Capítulo 39

192 28 29
                                    

Dennis

Siete días y Dalu aún no había abierto sus ojos. Mi madre pasaba cada vez menos. Haroldo comenzaba a ser el único visitante que se quedaba y se mostraba regularmente. Héctor pasaba una vez al día por sólo unos minutos a la vez. Éramos Dalu y yo contra el mundo una vez más.

—Necesitas llamarla —dijo Haroldo, rompiendo el silencio. Sabía de quién hablaba. Angie estaba constantemente en mi mente. Me sentía culpable mientras me sentaba allí mirando a mi hermana y todo en lo que podía pensar era Angie.

—No puedo —respondí, incapaz de mirarlo. Él vería que me había dado por vencido si lo hacía.

—Esto no es justo para ella. Carlos dijo que no está yendo allá y que no ha lo llamado en tres días. Él sigue chequeando las cosas a través de Fran pero incluso Fran no está segura de que Angie se va a quedar por más tiempo. Tú necesitas llamarla.

Dejarme sería la mejor cosa que ella haría. ¿Cómo podría yo ser lo que merece si estaba dividido entre mi hermana y ella todo el tiempo? No podía mantener a Dalu a salvo. ¿Cómo podía confiar en mí para mantenerla a ella y al bebé a salvo?

—Merece algo mejor —manejé decir en voz alta. En vez de sólo decirlo en mi cabeza.

—Sí, probablemente es así. Pero te quiere a ti.

Dios, eso dolía. Yo también la quería. Quería a nuestro bebé. Quería esa vida que me dejé pretender que podía tener. ¿Cómo podría darle eso si mi hermana nunca despertaba? Estaría lleno de culpa y dolor. No sería el hombre que merece. Esto eventualmente me comería hasta que no valga nada para nadie.

—No puedo —fue todo lo que manejé decir.

Haroldo maldijo y se levantó, lanzando su chaqueta en el piso antes de salir de la habitación y cerrar la puerta de golpe. Él no entendía. Nadie lo hacía. Sólo me quedé mirando la pared frente a mí. Comenzaba a entumecerme. Estaba perdiendo todo lo que me había dejado amar una vez.

La puerta se abrió y miré esperando ver a Haroldo. En vez de él era Héctor. No estaba de humor para verlo. Él había abandonado a las dos personas que más amaba en el mundo en algún momento de sus vidas.

—¿Por qué carajo vienes aquí? A ti no te importa una mierda —gruñí.

Héctor no respondió. Caminó hacia la silla que Haroldo había dejado vacía y se sentó. Nunca se sentaba ni se quedaba por un largo tiempo. El hecho de que iba a hacerlo ahora no me pareció bien. Necesitaba estar solo.

—Me importa. Tu madre no sabe que estoy aquí. No aprobaría lo que estoy a punto de decirte. Pero creo que mereces saberlo.

No había nada que ese hombre tuviera que decir que quisiera escuchar pero me quedé en silencio y esperé. Mientras más rápido dijera lo que quería, más pronto se iría.

—Dalu no es mi hija. Tu madre siempre ha sabido eso. Ella quería que Dalu fuera mía pero los dos sabíamos cuando quedó embarazada que eso era imposible. Habíamos terminado por casi ocho meses cuando me llamó. Acababa de darse cuenta que estaba embarazada y estaba asustada. Aún estaba enamorada de tu papá, que fue por lo que terminamos para empezar. Yo no podía superar a la leyenda que era Dean Arana. Quería ser suficiente para alguien. Nunca lo sería para Liggia. Pero la amaba y ella estaba preocupada sobre cómo iba a manejar otro hijo. Yo era joven y estúpido así que volví con ella y hablamos sobre matrimonio. Le dije que tendría que pensar sobre ello. —Se detuvo y me miró. Aún no me recuperaba del hecho de que él no era el papá de Dalu.

—Una vez que llegué, Liggia estaba dejándote con Dean cuando fuera que podía y aún salía con amigas como si no estuviera embarazada. No me diría quién era el papá. Yo acababa de llegar mi límite cuando Karla vino de visita. —Sus ojos se suavizaron y los cerró brevemente. Nunca había visto al hombre mostrar tanta emoción.

Nunca demasiado lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora