"CALMA"

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—¡Volkov, mueve el culo cojones! —La potente voz de Conway se hizo escuchar por la radio de la policía.
—En camino. —Respondió el ruso terminando de tomar lo necesario de la armería para realizar su patrullaje. Con la escopeta en la mano corrió hasta afuera y se montó en GOD, el patrulla de su superior.
—¿Desde cuándo tardas tanto, joder?
—¿Y de quién es la culpa? ¿Tanto le costaba despertarme esta mañana? —Volkov se abrocho el cinturón de seguridad y miró a su jefe de forma acusadora.
Conway se puso en marcha de inmediato ignorando la acusación de su comisario y como siempre cogió rumbo al lavado de autos. —Vamos a lavar el patrulla.
—10-4. —Habían pasado unos días desde que "se declararon" en la playa. Y el ruso agradecía que las cosas siguieran igual entre ellos. Se molestaban como antes, se hacían bromas, se gritaban, se reían juntos, se apoyaban el uno al otro.
A Volkov le gustaba eso, no quería que hubiera cambios entre ellos, le gustaba su relación tal cuál, con el plus de que una vez fuera de servicio, por lo general terminaban en casa de Conway, bebiendo algo, hablando, fumando en la terraza, cenando cualquier cosa que se les antojará, explorando lo que para ambos parecía ser un mundo totalmente diferente pues ninguno de los dos había experimentado algo así antes.
—¿En qué piensas?
La voz de Conway lo tomó por sorpresa y no pudo evitar sobresaltarse en su asiento aunque terminó sonriendo al sentir la calidez de su mano sobre la suya. No eran comunes entre ellos las muestras de cariño, pero cuando se daban eran totalmente naturales y eso sólo hacía que Volkov se enamorara aún más. —En nosotros. —Respondió con sinceridad.
—¿Tan pronto estás teniendo dudas? —Cuestionó el Superintendente saliendo del lavado de autos con el patrulla brillando impecable.
—Por el contrario, estoy cada día más seguro. —Volkov, un tanto atrevido le robo un beso a Conway antes de indicar por radio que ellos se encargarían de acudir a la alerta de robo de auto que recién había saltado.
Conway no tuvo tiempo para reaccionar, para cuando las palabras de Volkov llegaron a su cerebro sus neuronas estaban tiradas en el suelo, derretidas por el beso robado de su comisario. Un acto totalmente sorpresivo que lo hizo sonreír mientras conducía hacia donde el radar del GPS le indicaba.
La persecución fue larga, prácticamente le dieron unas diez vueltas a toda la ciudad antes de que Vega y Johnson quienes acudieron como apoyo lograran hacerle un código cien al vehículo. Volkov rápidamente pincho las ruedas de este y los ladrones terminaron por rendirse.
Justo en ese momento saltó una alerta de robo en la licorería. La misma maldita licorería de siempre, dónde Volkov casi muere. El Superintendente sintió una corriente de aire frío recorrerle la columna ante los recuerdos, no quería volver ahí, pero era su trabajo, aunque podía enviar a otros policías, para algo era el superior al mando, ¿correcto?
—¿Conway? —La voz de su comisario lo sacó de sus cavilaciones al momento, lo miro a los ojos y como la espuma en el mar, sus temores desaparecieron.
—Vamos, ustedes se ocupan del código cinco de esos dos. —Indicó a Vega.
—10-4 Superintendente. —Respondieron él y Johnson.
—Como que hoy me apetece ponerme de tirador. —Dijo Volkov de camino al lugar del atraco.
Conway no dijo nada. Pero ese pequeño acto de sacrificio por parte del ruso lo significaba todo, porque con ello le dio a entender que lo conocía demasiado bien como para saber lo que pensaba, y además tenía la nobleza de perderse la acción con tal de que él estuviera tranquilo. De no ser porque estaban en servicio le comería la boca hasta dejarlo sin aliento, pero tendrían que dejar eso para la noche.
—No es necesario, deja que algún oficial se encargue. —Dijo a Volkov. —Pero entras ahí pegado a mí o tendremos un problema.
—10-4. —Respondió Volkov soltando una ligera risa de esas que tanto le gustaban a Conway.
El atraco se dio sin mayor contratiempo, no hubo tirador, tres sujetos dentro donde acostumbraban esconderse. Yagasaki logró abatir al del mostrador desde fuera, lo que les dio la ventaja al entrar junto a Petrov y Scotfield quienes muy acertadamente terminaron con los dos que quedaban dentro.
—Buen trabajo a todos. —Escucho a Volkov decir por radio y se rió al recordar aquella vez en la que lo acusó de no ser amable con sus compañeros y jamás hacerles ese tipo de cumplidos.
Justo en ese momento se preguntó por aquella EMS con quien obligó a Volkov a tener una cita. La última vez que la vio fue cuando se presentó en comisaría con la loca idea de prepararle una fiesta sorpresa a su comisario, como si a él le gustaran ese tipo de mierdas cuando apenas soportaba estar cerca de la gente. No, Volkov era como él en ese aspecto, tenía aberración natural hacia las personas en general, y si de celebrar algo se trataba, seguro prefería algo íntimo, algo significativo en vez de vistoso.
—¿Esperamos a los EMS, o acudimos a la venta de drogas?
Volkov, lo miraba atento. A pesar de las gafas él sabía justo lo que su mirada revelaba, y ¡joder! No había nada que deseara más en ese momento que estar a solas con él.
—Deja que ellos se encarguen. Vamos. —Se subió al patrulla e impaciente arrancó apenas Volkov estuvo en su lugar. Condujo a toda prisa hasta comisaría y estaciono el vehículo frente a la entrada. —Volkov, ponte de incógnito. —Ordenó bajando del patrulla.
—10-4. —El comisario pareció sorprendido pero no hizo más preguntas.
Los dos entraron en comisaría al mismo tiempo, ignoraron a los civiles que inútilmente trataron de llamar su atención y se dirigieron a los vestuarios. El comisario como siempre espero a ver qué ropa se ponía su superior antes de cambiarse él mismo pues no le gustaba hacer preguntas, prefería deducirlo todo el solo.
Conway se vistió con la sudadera negra, los pantalones militares del mismo color y sus gafas oscuras. Volkov por su lado optó por el mismo tipo de pantalón y la sudadera gris oscuro.
—Mueve el culo princesa.
Lo apuró Conway, esperando junto a la puerta de los vestidores.
—¿Salimos de servicio? —Cuestionó ajustándose la gorra.
—Sí. ¿Tienes vehículo en el garaje?
Volkov negó, había pedido un taxi hasta la comisaría pues alguien lo dejó abandonado por la mañana.
—Usaremos mi moto entonces.
Los dos salieron de servicio, Volkov dejó a Vega al mando. Cogieron la moto y se dirigieron al norte. El comisario no tenía idea de a dónde iban pero tampoco le preocupaba, como muchas veces lo había dicho antes, a dónde Conway fuera, él lo seguiría sin dudar.
La motocicleta avanzaba con rapidez por la carretera, Volkov se sujetaba con fuerza al torso de su superior, sintiendo en la palma de su mano derecha los latidos de su corazón. El aroma ajeno embriagando sus sentidos, haciéndolo divagar en sus propios pensamientos. Sin embargo se obligaba a permanecer atento, centrado, seguro estaban yendo a hacer investigación para el CNI por lo que no se podía dar el lujo de distraerse.
Luego de un rato Conway por fin se detuvo, Volkov miró alrededor quitándose el casco y las gafas de sol. Estaban cerca de la playa, en la entrada de una pequeña casa de color crema y azul claro. El comisario frunció las cejas un tanto confundido. —¿Nos vamos a cambiar de ropa? —Cuestionó, pensando que tal vez era una de las tantas propiedades que Conway usaba para cambiar de aspecto durante las misiones.
—Probablemente, lo hagamos. —Conway bajó de la moto, guardo los cascos y se acercó lentamente a su comisario quien no se movió ni un ápice. —Mañana por la mañana. —Agregó el Superintendente sujetando a Volkov por las mejillas con ambas manos y besarlo de manera demandante.
La ciudad podía estar en calma, pero él no lo estaba, se había vuelto un adicto al caos que eran ellos estando juntos, a la felicidad que Volkov le producía, a las emociones que iba descubriendo día con día, a la persona que era estando a su lado. Y no era que cambiará con él, por el contrario, Volkov sacaba a la luz su verdadero ser sin ningún temor, podía ser un redomado gilipollas, el ruso nunca lo juzgaba, nunca se ofendía, nunca se quejaba o intentaba que cambiara.
El lo aceptaba, con toda su mierda, lo aceptaba. Y por eso, Conway lo amaba profundamente, incluso si era incapaz de demostrárselo.
Volkov aceptó el beso con gusto, incluso sonrío un poco mientras se aferraba a la sudadera de su superior y se dejaba llevar por él. Su corazón latía con tanta fuerza que lo sentía retumbando en los oídos, su cuerpo estaba caliente, anhelante de sentir el tacto de los dedos ajenos. Era sorprendente como entre más tenía, más quería, y esa repentina avaricia lo asustaba un poco porque no quería hacer nada que molestara a Conway, nada que lo incomodara. Aunque por otro lado, no dudaba en tomar lo que deseaba, por una vez en su vida estaba siendo egoísta a su manera, aferrándose a eso que tanto había deseado por años y que ahora era una realidad entre sus brazos.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora