XV - Masoquismo y Control - Rubiusplay

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Con una mordaza en la boca, las manos y los pies atados, completamente desnudo y con una mirada de miedo. Así lo tenía frente a él al fin, al fin tenía todo el control. No le importaba si ese cuerpo de piel blanca quedaba marcado o le lastimaba sin remedio. Ese día cumpliría sus más obscenas fantasías con él.

-Esta noche no la olvidarás nunca- tenía una fusta que pegó contra su mano derecha mientras los ojos verdes de su víctima seguían sus movimientos, llenos de pánico.

Le dio dos golpes certeros en el vientre y observó con fascinación como la piel se tornaba roja. Rubius gimió pero el sonido fue ahogado por la mordaza, sus manos se removieron con desesperación, tratando en vano de soltarse. Pero a él no le importó, levantó la fusta una vez más y asestó tres golpes más en el área del vientre y la cadera; las marcas rojas no tardaron en aparecer así como la notoria erección en sus pantalones.

Se relamió los labios y acercó la boca a la golpeada piel para pasar la lengua sobre las marcas. Y al último momento mordió con ganas una sección cercana a la cintura, el sabor metálico de la sangre inundó su boca y cuando se separó vio cómo sus dientes habían quedado marcados. Sonrió de nuevo y al levantar la vista observó como los verdes ojos de su víctima estaban inundados en lágrimas.

-No llores, ya verás como te llega a gustar lo que hacemos- dicho esto se colocó encima de él, con una rodilla a cada lado de su cintura y acercándose a su pecho.

-Me gustan tus pezones, rosados y erectos. Son una bonita tentación- de entre sus ropas sacó unas pinzas negras que colocó con paciencia sobre cada pezón. El cuerpo del oso se removió incómodo, pero no logró evitar que su atacante cumpliera su cometido.

-Ahora vamos a ver cuanto aguante tienes- dicho esto se estiró hasta alcanzar la mesita de noche junto a la cama y sacar de ahí un enorme dildo negro. Le pasó la lengua con lascivia mientras se incorporaba y le desataba los pies, para cambiar su posición y tenerlo atado con ambas piernas juntas y el trasero expuesto hacia la derecha.

-Escuché por ahí que tu novio es muy delicado cuando te lo hace, hay que cambiar eso un poco- dicho esto abrió sus nalgas y metió el enorme dildo sin preparación alguna. Un hilillo de sangre recorrió los blancos muslos hasta caer en las sábanas y el cuerpo del oso se tensó.

-Vamos, vamos, si no te relajas será peor para ti- Empezó a meter y sacar el enorme dildo de la magullado entrada, una y otra y otra vez. Llegado un punto las caderas de Rubius se empezaron a mover al compás de la salvaje intromisión, por puro impulso.

-Sabía que te gustaría eventualmente- al fin sacó el dildo bruscamente y desató las manos del oso para amarrarlas detrás de su espalda; acto seguido le dio la vuelta sobre la cama y le obligó a que lo viera. Sus ojos estaban rojos y había rastros de lágrimas en sus mejillas, su mandíbula estaba muy tensa.

-Disfrutemos del momento, créeme que yo si que me la estoy pasando muy bien- dicho esto se deshizo de sus pantalones y sacó su erecto miembro. Se acercó de nuevo a la mesita de noche y sacó lo que parecían ser seis bolitas conectadas entre sí.

Sonrió con ganas mientras se acercaba de nuevo a la entrada de Rubius e insertaba una a una más bolitas. No eran tan grandes como para provocar una molestua real, pero al tenerlas todas adentro se sentía raro. Los ojos verdes se abrieron de nuevo en una expresión de pánico al darse cuenta que su atacante llenaba su miembro de lubricante con la intención de meterlo también.

Se retorció en la cama trató de retroceder pero estaba atado y fue muy fácil para el otro regresarlo a la misma posición de antes. Tomó las caderas del oso con fuerza y de una sola estocada ingresó en él. Rubius se arqueó, estaba abrumado con la sensación del dolor y placer extraños que recorrían su cuerpo.

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