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Asher:

No tenía idea de que Samanta Smith fuera de aquellas mujeres que bebían hasta quedar inconscientes.

Claro que no lo sabía porque estoy segura que no lo es.

Entonces.. si analizo la situación, algo realmente debe haber sido responsable del estado en el que está.

Por otra parte, Eliza es una buena amiga, porque aunque me ha visto con ella, ha decidido acompañarme hasta llevarla a casa.

Aunque sin desmeritar el gesto, quizás también se deba a algo más.

Eliza me facilita el ingreso abriéndome la puerta de la casa de Samanta, cargo a Samanta con ambos brazos.

—Asher.. Mi gigoló.. ¿Vas a cargarme hasta la cama?

—Estas muy ebria, Lady.—Le recuerdo.—Solo cierra los ojos y déjame el resto.

Ella se ríe y me rodea el cuello con los brazos, su cabeza rubia va hacia mi pecho y una emoción fuerte hace acelerar mi corazón.

—Tienes un cuerpo duro y a la vez suave.

—Explicame eso, Sammy.

Se vuelve a reir, una risa de cerdito se le escapa y me logro sacar una sonrisa, llevo el cuerpo de Samanta al colchón y ella se acomoda.

Me vuelvo hacia Eliza.

—Gracias por avisar.

—Samanta era quien no dejaba de llamarte.

Eso me hace sentir mucho mejor.

—Además de su gigoló, puedo ver que se han hecho muy buenos amigos.

—Somos amigos.

—¿Ella te importa?

—Lo hace.

Ella sonríe tranquila.

—Yo..debo.—Señala hacia la puerta.—Tengo que volver antes que se haga tarde.

Bajo la mirada sobre el circulo morado en sus brazos y también la marca en sus muñeca.

—No quiero hacerme tarde, si puedes quedarte con ella.

—No me iré a ningún lado y estará bien, puedes confiar en mí.

—Lo haré, pero si le haces daño.

Sonrio.—Entendido.

Asiente con una sonrisa y antes que se marche, yo la detengo con mi voz.

—Si te golpea...

Eliza se pone tensa.

—Ese hombre no te merece, Eliza.

Me observa con los ojos abierto.

—¿De qué estás hablando?.—Pregunta tímida.

—Sabes de lo que hablo.

Cuando mis ojos bajan, ella se cubre las marcas en las muñecas.

—Yo acabo de casarme, no sé qué intentas decir.

Es obvio que Samanta no sabe nada y es muy probable que sus otras dos amigas tampoco.

—Debo irme.

No añado nada, ya le dije lo que tenía que decir, lo que ella decida ya no puedo meterme, escucho la puerta cerrarse y me dirijo a sacar un par de sabanas, regreso hacia Samanta y le cubro con ellas.

Voy a irme cuando me detiene.

—No te vayas.

—No me iré a ningún lado.

Rosas para una Mujer DesesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora