Dennis
Las olas rompiendo contra la orilla me calmaban. Había estado sentado y mirando el agua en el patio desde que era niño. Siempre me ayudaba a encontrar una mejor perspectiva de las cosas. Eso no estaba funcionándome ahora.
La casa estaba vacía. Mi madre y... y el hombre a quien quería pudrir en el infierno por toda la maldita eternidad se habían ido tan pronto como llegué de Honduras hace tres semanas. Yo había estado enojado, roto, salvaje. Después de amenazar la vida del hombre que se casó con mi madre, les exigí que se fueran. No quería ver a ninguno de ellos. Tenía que llamar a mi madre y hablar con ella, pero no quería hacerlo por el momento.
Era más fácil decir que perdonaría a mi mamá que hacerlo. Dalu, mi hermana, vino varias veces y me pidió que hablara con ella. Esto fue culpa de Dalu, pero tampoco podía con ella acerca de esto. Ella me recordaba lo que perdí. Lo que yo apenas tuve. Lo que yo nunca esperé encontrar.
Un fuerte estruendo proveniente de dentro de la casa rompió en mis pensamientos. Me giré y noté que alguien estaba en la puerta cuando el timbre sonó seguida de otro golpe. ¿Quién diablos era? Nadie había venido a excepción de Dalu y Haroldo desde que Angie se fue.
Puse la cerveza en la mesa junto a mí y me levanté. Quienquiera que fuese necesitaba una buena razón para venir aquí sin invitación. Caminé por la casa que seguía limpia desde la última visita de Enriqueta, la sirvienta. Sin vida social era fácil mantener las cosas ordenadas. Me gustaba mucho más esto.
Los golpes comenzaron de nuevo cuando llegué a la puerta y la abrí de golpe listo para decirle a quien quiera que estuviera ahí que se fuera a la mierda cuando las palabras me fallaron. No era alguien a quien yo hubiera esperado ver otra vez. Sólo conocí al hombre una vez y al instante lo odie. Ahora estaba aquí, quería agarrarlo por los hombros y sacudirlo hasta que me dijera como estaba ella. Si ella estaba bien. ¿Dónde vivía? Dios, esperaba que no viviera con él. ¿Y si él...? no, no, no, eso no había ocurrido. Ella no lo haría. No mi Angie.
Mis manos se apretaron en puños con fuerza a los costados.
-Necesito saber una cosa -dijo Effeta, el ex de Angie, cuándo me le quedé viendo confundido-. ¿Tu... -se detuvo y tragó saliva-, te... la jod...? -se quitó la gorra y se pasó una mano por el pelo. Me di cuenta de los círculos oscuros bajo los ojos y la expresión cansada, muy cansada en su cara.
Mi corazón se detuvo. Lo tomé del brazo y lo sacudí. -¿Dónde está Angie? ¿Está bien?
-Ella está bien... quiero decir, ella está bien. Suéltame antes de que me rompas el brazo. -espetó Effeta, apartando su brazo lejos de mí-. Angie está viva y bien en Honduras. No es por eso que estoy aquí.
Entonces, ¿por qué él estaba aquí? Teníamos una sola conexión: Angie.
-Cuando se fue de Honduras , ella era inocente. Muy inocente. Yo había sido su único novio. Sé lo inocente que era. Hemos sido mejores amigos desde que éramos niños. La Angie que regreso no es la misma que se fue. Ella no habla de ello. No quiere hablar de ello. Solo necesito saber si tú y ella... si ustedes... Solo voy a decir esto, ¿Tuvieron sexo?
Mi visión se tornó borrosa mientras me movía sin ningún pensamiento que no fuera asesinarlo. Había cruzado una línea. No le permitiría hablar de Angie así. No le permitiría hacer ese tipo de preguntas o dudar de su inocencia. Angie era inocente, maldita sea. No tenía derecho.
-¡Santa mierda! ¡Dennis, hermano, bájalo! -la voz de Haroldo me estaba llamando. Lo oía, pero estaba demasiado lejos, como dentro de un túnel. Yo me concentraba en el chico delante de mí conectando con mi puño y la sangre corriendo de su nariz. Estaba sangrando. Yo necesitaba hacerlo sangrar. Yo necesitaba hacer a alguien sangrar.
Dos brazos se enrollaron a mi alrededor por detrás y me apartaron cuando Effeta tropezó hacia atrás, levantando las manos hacia su nariz con una mirada de pánico en sus ojos. Bueno, uno de sus ojos. El otro ya estaba cerrado por la hinchazón.
-¿Qué demonios le dijiste? -preguntó la persona detrás de mí. Era Haroldo quien me tenía en una tenaza.
-Ni se te ocurra decirlo -rugí cuando Effeta abrió la boca para responder.
No podía oírle hablar así de ella. Lo que había hecho era más que sucio y equivocado. Él actuaba como si yo la hubiera ensuciado. Angie era inocente. Tan increíblemente inocente. Lo que había hecho no lo cambiaba.
Los brazos de Haroldo me apretaron tirándome contra su pecho. -Te tienes que ir ya. Solo puedo retenerlo por poco tiempo. Tienes que salir de aquí, amigo. No vuelvas. Tienes una jodida suerte de que yo haya aparecido.
Effeta asintió con la cabeza, y luego se tambaleó hacia su camioneta. La ira se había consumido en mis venas, pero todavía se sentía. Quería herirlo más. Para eliminar cualquier pensamiento en su cabeza de que Angie no era tan perfecta como lo había sido cuando salió de Honduras. No sabía todo por lo que había pasado. Toda la mierda que mi familia le había hecho pasar. ¿Cómo iba a cuidar de ella? Ella me necesitaba
-Si te libero, ¿Vas a perseguir su camioneta o estamos bien? -preguntó Haroldo mientras alojaba su agarre sobre mí.
-Estoy bien. -Le aseguré, me encogí de hombros liberándome de sus brazos y me acerqué a la barandilla para agarrarme y tomar varias respiraciones profundas. El dolor volvió con toda su fuerza. Me las había arreglado para enterrarlo hasta que solo latía un poco, pero al ver al cobarde me lo recordó todo. Esa noche. De lo que nunca me recuperaría. La que me marcaría para siempre.
-¿Puedo preguntar por qué demonios me ibas a golpear a mí también? -preguntó Haroldo poniendo alguna distancia entre nosotros.
Él era mi hermano en todos los aspectos y propósitos. Nuestros padres se habían casado cuando éramos niños. Lo suficiente como para formar ese vínculo. A pesar de que mi mamá tuvo más maridos, desde entonces, Haroldo era mi familia. Me conocía lo suficiente para saber que se trataba sobre Angie.
-El ex novio de Angie-contesté sin mirarlo.
Haroldo se aclaró la garganta. -Así que, uh, ¿vino a presumir? ¿O solamente consiguió una nariz sangrante por que la toco?
Las dos cosas. Ninguna. Negué con la cabeza. -No, él vino a hacer preguntas sobre mí y Angie. Cosas que no le incumbían. Preguntó la cosa equivocada.
-Ah, ya veo. Eso tiene sentido. Bueno, pago por ello. El tipo probablemente tiene una fractura en la nariz junto con ese ojo cerrado.
Por fin levanté la cabeza y miré a Haroldo. -Gracias por separarme de él. Perdí el control.
Haroldo asintió con la cabeza y abrió la puerta. -Vámonos. Veamos un juego y bebamos cerveza.
Dennis no tiro sillas ahora, se fue directo a quien lo hizo enojar, Mario Elías en acción
Estoy pensando si actualizar todos los días o un día si un día no, pero aún no decido.
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Nunca demasiado lejos
Fiksi Penggemar(Segunda parte de la adaptación Demasiado Lejos). Él guardaba un secreto que destrozó su mundo. Todo lo que ella sabía ya no era cierto. Angie no podía dejar de amarlo, pero sabía que nunca podría perdonarlo. Ahora estaba de vuelta en casa y aprend...