X - Apodos y Lengua - Rubegetta

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Después de la agitada noche Rubius dormía plácidamente con el rostro pegado al pecho de Vegetta, su expresión relajada indicaba lo tranquilo que se encontraba en ese momento. Pero el guerrero de ojos violetas a su lado seguía intranquilo y no había logrado pegar ojo, en su mente se debatían tantas posibilidades que no podía decidirse cuál era la correcta; y preguntarle al oso parecía una muy mala idea. 

Volteó a ver la tranquila faz de su novio y sintió un nudo en la garganta, en verdad quería saber, pero no sabía como preguntar. Aunque, si lo pensaba bien, había una persona a la que podía pedirle consejo, alguien en quien confiaba mucho. Observó una última vez el pacífico rostro de Rubius antes de levantarse de la cama, sabía que era muy tarde pero aún así su llamada sería respondida. 

El oso se removió al sentir el movimiento de Vegetta y abrió apenas los ojos para darse cuenta como éste salía de la cama con el teléfono en la mano. En ese momento recordó que no había visto el suyo desde el día anterior, así que se sentó en la cama y empezó a tantear bajo las almohadas hasta encontrarlo, se restregó los ojos y dio un bostezo antes de encenderlo y desbloquearlo.

Las llamadas de Willy se las esperaba, igual que los mensajes, después de todo lo había dejado a medias y luego no se había tomado la molestia de explicarle nada por casi dos días. Pero mientras leía las decenas de mensajes exhigiéndole que contestara, se encontró con uno que aparecía como leído y que tenía un mensaje fuera de lo común. 

"Necesitamos hablar. Creo que he comprendido tu posición con respecto a lo nuestro y tienes razón en querer terminarlo. Te veré en la guarida de la hermandad en 3 días, ahí te explicaré con más detalles. Te quiero" 

Frunció el entrecejo, era un mensaje que ni siquiera parecía venir de Willy, además estaba el hecho de que él no había usado su teléfono desde la tarde anterior y el mensaje aparecía como leído. Hundió la cabeza entre sus brazos, no tenía que ser un genio para saber quien lo había visto, era muy obvio. No había nadie más que Vegetta en casa, y no se habían separado desde que regresó del Erebus.

-Despertaste, aunque es bastante temprano. Puedes volver a dormir si quieres- dejó el teléfono sonre la mesita de noche y dibujó la mejor sonrisa que pudo conseguir. 

-No creo que pueda, ¿donde estabas?- Vegetta llegó hasta la cama y se sentó a su lado, empezó a jugar con sus dedos como si estuviese nervioso. 

-Hablaba con Luzu, quería pedirle un consejo- Rubius agachó las orejas instintivamente,
pensar en Luzu era difícil después de lo que le hicieron. 

-¿Está todo bien?- logró sacar la voz firme a pesar de lo nervioso que se sentía. 

-Si, aunque quisiera hacerte un par de preguntas. No tienes que responder ninguna en este momento, es más, quisiera que te lo pensaras un poco- Rubius al fin levantó la mirada para verle.

-Si eso es lo que quieres- Vegetta asintió con la cabeza y tomó una de sus manos para apretarla entre las suyas.  

-También quisiera hacer una confesión, y creo que eso será lo más difícil de escuchar- el oso sintió su corazón latir con fuerza y ajustó su mano hasta entrelazar sus dedos. 

-Escucharé lo que tengas que decir- un suspiro pesado salió de los labios de Vegetta antes de empezar a hablar. 

-Cuando estaba en el Erebus tu rostro venía a mi cabeza con frecuencia, después de quw me dijeras que me amas no he podido sacarme tu adorable expresión de la cabeza. Y al estar ahí sin ti me di cuenta de que la verdad no puedo vivir sin tu presencia a mi lado, así que me vine con la idea de preguntarte si deseas vivir conmigo- los ojos verdes de Rubius se abrieron a más no poder y se sentó de rodillas sobre la cama por puro impulso. 

RubiusBowl MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora