II - Fetiches - Rubegetta

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Vegetta se despertó con una sonrisa en el rostro, se estiró con pereza y llevó sus brazos al lado donde dormía su adorado osito, con la intención de abrazarlo. Sin embargo, se dio cuenta que se encontraba solo en la cama, así que se incorporó y buscó con la mirada por toda la habitación; dándose cuenta que estaba solo.

-¿Desde cuándo se levanta tan temprano?- apartó el edredón morado con el que estaba cubierto y salió de la cama. Sintió un escalofrío recorrerle y notó que hacía frío, llevó sus manos a los brazos y las frotó para calentarlos un poco, mientras lanzaba un visto al exterior a través de la ventana. Una sonrisa apareció en su rostro antes de tomar su pantalón y camisa del suelo, estaba nevando y a él le encantaba la nieve; salió de la habitación con entusiasmos y bajó las escaleras corriendo.

Pero al llegar al primer piso le llegó un olor peculiar a la nariz, un olor que venía de la cocina. Supuso que Rubius estaba ahí cocinando el desayuno, algo que casi nunca pasaba; desde que habían empezado a salir lo había hecho sólo un par de veces. Así que la idea de probar la comida preparada por su novio le hizo cambiar de rumbo y dirigirse a la cocina.

Lo que se encontró, sin embargo, no era lo que esperaba, pero vaya que era una muy agradable sorpresa. Rubius se encontraba inclinado ligeramente sobre la encimera mientras bebía un vaso de leche, pero lo que hizo que enarcara una ceja y sonriera de forma pícara, fue el atuendo que llevaba. Bueno, si es que llevar solamente un delantal podía llamarse un atuendo.

Vegetta pasó su vista toda esa apetitosa anatomía, desde ese ángulo podía ver perfectamente el blanco y perfecto trasero que estaba completamente al descubierto; con la adorable y esponjosa colita café dándole un toque tierno a esa sexy figura. Se relamió los labios inconscientemente y escuchó una campanita que parecía anunciar que algo estaba listo.

Rubius aún no se había percatado de la presencia de su novio así que dejó el vaso del que bebía antes sobre la encimera y caminó con confianza hasta el horno. Vegetta aprovechó a caminar sigilosamente hasta sentarse en una de las sillas altas de su desayunador, desde ahí pudo ver como el oso se agachaba y le regalaba una rápida vista de su entrada. En ese momento su miembro despertó y una erección empezó a molestar bajo la tela de sus pantalones.

El oso dejó una bandeja con tocino crujiente a un lado para luego empezar a acomodarlo en dos platos que tenía listos con huevos y panqueques. Pero no pudo terminar de hacerlo porque justo en ese momento sintió una mordida en su glúteo derecho, cosa que lo hizo soltar un grito de sorpresa mientras se aferraba con fuerza a la encimera.

-Veg...¿que haces?- sus mejillas estaban rojas y sintió como la boca de su novio se apartaba de su trasero un momento sólo para morder su otro glúteo mientras tomaba su cola con la mano.

-No me pude resistir al verte con ese delantal. Te ves demasiado sexy- se apartó de nuevo y pasó sus manos despacio por las blancas piernas.

-Quería preparar tu desayuno y llegar a la habitación vestido así, para darte una sorpresa- Rubius sintió como el hombre detrás de él se incorporaba y rozaba su erección contra su desnudo trasero.

-Lo siento por arruinar la sorpresa, pero espero que esta fuera la reacción que querías- abrazó su cintura con fuerza y empezó a dejar suaves besos en su cuello y espalda.

-Pues, está bastante bien- llevó uno de sus brazos hacia atrás y atrapó el cuello de Vegetta indicándole que le gustaba lo que hacía. La erección rozaba con insistencia su trasero, y su miembro también se quiso unir a la fiesta. Sintió como el frente de su delantal se abultaba.

-Ahora, se un buen chico y enséñame ese culo- Rubius sonrió y apoyó sus manos contra la superficie del frente para luego alzar el trasero.

Vegetta no esperó, se puso de rodillas en el suelo y separó sus glúteos para meter la lengua con toda la confianza del mundo. La cocina se llenó de los gemidos del oso quién movía las caderas de forma automática ante semejante estímulo, buscando más. Y su novio pareció entenderlo porque no tardó mucho más en terminar de prepararlo.

Se alejó, no sin antes morder ligeramente la cola del oso y se puso en pie de nuevo, acto seguido se bajó el pantalón y rozó su palpitante erección contra el blanco trasero, llenándolo de su líquido preseminal. Sus manos seguían masajeando los firmes glúteos y los separaban con insistencia.

-Ya no aguanto más bebé, espero estés listo- y sin más buscó su entrada y se enterró en él de una sola estocada. Un sonoro gemido salió de la boca de Rubius quién se aferró con más fuerza a la encimera mientras las fuertes embestidas empezaban, haciéndolo chocar contra el mueble frente a él. Una mano de Vegetta se separó de su cintura y empezó a masturbarlo debajo del delantal; la otra mano se separó también para levantar una de sus piernas y así facilitar las embestidas.

Los gemidos eran cada vez más sonoros y el excitante sonido de sus cuerpos chocando complementaban la erótica melodía en esa cocina. Pero ambos estaban llegando a su límite y pronto terminarían.

-Me...ah...ah...vengo- Rubius apretó sus manos hasta que dolieron y se descargó con un increíble sonido gutural. Sintió como sus piernas desfallecian pero Vegetta estaba listo para sujetarlo mientras seguía con las embestidas, estaba muy cerca de venirse también. Apoyó su frente en el hombro del oso y ahogó un último gemido sobre la blanca piel mientras se descargaba dentro de él.

Se quedaron así un momento, disfrutando de la sensación un poco más. Hasta que Rubius se removió y sintió como el, ahora flácido, miembro de su novio salía. Suspiró y se inclinó hacia atrás hasta poner su cabeza sobre el hombro contrario y al fin encontrarse con esa mirada de ojos violetas que tanto amaba.

-Eso ha estado genial- Vegetta sonrió y depositó un suave beso en su mejilla mientras soltaba su cuerpo con una de sus manos y tomaba su esponjosa colita con fuerza.

-Me encanta tu cola. Deberías hacer mi desayuno de esta forma más seguido- Rubius sonrió y acercó su boca a la contraria para empezar con un apasionado beso.

-Tal vez lo haga- sonrieron aún con los labios unidos y se separaron.

El desayuno resultó ser fabuloso, como lo esperaba, y mientras Vegetta terminaba lo que había en su plato el oso terminó su vaso de leche y le lanzó una mirada pícara; ahora ya sabía cómo provocar a su novio. A la próxima tal vez podían hacer algo diferente.

*****

Día 2. ¿Qué tal vamos? Yo sólo le mando un beso.

RubiusBowl MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora