Acompañante entre las sombras [10]

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Miraba el techo

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Miraba el techo.

Lloraba, era inevitable.

Demasiada frustración acumulándose en su interior con cada minuto que pasaba.

Le palpitaba la cabeza mientras sentía como la pesadez empezaba a agobiarla.

Cada intento fallido era revivir el momento en que supo que Jermaine había muerto.

Las lágrimas corrían por su rostro y las mejillas empezaban a quemarle, odiaba sentirse vulnerable, perdida, fuera de control de si misma.

Sollozaba e intentaba que el llanto no la ahogara, su pecho agitado subía y bajaba con violencia.

Se había convertido en el retrato viviente de la desesperación.

— Es que te extraño tanto amor — Susurró en voz baja.

Se llevó la mano al centro del pecho y cerró los ojos para concentrarse en su respiración.

— Tú puedes Isla, eres fuerte... Eres fuerte... Eres fuerte — Se decía a si misma.

Era difícil.

No podía sacar las tarjetas de Trevor de su mente.

¿Por qué él?

¿Por qué?

Empezaba a relajarse, ante ella apareció la ya conocida primera puerta... El mismo portal rodeado de flores y en medio la gran puerta de madera oscura.

Siempre estaba abierta.

Entró como siempre lo hacía, el piso estaba alfombrado... Igual que siempre, rojo sangre con bordes marrones y dorados entremezcaldose uno en el otro.

Sillones y butacas que parecían traídos del siglo pasado eran adornados por cojines redondos y cuadrados forrados con delicadas fundas de tejido crochet que terminaban en flecos o en borlas a combinación con las cortinas.

Esas siempre estaban cerradas, ella no sabía que había del otro lado de las ventanas y por alguna razón que desconocía, ella jamás intentaba averiguarlo.

Seguía por el primer pasillo antes de que aquel extraño lugar empezara a bifurcarce en desniveles y un sin fin de corredores, escaleras y pasillos que llevaban a más y más puertas.

Siempre estaba sola y sea lo que fuera ese lugar parecía ser infinito.

Giró a la izquierda... Se acercó a la puerta que encontró frente a ella y se reclinó pegando el oído a la puerta.

Escuchó el rugir del océano y estuvo segura de haber estado ahí dentro antes...

¿Cuando?

¿Que era eso? Había otro sonido que venía de... ¿Dónde?

El timbre, le dijo su conciente a su inconciente.

Abrió los ojos y escuchó el timbre de la casa con claridad.

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