva al costado de su pantalón, un pequeño y filoso cuchillo plateado. Me observa a los ojos por unos segundos, y luego, sin dudarlo, pasa la afilada hoja del cuchillo por la palma de su mano, cerrándola con fuerza y dejando caer la sangre que de ella escurre, en el mortero que lleva su cabello.

—Oh no... No, no, no— espeto abriendo los ojos—. Hago escándalo cada vez que me vacunan, ¿Realmente crees que podré cortarme la piel así sin más?

—No hay otra opción, Nire— contesta limpiando la hoja del cuchillo—. Te prometo que haré lo mejor posible para que no te duela.

Una sensación de desesperación se apodera de mí al instante, pero entonces, la imagen de Sol entre todas esas personas vuelve a mi mente, y el recuerdo de sus lágrimas lastima mi corazón.

—Yo lo haré— digo, tomando el cuchillo entre mis manos. Evan sólo asiente.

Con la respiración en ruinas, extendiendo mi mano y coloco el cuchillo en ella. Cierro los ojos, apretándolos con fuerza, resignada a sentir un punzante dolor. Presiono con fuerza el cuchillo contra mi palma y lo deslizo. Confundida ante la falta de dolor, abro los ojos. Mi sangre fluye directo hacia el mortero, pero apenas siento como si fuera un pequeño razguño.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora