Capítulo 24 -Melissa-

161 28 100
                                    

—Despierta— la voz de Artsengel me lleva a abrir los ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Despierta— la voz de Artsengel me lleva a abrir los ojos.

Todo está borroso y mi cabeza duele demasiado. Una fuerte trompeta resuena desde el cielo haciéndome el estar despierta, aún más dificil debido al fuerte ruido. De pronto un olor desagradable invade mis fosas nasales. Hay olor a carne podrida, a muerte.

Muerte... 

De pronto, mi corazón se detiene; papá.

Me incorporo rápidamente, aún estando tan mareada. Artsen me ayuda a ponerme de pie mientras las cosas comienzan a volverse más claras. Sus ojos celestes encuentran los míos.

—Los ángeles ya saben de ti. Estarán aquí pronto— dice con cierta preocupación.

Quisiera preguntarle el porqué de la tompeta. Su sonido es ensordecedor y duradero, pero mis ojos ahora, se posan en mi padre, quien yace a unos metros en el suelo.

—¡Papá!— grito, mientras corro hacia él.

Su estómago sangra de manera desmedida, y de su boca, también cae un hilo de sangre.

—Lo siento tanto— pronuncia con dificultad.

—No— digo entre lágrimas—. Yo lo siento. Yo lo siento papá.

Abrazo la parte de él que no se encuentra dañada, pero aún así me lleno de su sangre. Estoy tan triste que no puedo siquiera reaccionar.

—Luz de Dios— dice jadeando—. Tu madre dejó que escogiera tu nombre. Yo siempre supe que eras hija de Rafael— completa, tosiendo y escupiendo algo de sangre—. Tu nombre significa luz de Dios.

Elevo mi cabeza para observar a sus llorosos ojos. Me observa con tanto cariño que mi corazón se desarma en incontables pedazos.

—Siempre serás mi padre— digo, ofreciéndole una sonrisa triste repleta de lágrimas, al tiempo que tomo una de sus manos.

—Se siempre la luz que llevas dentro— sus ojos empiezan a perderse entre sus párpados—. Te amo— completa en un último jadeo.

—¿Papá?— pregunto tomando su rostro, pero él no reacciona—. ¡¿Papá?!, ¡No!, ¡Por favor quédate conmigo!— exclamo con el corazón destrozado.

Una mano me sujeta e intenta levantarme.

—¡Suéltame!— grito a quien probablemente sea Artsen.

—Debemos irnos— insiste, tirando de mí.

—¡No!— grito con tristeza—. ¡Déjame aquí!, ¡Quiero quedarme con él!— mi voz se quiebra.

Aunque me resisto, Artsen finalmente me levanta del suelo y me envuelve entre sus brazos. Estoy llorando de manera desconsolada sobre su pecho. Siento cómo sus alas se extienden, y aunque es de día, todo se ilumina aún más. Aferro mis brazos alrededor de su cuello. Me pego aún más a él sin poder retener las lágrimas. Un profundo dolor llena mi alma. Nos elevamos en el aire y comenzamos a alejarnos de mi casa. La trompeta del cielo deja de sonar, y por un momento, todo parece en paz.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora