Capítulo 32

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Angie

El teléfono que Dennis había comprado para mi estaba en la barra de la cocina cuando salí de mi habitación. Esta era la tercera vez en la semana que lo dejaba por ahí para que yo lo encontrara. Esta vez también había una nota. 

La recogí.

Piensa en el bebé. Es necesario para las emergencias.

Eso fue un golpe bajo. Sonriendo cogí el teléfono y lo puse en mi bolsillo. No iba a darse por vencido hasta que lo aceptara.

Hoy fue mi segundo chequeo médico. Le dije eso a Dennis en nuestra tercera cita el lunes en la noche. Había estado muy decidido a llevarme a citas toda la semana. Anoche le había rogado quedarnos en casa y ver una película. Había hecho su punto. Todos en el pueblo nos habían visto juntos. Estaba segura de que todos estaban hartos de vernos juntos a estas alturas. La idea me hizo sonreír aún más.

Saqué el teléfono de mi bolsillo. Me había olvidado de recordarle a Dennis de la consulta de hoy. Ahora tenía un teléfono para llamarlo. Su nombre era el primero en mi lista de contactos FAVORITOS. No me sorprendía.

El teléfono sonó tres veces antes de que contestara.

—Oye, te llamo de vuelta —la voz de Dennis sonaba molesta.

—Bien, pero... —empecé a decir cuando el amortiguo el teléfono para hablar con otra persona. ¿Qué estaba pasando?

—¿Estas bien? —espetó.

—Si, estoy bien pero...

—Entonces, te llamo después —me interrumpió antes de que pudiera terminar, y cortó la llamada.

Me senté allí y me quedé mirando el teléfono. ¿Qué había sucedido? Tal vez debería haber preguntado si estaba bien. Cuando no volvió a llamar en los próximos diez minutos, decidí que mejor si vestía para mi cita. Seguramente volvería a llamar antes de que fuera hora de irse.

Una hora más tarde y todavía no había llamado. Debatí entre llamarlo o no. Tal vez había olvidado de que llamé. Siempre podía pedir prestado el coche deFran e ir a mi cita. El lunes, cuando le dije, parecía emocionado por ir. No podía dejarlo.

Apreté su número de nuevo. Sonó cuatro veces esta vez.

—¿Qué? —la voz de Dalu me sorprendió, ¿estaba con Dalu?

—Uh, um... —No estaba segura de que decirle. No podía contarle lo de mi cita —¿Esta Dennis por ahí? —le pregunté nerviosamente.

Dalu dejó escapar una risita dura. —Increíble. Te dijo que llamaría de nuevo ¿por qué no le das un poco de espacio para respirar? Dennis no te necesita. Esta visitando a su familia. Mi mamá y mi papá están aquí. Nos estamos preparando para ir a un almuerzo familiar. Cuando esté listo para hablar contigo, lo hará. —Entonces, me colgó.

Me dejé caer sobre la cama. Esta teniendo un almuerzo familiar con su madre, su hermana y mi papá. ¿Por eso me colgó? No quería que supiera que estaba con ellos. Su comida familiar venía antes que el bebé y yo. Esto era lo que esperaba, pero luego había sido tan dulce y protector. ¿Estaba siendo necesitada? No era una persona necesitada, si no que me había convertido en una. ¿No? De pie, puse el teléfono en la cama. No lo quería más. La voz odiosa de Dalu se estaba burlando de mí cuando dijo que estaba comiendo con su padre. Cogí mi bolso. Tuve tiempo de ir a las oficinas y pedir prestado el coche de Fran.

Al momento que llegué a las oficinas, estaba sudando. Demasiado para parecer linda en mi cita. No me importó. Era el menor de mis problemas. Subí las escaleras y Guille me encontró cuando salía por la puerta.

—No trabajas hoy —dijo en cuanto me vio.

—Lo sé. Tengo que pedir prestado el coche de Fran. Tengo una cita medica que... uh... olvidé —Odiaba mentir, pero decirle la verdad era más de lo que podía manejar.

Guille me observó un momento y luego metió la mano en el bolsillo de sus pantalones y sacó sus llaves. —Llévate mi coche. Voy a estar aquí todo el día. No lo necesito.

Quería abrazarla, pero no lo hice. No esta segura de que acostumbrara tener ese tipo de reacción por una cita médica. —Muchas gracias. Le llenaré el tanque —le aseguré.

Asintió con la cabeza y me corrió. Corrí por las escaleras, me metí en su Cadillac y me dirigí hacia mi cita.

El viaje de ida no fue tan malo, y sólo tuve que esperar quince minutos antes de que me llamaran a la sala de exámenes. La enfermera era toda sonrisas mientras sacaba una maquina con una pantalla pequeña.

—Solo tienes diez semanas, para oír el latido del bebé vamos a tener que hacer un ultrasonido. Debemos de escuchar el latido del bebé y ver un pequeño destello aquí también.

Iba a ver a mi bebé y oír el latido de su corazón. Esto era real. Las pocas veces que me imaginé este momento no lo hice estando sola. Había pensado que alguien estaría conmigo. ¿Y si no encuentran su latido? ¿Qué pasa si algo va mal? No quería pasar por esto sola.

El médico entró con una sonrisa reconfortante. —Pareces aterrorizada. Este es un momento feliz. Todos tus signos vitales están bien. No hay necesidad de estar tan nerviosa —me aseguró—. Ahora recuéstate —hice lo que me dijo y la enfermera puso mis piernas en los estribos.

—No estás lo suficiente avanzada para hacer esto externamente y ser capaz de ver u oír al bebé. Tenemos que hacer un ultrasonido vaginal que significa que tenemos que ir por esa vía. No duele. Sentirás un poco de presión por la varita, eso es todo —explicó la enfermera.

No los veía. La idea de él metiéndome una varita solo me puso peor. Me concentré en la pantalla.

—Muy bien, aquí vamos. Sencillo, estate quieta —me instruyó el doctor. Miré a la pantalla en blanco y negro, esperando pacientemente a algo que pareciera un bebé.

Un pequeño golpeteo llenó la sala y se sentía como si mi corazón hubiera dejado de latir.

—¿Eso es...? —le pregunté, repentinamente incapaz de decir nada más.

—Sí. Latiendo justo ahí. Lindo y fuerte —dijo el doctor.

Me quedé mirando la pantalla y la enfermera señaló lo que parecía un pequeño guisante. —Aquí está él o ella. Tamaño perfecto para diez semanas.

No podía tragar el nudo en mi garganta. Las lágrimas rodaron por mi cara, pero no me importaba. Me quedé paralizada mirando el pequeño milagro en la pantalla, mientras sus latidos llenaban la sala.

—El bebé y tú lo están haciendo excelente —dijo el doctor mientras lentamente sacaba el instrumento de mi interior y la enfermera me bajaba la bata y me dio la mano para levantarme el ánimo.

—Un poco de flujo sanguíneo es perfectamente normal después de este procedimiento, así que no te alarmes —dijo el doctor, poniéndose de pie y acercándose al lavabo para lavarse las manos.

—Sigue tomando estas vitaminas prenatales y ven a verme otra vez en cuatro semanas.

Asentí con la cabeza. Seguía impresionada.

—Aquí tienes —dijo la enfermera y me entregó unas pequeñas fotos de mi ultrasonido.

—¿Son mías? —le pregunté mirando las fotos de mi bebé.

—Por supuesto que si —respondió con un tono divertido.

—Gracias —le dije mientras miraba cada una de ellas y miraba al pequeño chicharito que sabía estaba vivo dentro de mí.

—De nada —me dio una palmadita en la rodilla—. Puedes vestirte ahora. Todo se ve muy bien.

Asentí con la cabeza y me enjugué una lágrima que se había escapado y ahora corría por mi mejilla.


Las promesas se rompen con la misma facilidad con las que se hacen.

Nunca demasiado lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora