"MIEDOS"

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Su propio corazón dejó de latir dentro de su pecho y sintió un aire frío tan devastador golpear su piel que se estremeció de los pies a la cabeza. Volvió a buscar  el pulso en el cuello de Volkov.
Nada.
—¿¡Volkov!? —Lo llamó una y otra vez con desesperación. —¡Ni se te ocurra!... ¿me oyes capullo? —Con las manos temblorosas le quito el chaleco antibalas y comenzó a realizar la maniobra de RCP. —No tienes permiso para morir... —alejó todo pensamiento de su mente y se enfocó en lo que debía hacer. Enlazo los dedos y con las palmas presionó sobre el pecho del ruso contando de cinco en cinco al mismo ritmo que su corazón latía, como si pudiera compartir con Volkov cada uno de sus latidos.
—¡Volkov! —Grito soplando una bocanada de aire en la boca de su comisario. —No me hagas esto... jodido anormal... no puedes... —su voz se convirtió en un ruego a medida que continuaba haciendo presión sobre el pecho ajeno.
Colocó de nuevo los dedos en su cuello.
Bum-bum, silencio, bum-bum, silencio, bum-bum, bum-bum, bum-bum...
Conway respiró aliviado. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba reteniendo el aire en los pulmones. Se limpió las lágrimas que no era consciente de haber derramado y habló por la radio. —¡Moussaca, trae el puto patrulla a la entrada, Volkov está herido de gravedad! —Ordenó a gritos, coloco una parte de tela que rasgo de su camisa sobre la herida haciendo presión para parar el sangrado y tomó en brazos al comisario para llevarlo al vehículo. Moussa ya lo esperaba, Vito le abrió la puerta de atrás. —Quédate con Johnson hasta que llegue el EMS. —Mandó antes de cerrar la puerta una vez estuvo dentro con Volkov bien seguro entre sus brazos. —¡Al puto hospital cagando leches!
—10-4, Superintendente. —Respondió Moussa pisando el acelerador a fondo. No solo por la orden de su jefe, sino porque él también estaba preocupado por su comisario, podía no ser el más sociable, pero era su superior y siempre lo trataba bien.
No tardaron mucho en llegar al hospital dónde los recibió la jefa de EMS, Lara. Conway dejó con mucho cuidado a Volkov en la camilla que le acercaron y de inmediato lo llevaron hasta el quirofano. Lara conocía demasiado bien al Superintendente por lo que ni se molesto en pedirle que saliera de la sala y esperara afuera, sabía que sería una pérdida de tiempo, tiempo que no tenían. Por lo que le permitió permanecer junto a Volkov mientras ella y su equipo realizaban su trabajo.
Jack Conway permaneció inamovible a un lado de la mesa de operaciones dónde los doctores trataban a Volkov. Su mano descansaba suavemente sobre la cabeza de este, acariciando lentamente sus cabellos plateados. Su vista fija en el rostro aún pálido del ruso. Tanto tiempo había pasado negando su miedo porque eso era una debilidad y él no era débil. Pero ya no lo podía negar más, tenía miedo de perder a sus agentes, miedo de perderlo a él que se había convertido en su razón para seguir adelante.
Tanto tiempo perdió buscando a ese que se decía su peor enemigo, que no se preocupo por la bala que llevan todos ellos contra la sien cada vez que salen a patrullar. —Lo siento... —Susurró consciente de que una vez más había fallado en su intento de mantener a su malla a salvo, y en especial a él que desde siempre y a pesar de todo, permanecía a su lado, leal, firme, inamovible.
La operación llevó un largo tiempo, pero finalmente los doctores lograron remover la bala del cuerpo de Volkov, repararon el daño en la arteria que fue atravesada por esta y lo estabilizaron lo suficiente como para pasarlo a la UCI. Conway no se apartó de su lado, igual que la malla no se movió del hospital, a la espera de noticias sobre su comisario.
—Dormirá por un buen rato, pero está fuera de peligro así que deberías descansar también. —Propuso Lara, aunque sabía que sería totalmente ignorada.
—Gracias. —Dijo el Superintendente sorprendiendo bastante a la EMS que no supo qué decir por lo que solo salió de la sala dejándolos solos.
Greco Rodríguez entró luego de un rato. Conway permanecía sentado en una incómoda silla a un lado de la cama donde Volkov dormía tranquilamente. Se acercó sigiloso y hablo muy bajo para no perturbar a ninguno de los dos. —¿Cómo está?
—Fuera de peligro, según la doctora.
El comisario fijo la mirada en su superior, solo una vez antes lo había visto tan devastado, le dio la impresión de que se mantenía entero a pura fuerza de voluntad y eso hizo que lo admirara aún más. —Es un cabrón testarudo, saldrá de esta.
Conway tan solo movió la cabeza de arriba abajo.
Greco se acercó más, era verdad que ellos tres no estaban en los mejores términos últimamente y era todo su culpa, sin embargo los consideraba su familia, como al resto de la malla. Con cautela colocó una mano en el hombro de su superior y presionó suavemente, sabía bien que un abrazo de consuelo sería tentar a la suerte por lo que con ese gesto estaba bien y fue bien recibido por el contrario.
—Le traje algo de ropa de su taquilla. —Informó mostrando la bolsa que llevaba en la otra mano. —El no debe verlo así, —señaló la camisa rasgada y llena de sangre de su superior, —cuando despierte.
Conway se miró a sí mismo y de nuevo solo asintió, le quitó la bolsa de la mano y se dirigió al baño. —Quédate con él. —Ordenó al pasar a su lado.
—No voy a moverme de aquí. El resto de la malla también permanecerá aquí hasta que él esté mejor.
El Superintendente solo gruño como respuesta.
Greco se acercó a la cama y observó a su compañero comisario. Nunca antes lo vio tan pálido, tan vulnerable. Era un hombre frío, selectivo, cerrado en cuanto a sus creencias y valores pero era su puto compañero y quería al desgraciado ruso. La había cagado, sí, pero no lo hizo con mala intención.
—Sé qué no es el momento, o el lugar para decirlo. —Con mucho cuidado colocó la mano sobre la del ruso. —Lo siento, no por defender a ese chico a quien creí perdido e inocente, porque yo pienso que todos merecen una segunda oportunidad...  —con la mano libre se frotó nervioso la nuca. No era bueno para eso de hablar y abrirse a otros. —Lo siento por decepcionarte, por perder tu confianza, y sobre todo lo siento por haber dañado la amistad que estábamos construyendo... porque aunque yo solo sea un compañero de trabajo para ti... para mí tú eres mi amigo, mi familia.
—Bonito discurso. Espero que se lo repitas cuando despierte. —La voz de Conway lo hizo saltar en su sitio, no lo sintió volver a la habitación. Le sonrió un poco y se movió a un lado para cederle el lugar.
—Disculpas... —desde la puerta una tímida Johnson asomó la cabeza.
—¿Qué pasa? —Preguntaron los dos a la vez. —¿Cómo estás, baby Johnson? —Agregó Conway refiriéndose a las heridas de su agente.
—Ah... estoy bien, solo fue un rasguño. —Respondió ella adentrándose en la habitación. —Nosotros creímos... —la agente se acercó hasta Greco mirando al comisario en la cama.
—Está bien, diles que está fuera de peligro. —Informó Conway.
—Ah, qué alivio... —suspiró Johnson notablemente aliviada.
—¿Querías algo? —Fue Greco quien preguntó cruzando los brazos sobre el pecho.
—Ah, sí. Los compañeros y yo pensamos que... bueno, llevan mucho tiempo aquí... les trajimos café y bocadillos. —Dijo por fin entregando al comisario una bolsa que llevaba consigo, les sonrió a ambos y se retiró sin hacer ruido.
—Anormales... —Gruño Conway, tomó uno de los vasos de café y volvió a su sitio en la silla junto a Volkov.
En la habitación, en el pasillo, la malla entera de Los Santos esperaría hasta que su comisario abriera los ojos.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora