Sexta Parte.

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Él sólo sonrío mientras yo le daba el beso, sus ojos tenían brillo y su respiración se volvió agitada, yo le gustaba a Frank, pero eso no era novedad, él ya me lo había dicho días atrás... El problema es que yo era incapaz de sentir el amor, yo no quería dolor, yo no quería compartir con alguien más mi vida, yo nunca había sentido esto, hasta que llegó Frank y me asustaba, me asustaba lo que sentía por él.

Él me miraba, me miraba como si yo fuera un trofeo, como si fuera su máximo logro, me miraba con amor, con cariño, con ternura. Sus ojos color avellana reflejaban alegría cada vez que me veía, y yo me sentía feliz ante aquello.

A veces tienes que vivir cosas malas para después tener recompensas, y mi recompensa era, Frank.

Aquel chico de baja estatura, ojos redondos y color miel, la nariz respingada pero la punta redonda, y sus labios rosados y delgados, era mi recompensa, era la recompensa que merecía de todo el dolor que había vivido.

Y era hasta más de lo que pedía.

Aquella tarde me la pasé con Frank en el hospital, era Lunes así que falte a la escuela, pero eso no me importó, porque me la pasé de maravilla, lo único malo era el lugar en donde nos encontrábamos.

Los días siguientes iba a visitarlo en la mañana, le llevaba alguna que otra golosina, a veces le llevaba libros porque se aburría en el hospital, hasta que decidí regalarle un reproductor de música, le puse la música que a mí me gustaba, esperaba que también le gustara a él.

Cuando se lo di, a él le brillaron los ojos.

- Este es el primer regalo que me han dado, en años. - Susurró él.

- Espero que te guste la música que le puse - Susurré un tanto nervioso.

- Bueno, eso depende, mientras no escuches música pop-oh todo va bien. - Sonrió.

Yo solte unas pequeñas carcajadas, entonces él me miró fijamente, curvo sus labios formando una sonrisa y se aclaro la garganta.

- Me gusta verte sonreír, pequeño tamarindo.

Me había puesto un sobrenombre y era "tamarindo".

- Que romántico eres, Frankie.

- Ya lo sabes, bebé - sonrió.

Los días pasaron y dieron de alta a Frank, después de mes y medio, Frank era libre... Cuando lo dejaron libre sentí un gran alivio, pero también sentí angustia, no podía dejarlo solo, ¿qué tal si volvía a atentar contra su vida? Yo no podía permitirlo, así que un día antes de que lo dieran de alta de aquel asqueroso lugar, hablé con Mikey.

- ¿Qué te parece si Frank viene a vivir con nosotros? - Pregunté.

Mikey me miró y comenzó a reír.

- Oh por dios, Gerard, creo que no llevan ni un mes siendo novios y tú ya lo quieres traer aquí. - Soltó Mikey, como siempre siendo lengua larga.

Yo lo miré fijamente.

- No es por eso, tonto. No quiero que vuelva a atentar contra su vida, y si lo dejamos solo, tal vez vuelva a hacerlo.

A mi hermano se le borró la sonrisa del rostro y me miró directo a los ojos.

- Está bien, prepararé la otra recámara.

Yo di un pequeño gritito de alegría y corrí a abrazar a mi hermano, le di un beso en la mejilla y le susurré al oído.

- Frank y yo no somos novios.

Mikey rió a carcajadas, me miró y movio su cabeza de un lado a otro.

- Eso no es lo que me ha dicho, Frank - mi hermano sonrío con malicia - "tamarindo".

Los colores subieron a mi rostro, Mikey sabía como me llamaba Frank de cariño, pero de todas maneras yo no mentía, el chico de cabello negro y yo, no éramos novios.

Aún no.

Después de un mes y medio de estar en el hospital con él, sólo nos habíamos dado 5 besos, y muchas agarradas de mano, yo sólo lo miraba mientras él me contaba las cosas que le gustaban. El día que fui al hospital para que lo dieran de alta, le di la noticia y le pregunté si quería irse a vivir con nosotros.

El me miró fijamente y ladeo su cabeza, mi corazón se detuvo y creí que rechazaría mi oferta, pero segundos después dio un pequeño saltito y se colgó de mi cuello, dándome un sí.

Esa misma noche, acompañé a Frank a su casa, él me dijo que esperará afuera mientras empacaba su ropa en aquellas maletas que le presté, así que con toda la obediencia le hice caso y me senté a esperarlo.

Todo estaba en silencio cuando escuché gritos y algunos golpes dentro de la casa, Frank gritaba, y pedía ayuda. Yo me levante y traté de abrir la puerta, al ver que tenía seguro, la patee y está se abrió, la escena que vi era horrible, un señor estaba ahorcando a Frank, mi pequeño ya estaba rojo por la falta de oxígeno.

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Donna pedía ayuda a gritos, el señor que había llevado a casa estaba a punto de matarla, él la tenía contra la pared mientras apretaba su delgado y pálido cuello.

Yo me sentía inutil, no sabía que hacer, así que tomé el florero y se lo estrelle en la cabeza a ese hombre, este cayó al suelo como un trapo y Donna lo miraba con horror.

- Lo mataste, Gerard. Eres un asesino. - Gritó ella.

Yo sólo trate de salvarle la vida a mi madre, no quería matarlo.

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Me acerqué a aquel hombre, y le estrelle una botella que estaba tirada en el piso, aquel tipejo tenía un olor desagradable.

Frank me miró y corrió hacía a mí, me abrazo y empezó a llorar. Fue la primera vez que vi a Frank llorar, también fue la última, jamás volvió a llorar. Tomo las maletas y salimos de aquella casa que más bien parecía un basurero.

Cuando llegamos a mi departamento, mi pequeño ya estaba tranquilo, entonces subimos las escaleras y tocamos la puerta, mi hermano abrió.

- Vaya chicos, tardaron demasiado. Ya es de noche, estaba preparando la cena. - Dijo Mikey con una sonrisa en la cara.

Frank sonrió y pasó al departamento.

- Lo siento Mikes. - Se disculpó Frankie - tuvimos un pequeño problema.

Yo sólo lo miré, me fui al cuarto que compartía con Mikey, tomé mi ropa y mi toalla, fui al baño y tomé una ducha, el agua caliente relajo mis músculos tensos, salí, me seque, me vesti y fui a la cocina.

Frank ya estaba cenando mientras pláticaba alegremente con Mikey, así que yo me acerqué y me senté en la silla, tomando un plato y poniendo los panquecillos en él, les puse miel y cajeta, acto seguido me los comí.

Frank se metió a duchar, y se puso su pijama, era de pizzas, pedacitos de pizza, cuando lo vi me pareció tan tierno.

Ese noche Mikey salió con su amiga, ahora ya sabía su nombre era Alicia. Dijo que no regresaría hasta la mañana, así que tenía la cama sólo para mí.

Eran las tres de la mañana y alguien había tocado la puerta.

- Pase - dije con la voz medio ronca.

Alguien abrió la puerta, la luz de la luna me ayudo a ver aquel rostro, era el de Frank. El sonrío y habló.

- ¿Puedo dormir contigo? - Cuestionó.

- Claro que sí, ven - susurre.

Esa fue la primera noche que dormí con Frank, el hundió su cabeza entre el hueco que había entre mi cuello y mi hombro, me rodeo con sus brazos y se durmió.

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"Frank siempre fuiste lo mejor de mi vida"

Something About You | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora