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Samanta:

El fin de semana lo paso con las chicas y Eliza y el lunes temprano, voy al trabajo después de no asistir dos días seguidos, le dejo su comida llena a Felix y me voy tranquila.

Entonces con mis propios ojos, descubro que Asher es todo un hombre de palabras.

—¡Que bonitas rosas!

—¡Que bellas!

—¡Tienes tanta suerte!

Cada halago de cada una de mis compañeras de trabajo es muy bien recibida, hasta que Nora se hace presente.

—¡Mira, Nora.. ! ¿Ya viste?

—A  Samanta también le trajeron rosas.

Nora me observa.—Parece que algunos hombres no tienen originalidad.

Alzo una ceja.

—Al contrario.—Respondo yo y ella me observa con una expresión confusa.—¿O crees que por qué te traen rosas a ti, las demás no podemos recibirlas?

Todas voltean sus ojos hacia Nora.

—Yo no...

Ya no la oigo, porque Patrick ha ingresado a la oficina.

Y si, ha visto mis rosas en el escritorio.

—Todas regresen a sus lugares.—Ordena.—Tenemos trabajo que hacer.

Todas espantadas toman asiento y yo suelto un suspiro, observo la espalda de Patrick alejándose.




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—¡Patrick!.—Lo llamo justo en la salida y el se detiene.

Al menos eso hace.

Me acerco a el y su mirada se detiene en las rosas que llevo, tensa la mandibula y luego me mira el rostro.

—Son preciosas.

Abro los ojos.

—Como tú..

Trago saliva.—Gracias.

—Patrick.—Niego con la cabeza.—Yo quería... ¿Podría ser posible que volvamos a ser como antes?

—Nada puede ser como antes, Samanta. Cuando dije que entendía, era verdad, pero conservar una amistad contigo ahora me es imposible.

Siento una punzada en el pecho, es horrible que todo terminara así.

—Por ahora solo quiero enfocarme en mi divorcio y sobre todo en mi hija, quizás después podemos llevarnos como antes.

—Patrick.

Rosas para una Mujer DesesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora