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Samanta:

Eliza se veía tan feliz en su boda, tan feliz que lo último que hubiera imaginado iba ser exactamente eso.

Que el enfermo que ahora es su esposo ahora la golpeara.

Y me siento mal, porque soy tan mala amiga que no me he dado cuenta.

—¿Cómo se encuentra ella, doctor?. —Pregunta Britget muy preocupada.

—Disculpe, ustedes...

—Somos sus amigas. —Responde Ivy.

Yo asiento con la cabeza.

—¿Y el esposo de la señora...

—Aqui estoy.

Me tenso al igual que mis amigas, pero es Britget quien deja al doctor para acercarse a Richard.

—¿Cómo esta mi esposa...?

—¡Hijo de puta!

Britget empuja con ambas manos a Richard, provocando que retroceda, el esposo de Eliza frunce el ceño.

—¿Qué carajos te sucede, Britget?

—Yo sé lo que has hecho, basura. —Le suelta mi amiga y Ivy intenta detenerla, peor Britget no deja de apuntarle con el dedo.

—¡La golpeas, hijo de puta!

—No sé de qué hablas.

Hijo de puta descarado.

No aguanto las ganas y soy yo quien abofetea su rostro.

—¡Eres tan cinico, Richard! ¡ Y un hijo de...

—¡Cuidado con lo que dices! —Me levanta la voz y me sostiene el brazo, sus ojos amenazantes, se vuelve hacia cada una de nosotras mientras su brazo ejerce presión sobre el mío. —¡Ustedes no son nada comparado a mí! ¡Mucho cuidado con lo que dicen!

—¡Hey!

Richard se tensa y se gira hacia la voz, la mirada de Asher pasa rápido a donde me tiene sujeta Richard.

—Esa es la primera equivocación que has hecho.

Y lo golpea.

Golpea a Richard justo en el rostro, provocando que me suelte y que caiga al suelo.




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—Me quedare. —Pronuncia Ivy, ella es la más sentimental de las tres, no ha dejado de llorar.

Asiento con la cabeza.

—Vendré mañana.

—¿No tienes que trabajar?. —Me pregunta Britget, sus ojos también están rojos, pero no como los de Ivy.

Asiento. —Pediré permiso.

—Está bien.

Beso las mejillas de ambas.

—Si ese tipo viene.

—Yo misma voy a echarlo. —Suelta Britget.








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Regreso a casa con Asher, dejo las llaves sobre la mesa y me vuelvo hacia el, justo a cerrado la puerta.

—Lo lamento, pero hoy...

—Lo sé.

—Solo quiero dormir.

Asher asiente con la cabeza, una sonrisa débil cruza mis labios, cojo su mano y la levanto, sus nudillos están rojos por la sangre de Richard.

—Debo curar eso.

—No hace falta, Samanta.

—Si lo hace, espera aquí.

Se queda quieto y yo voy por el botiquín, regreso con un algodón y él está esperándome en el mueble.

En silencio le limpio la sangre.

—¿Por qué estás tan callado?. —Pregunto con una sonrisa débil.

El no responde.

—Me protegiste...

—Al menos pude hacer eso.

Abro los ojos. —¿Asher?

El aparta su mano de las mía y se pone de pie, me da la espalda.

¿Acaso hice algo?

—Asher...

—Yo sabía.

—¿Qué?

Él se vuelve hacia mí. —Que la golpeaba, Samanta.

Mis ojos se abren.

—Sabía que Richard golpeaba a Eliza.

Rosas para una Mujer DesesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora