Flores

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Adrien abrió desmesuradamente los ojos cuando el acero penetró en su carne. Dolor, sangre, un maremágnum de gritos a su alrededor. De repente, el aire que le llegaba no era suficiente; las piernas le temblaron, la respiración se convirtió en un trabajoso estertor, las lágrimas ardieron en sus ojos. Lepidóptero lo sujetó cuando sus rodillas se doblaron, sin fuerzas, hasta dejarlo tendido en el suelo. Lo vio apretar los dientes y rehuir su mirada, y se preguntó si tendría la osadía de llorarlo, y de llevar flores a su tumba, como hacía con Emilie. Sintió su mano en la suya, pero no para ofrecerle consuelo, sino para arrebatar su prodigio. Tenía los músculos tan agarrotados, la mente tan embotada, que no se pudo defender.

Plagg bramaba, desesperado, pero su voz se apagó de golpe cuando el villano colocó la joya en su propio dedo, convirtiéndose en su amo. Oyó a Ladybug llorar. Ladybug...

Hizo un enorme esfuerzo para girar el cuello y buscarla con la mirada. Vio que aplicaba la vela con saña al sentimonstruo, sin importarle herirse ella misma con tal de que la soltara. Lo consiguió, y corrió hasta arrojarse de rodillas junto a él, el rostro arrasado en lágrimas.

--No llores --le pidió él en un ronco susurro, sintiéndose culpable por haberle fallado, por hacerla sufrir.

--Adrien... gatito, por favor, no me dejes. Lo arreglaremos, ¡te pondrás bien! --sollozó ella, desesperada.

Adrien la observó, confuso, con la visión emborronada por el dolor. Allí estaba el antifaz, y tras este sus preciosos ojos del color de los nomeolvides; pero aquella voz... ¿Marinette? ¿Qué hacía allí Marinette? ¿Acaso era un sueño? ¿Un regalo del destino, que le permitía contemplar los dos rostros que tanto había amado fundidos en uno solo, antes de partir?

--Lo siento --dijo, hablando para las dos--. Intenté no amarte, pero nunca pude --confesó.

La realidad se difuminó a su alrededor. Sintió las lágrimas de la chica resbalar hasta mojar su rostro, y el contacto dulce de sus labios temblando sobre los suyos. El dolor, el miedo y la angustia desaparecieron; y todo fue paz, su alma liberada por aquel beso que tantas veces soñó.

--No, no... ¡Nooooo!

Ladybug lo acunó contra su pecho, desesperada, sintiéndose morir a su vez. Luego la invadió la rabia. Cerró sus ojos y se puso en pie, apretando los puños, para encarar a Shadow Moth con la mirada repleta de odio.

--¡Asesino! --gritó--. A tu propio hijo, ¡cómo has podido!

--No lo entiendes. ¡El deseo borrará el pasado, y todo se arreglará! --gimoteó el villano, impactado porque la heroína conociera su identidad, y con ello la magnitud de la atrocidad que había cometido.

Todo le había parecido extrañamente irreal hasta entonces, pero el odio que destellaba en los ojos azules de la chica, y el dolor devastador que demudaba su rostro, le hicieron tomar conciencia de lo que había hecho. Apretó los dientes, apartó aquel pensamiento hasta un rincón de su mente y reforzó las barreras levantadas alrededor, aquellas destinadas a acallar a su atormentada conciencia: no había marcha atrás, no era momento de flaquear. La única solución posible era vencer. Y para eso tenía que seguir adelante.

Se sentía confuso y mareado; portar tres prodigios a la vez estaba mermando su energía a pasos agigantados. Metió la mano en el bolsillo y arrojó a un lado el objeto con el que había estado controlando al sentimonstruo --una simple moneda--, y sin su voluntad detrás la ameba pronto quedó inmóvil. Plagg también aprovechó que dejaba de someterlo a su férreo control para ir a abrazar, entre sollozos, a su antiguo portador.

Aun así, el villano continuba sintiéndose débil, y apenas podía defenderse de los furiosos ataques de Ladybug, que comenzaban a sucederse sin pausa. Tenía que hacer algo... Y pronto supo el qué.

Still loving youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora