Refugio

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Los pasos cortos y melancólicos de Adrien resonaron quedamente sobre la pasarela, acompasándose al ritmo de su propio corazón. Marinette lo miró marchar de reojo. Cuando desapareció de su vista, exhaló suavemente el aire que no se había dado cuenta de que estaba reteniendo.

"Adiós, Adrien", pensó, sintiéndose extrañamente calmada. Atrás quedaba aquel sentimiento loco, intenso, que quemaba tan fuerte que parecía apagarla, convirtiéndola en un desastre de tropiezos y tartamudeos, en un cúmulo de fantasías felices y sueños irreales, inalcanzables, junto a él. Lo había dejado ir una vez pensando que con ello hacía honor a sus deseos; y ahora lo hacía de nuevo, más conscientemente, buscando esta vez su propia felicidad.

Ahora era ella la que necesitaba alejarse, reducir la hoguera de sentimientos que había amenazado con devorar su interior hasta convertirla en brasas cálidas y confortables. Todavía estaría a su lado cuando la necesitara, como una buena amiga; pero ahora su corazón ardía por otra persona, no ya por él.

Respiró en silencio, sintiéndose bien. La marcha de Adrien no había dejado en ella el vacío que temía, quizás porque su vida estaba colmada de un amor más sereno y maduro, capaz tanto de encenderla como de darle la paz que precisaba: una ilusión que llenaba su estómago de mariposas, una persona junto a quien recorrer nuevos caminos, con quien descubrir nuevas melodías, un refugio seguro contra la tempestad. El único que había podido bucear en sus secretos, en sus debilidades, en sus anhelos; el chico capaz de desnudar su alma por completo, verla tal y como era, y seguirla adorando después.

Se levantó y se llevó la mano a la cabeza, sintiéndose algo mareada de repente. Cambios, retos, renuncias, pasos adelante; así que aquello era crecer.

Caminó hacia la escalera, buscando a Luka. Pasó junto a la cocina rumbo a su habitación, guiada por unos acordes conocidos. Pensó que Anarka no se percataría, perdida en arrumacos con Lynn, pero las mujeres interrumpieron su charla al verla pasar para dedicarle sendas sonrisas maternales. Las saludó agitando la mano con timidez, y ellas rompieron a reír.

--Tengo una noticia para vosotros --dijo Lynn--, pero ya habrá tiempo para eso más tarde. Ahora ve con él.

--Estaremos arriba --indicó Anarka, señalando con el dedo hacia la cubierta.

Marinette asintió, sintiéndose enrojecer. No dejaba de sorprenderle la naturalidad y confianza con la que les cedían espacio e intimidad a bordo del Libertad. Nada de "mantened la puerta abierta", ni de "portaos bien". La chica tenía la impresión de que podría salir del cuarto de Luka envuelta solo en una sábana y nadie cambiaría el gesto.

La puerta estaba entreabierta, pero aun así llamó con los nudillos antes de entrar. Sonrió al evocar la última vez que había estado allí, ella tras el antifaz de heroína, él vestido apenas con el pantalón de su pijama. Ahora llevaba sus vaqueros rotos y la camiseta de Jagged Stone; la chaqueta reposaba a un lado, y estaba descalzo, como aquella noche, lo que contribuyó a avivar sus recuerdos.

Luka acariciaba pausadamente las cuerdas de la guitarra, arrancando notas que le transmitieron una reconfortante serenidad. Abrió los ojos para mirarla y se encontró con su sonrisa; su gesto se suavizó, y la música fluyó con naturalidad.

--Eso suena muy relajante.

--Mi objetivo era, precisamente, que concentrarme en la melodía me ayudara a mantener la calma --confesó él con sinceridad, dejando las últimas notas disolverse en el aire.

--¿Y lo conseguiste?

--Relativamente --resopló--. La verdad es que, ahora que estás aquí, me siento mucho mejor.

--¿Y a dónde pensabas que podría irme? --dijo ella, con una sonrisa dulce, sentándose a su lado--. Este es mi sitio.

Luka apartó la guitarra para encararla con gesto juguetón.

Still loving youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora