Capítulo 8 -Dios es misericordioso-

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¡Llegamos a las 1000 vistas, les agradezco muchísimo!

A disfrutar de esta doble actualización, se la merecen bellas criaturas ♥️
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Caer al vacío. Aceptar la fragilidad de la vida. Darse cuenta de que todo lo que alguna vez creímos que era para siempre, puede terminarse en un efímero segundo.

El tiempo deja de funcionar como lo conoces, y sólo por un momento que parece eterno, puedes recordar por última vez todo aquello que alguna vez fuiste. 

Así me encuentro ahora; Cayendo.

El aire pega contra mi cuerpo con extrema brusquedad, puedo notar como mi cabello se sacude con fuerza por encima de mi vista, todo a mi alrededor se vuelve poco claro, borroso, apenas perceptible. Ciero los ojos en un intento de sentirme menos vulnerable.

Pequeños recuerdos se hacen presentes en mi memoria, estos pasan como si fuesen una mini película casera.

Poco a poco, me pierdo en breves fragmentos en los que soy capaz de ver y sentir todas las tardes con Sol en el parque, el dolor en el estómago con el que quedaba luego de los chistes de Axel, la fuerza de los cálidos abrazos de papá y los dulces besos en la frente de mamá. Algunos otros recuerdos intentan hacerse presentes, pero son confusos, borrosos, no logro comprenderlos ni darles sentido.

Toda la alegría que fui capaz de sentir en algún momento de mi vida me inunda por completo; estoy siendo feliz una última vez.

Mi mente y alma finalmente dan por hecho la idea de que el momento de impactar contra el suelo ha llegado, por lo que aquella tensión que atormenta mi cuerpo, desaparece para enfrentar la realidad final con la mayor de las calmas, pero repentinamente, luego de haber abandonado cualquier esperanza, todo mi cuerpo se ve bruscamente atrapado en la calidez de otro cuerpo.

Mis ojos se abren para intentar comprender la situación y es entonces cuando mi corazón comienza a latir nuevamente; Artsen me sostiene con fuerza contra su cuerpo. Dos inmensas alas brillantes se baten a sus espaldas.

Viajo con la mirada hacia un costado para notar que nos encontramos a muchísimos metros de altura. Desde aquí puedo ver las luces provenientes de las casas del pueblo como si fueran pequeñas luciérnagas jugando en la oscuridad.

Ese último descubrimiento provoca que instintivamente mis brazos se envuelvan a su alrededor, quedando con mi rostro oculto entre la suavidad de la piel de su cuello. Artsen deja escapar una pequeña risa ante mi reacción.

Unos pocos minutos pasan y poco a poco siento como sus brazos aflojan el agarre que nos mantiene unidos. El miedo a caer provoca que me asuste y me aferre con aún más fuerza a él.

—Está bien —murmura suavemente en mi oído—, ya estás a salvo.

Lentamente mis pies son capaces de palpar con felicidad lo que parece un frío césped. Mis brazos se desenvuelven de su al rededor pero los suyos aún se mantienen sobre mi cintura con la intención de mantenerme estable.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora