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Los autos parecían centellas ágiles y rápidas que pasaban por sus ojos, y el atardecer le seguía el paso, las nubes parecían no moverse a tal velocidad, el cielo ceniciento y sumiso a la tranquilidad. José quería aferrarse a ella en ese momento, quería no llorar más, tenía pena en el corazón, y sus ojos no dejaban de cristalizarse, era imposible para el, se le venía algo al pecho, a la garganta.

Oye vez no.

Chilló para sus adentros, rogando a si alma conseguir reposo, aferrándose a aquella mano cálida que le mantenía en tierra, aquella ancla de ojos avellana que decía a cada cinco minutos que todo iba a estar bien y que pronto llegarían. José no escuchaba casi, todo era un cúmulo de pensamientos negativos que se venían a él como un ejército sin precedentes. Tenía la cabeza puesta en la carretera, observando como el cielo se ponía más triste, dejando el rosa de la tarde y pintandose de una noche seguramente estrellada.

José entonces miro a su compañero, quien iba en el bus con él, justo en la parte de atrás para que nadie más le viese llorando, nadie tenía por qué ver tal fatal rostro, lleno de un par de ojos rojos y de semblante desgraciado. Brandom solo no sabía que hacer más que dar caricia a la mano de José. Cada cierto tiempo maldecia por bajo.

-¿Cómo estaba tu tía?- pregunta luego de un momento, necesitaba sacar información, necesitaba que José dijiese algo.

-Estaba llorando, se escuchaba muy mal, todas las cosas se la sacaron a la calle José, mis cosas, la de los niños, todo- dijo José.

Es que fue esa llamada la que empezó la pequeña agonía, ese fue el punto y aparte, el detonante de un golpe profundo. La casa había sido embarcada, no había vuelta atrás, ya no había plazo para pagar hipoteca, la casa no era más suya ni de su tía, ni de sus primos pequeños. Fue en ese momento en que José desesperado sale como una bala de ls casa de Brandom, y en cuestión de minutos ya se conseguía allí sentado en un bus camino a... Lo que antes era su hogar, quiso recordar cada palmo de su morada, y lo acogedora que era, lo sencilla y pequeña y lo que costaba levantar el polvo y sacarlo afuera. Todos esos detalles quería recordar, para tenerlos presentes, porque es que las cosas toman más valor cuando se pierden y José ya había perdido bastante en muy poco tiempo. Y ese sentimiento de perdida le hacía arder el pecho, y le da a una rabia profunda y desesperada, como un uracan que le ahogaba la mente y los pensamientos, se los nublaba.

Tiene que ser una pesadilla.

José tenía la resignación clavada en la cien...

Algo estaba hueco...

¿Por qué sentía que no podía respirar?

- ¿A dónde vamos a ir?- dice José con el temor en los labios.

- Buscaremos un sitio te lo prometo- expresa Brandom.

No hay vuelta atrás estamos jodidos...

I want sex/ Quiero sexo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora