"DUDAS Y ACLARACIONES"

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Volkov despertó cuando el primer rayo de luz solar le dio directo en la cara. La cabeza le dolía, más que eso, juraría que alguien había jugado al ping pong con su cráneo. Estiró una mano hacia la mesa de noche para mirar la hora en su teléfono móvil. No lo encontró.
Extrañado se obligó a abrir solo un ojo. No estaba en su cama. Miró alrededor. No estaba en su casa. Intentó recordar qué había hecho la noche anterior, su mente por alguna razón parecía tener lagunas en sus recuerdos, ¿tanto había bebido? Lo último que tenía claro era haber terminado su turno e ir al cementerio para visitar a Ivanov. Llevaba una botella de vodka... se la bebió mientras se lamentaba por los acontecimientos de los últimos meses, y en ocasiones de toda su jodida vida.
¿Y luego? Se frotó los párpados con dos dedos, obligando a su mente a recordar, pero nada. Miro de nuevo alrededor, conocía ese lugar... ¿la casa de Conway? ¿La cama de Conway? ¿Cómo mierda llegó ahí? ¿Había llamado él al Superintendente? Y mucho más importante que todo eso, ¿por qué puta mierda estaba desnudo?
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, como si le hubieran tirado un balde de agua con hielos encima. ¿Había pasado algo entre ellos? Negó de inmediato y se rió de sí mismo, eso era imposible, pero de nuevo, ¿qué hacía en casa del Superintendente, y desnudo?
Volvió a inspeccionar alrededor, su ropa no estaba por ninguna parte. No iba a salir así... aunque asumía por las pruebas a su alrededor que su superior ya había visto bastante de él. Y también cabía la posibilidad de que Conway ya no estuviera ahí. Inseguro se acercó al armario, dentro estaba todo tan pulcramente ordenado que le dio pena interrumpir ese orden. Abrió uno de los cajones, tomó una de las camisetas negras que encontró ahí y se la acercó a la nariz, aspiro hondo, cerró los ojos y sonrió.
Se sentía estupido haciendo aquello, pero nunca tendría una oportunidad así.
Al final dejó la prenda de vuelta en su lugar, cerró el cajón, se armo de valor y tal como estaba solo en bóxer salió de la habitación. No le costó mucho encontrar a su superior en la cocina, apoyado en la encimera bebiendo un café de lo más tranquilo.
—¡Buenos días, princesa! —La voz gruesa de Conway llenó el espacio y Volkov sintió un nuevo escalofrío recorrer su cuerpo, como si ese sonido tan familiar para él le acariciara la piel.
—¿Qué pasó? —Cuestionó teniendo que  aclararse la garganta pues su voz sonó bastante pastosa. —¿Cómo llegué aquí?
—Yo te traje. —Conway dejó una taza de café enfrente suyo y volvió a su posición inicial. —Por cierto, me debes el lavado interior de mi patrulla.
—¿Disculpe? —La sorpresa en su voz fue más que evidente. Aunque intento disimularla tomando la taza para darle un trago al café.
—Lo que oyes. —Conway terminó su café, se acercó al fregadero, lavo la taza, la secó y la dejo en su lugar. /Tan típico de él/ pensó el ruso quien conocía demasiado bien a su jefe como para saber que era un obsesivo del orden y la limpieza, no por nada lo primero que hacía al entrar de servicio era limpiar su patrulla, y era la razón por la cuál él mismo había adquirido el hábito de lavar cualquier vehículo en el cuál sabía estaría junto a Conway. —Me llamaste por teléfono, ebrio hasta los pies... —lo vio encoger los hombros como si fuera algo que pasaba constantemente. —Fui a por ti, estabas inconsciente, te traje acá, te vomitaste encima, no ibas a dormir lleno de vomito en mi cama. Me debes el lavado de mi coche... ah, y la tintorería.
—¿Yo le llame? —Interrogó el ruso tratando de procesar toda la información recibida.
—Ajá. —Respondió Conway. Se le veía tan tranquilo, de nuevo, como si aquello pasara constantemente.
—¿Pasó algo?... ¿dije algo? ¿Mi ropa? —Volkov comenzaba a ponerse nervioso, no le gustaba no saber exactamente qué había hecho.
—¿Algo como qué? —Por primera vez Volkov notó lo que parecía una emoción diferente a la indiferencia en su superior y aquello logró descolocarlo. —¿Tienes algo que contarme? —Los ojos oscuros de Conway parecían atravesar su alma y mirar muy profundo en su interior. —¿Qué es lo que me ocultas, Volkov? —Sin darse cuenta su jefe se había acercado tanto a él que sintió en la piel del rostro su aliento al hablar.
/Maldito fuera/ pensó el ruso, apretando la taza entre sus manos. Conway no lo sabía, pero esa cercanía era capaz de derribar todas y cada una de sus barreras, provocando emociones que creyó estaban prohibidas para él, convirtiéndolo en un jodido adolescente que sentía mariposas revoloteando en el estómago y las rodillas temblar solo por estar tan cerca. Su corazón latía con fuerza, temeroso, inquieto por lo que podría haber dicho o hecho bajo los efectos del vodka, pero sobre todo, por el temor de ser descubierto en su mentira.
Su mirada azul se mantuvo firme, inexpresiva. Podría estar temblando por dentro pero no dejaría que Conway lo notara, porque sabía que si en algún momento su secreto era revelado, perdería aquello que daba sentido a su día a día. Porque no era tonto y sabía que lo que sentía era total y desafortunadamente unilateral. —N-nada... solo creí... se dicen muchas gilipolleces bajo el efecto del alcohol... —Respondió con una falsa seguridad en su voz.
Conway afilo la mirada, se acercó aún más, sus narices rozándose apenas. —Me debes el lavado del patrulla. —Dijo luego de un momento en el que sus miradas permanecieron unidas. —Tu ropa la mande lavar, ¡no iba a tener esa peste aquí, coño!. Ponte cualquier cosa del armario.
Quizás se estaba volviendo loco. —10-4. —Respondió dando la vuelta para volver a la habitación. De hecho, estaba seguro de haberse vuelto loco pues ese cambio de tema tan repentino por parte de su jefe le pareció una excusa para que no siguiera hablando, lo cual era raro de cojones dado que Conway haría lo que fuera y no pararía hasta obtener la respuesta deseada.
Inmerso en sus pensamientos se duchó lo más rápido que pudo, se vistió con un pantalón negro tipo militar y una camiseta del mismo tono. Por último, hizo lo posible por dejar todo limpio y en su lugar antes de salir al encuentro de su jefe quien lo esperaba ya en la puerta.
—Mueve el culo muñeca, ya vamos tarde. —Lo apuró el hombre saliendo del departamento antes que él.
Volkov lo siguió afuera, al ascensor y hasta el BMW negro aparcado en el garaje del edificio. Se montaron a este en silencio y así mismo tomaron camino hacia la comisaría.
—Ya pasaron dos meses. —La voz de Conway rompió el silencio entre ellos.
El comisario se aclaró la garganta, miro a su jefe y soltó un suspiro. —Dos meses, y seguimos sin encontrar a los hijos de puta que los mataron. —Guardo silencio un momento. /Future days, de Pearl Jam/ comenzó a sonar en la radio, sus ojos azules se fijaron en el reflejo que le devolvía el cristal de la ventanilla y como un adolescente enamorado aspiro el aroma de la ropa de su jefe que llevaba puesta, como si eso lo acercara un poquito al hombre a su lado. —Lo que le dije hace un mes... —Volvió a darse el gusto de llenar sus pulmones con ese aroma que tanto le gustaba. Giró el rostro y miró el férreo perfil de su superior. —No lo culpo, sé que no fue culpa suya... usted no tiró del gatillo del arma que los mato. —En su voz no había rastro de duda pues decía la verdad. —Solo... era más fácil culparlo, que aceptar mi culpa por no estar ahí... con ustedes...
Conway se mantuvo inamovible, con la mirada fija al frente y las manos afirmadas con fuerza al volante del vehículo. Igualmente, Volkov no esperaba una respuesta, no era necesaria ya que solo deseaba hacerle saber a su jefe lo que realmente pensaba.
—Volkov... —lo llamó Conway una vez llegaron a comisaría y él se dispuso a salir del auto. —Yo agradezco cada día que no estuvieras ahí...
Aquellas palabras se iban a repetir en la mente del comisario a todo lo largo del día, echando fuera sus dudas, sus miedos, su horrible dolor de cabeza debido a la resaca que llevaba encima. Sin embargo, de igual forma trajeron nuevas dudas a su mente pues no llegaba a entender del todo lo que aquello significaba, y por cómo era Conway, seguro moriría antes de explicárselo.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora