"BEFORE THE STORM"

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—BEFORE THE STORM—

—Necesito un favor personal. —Volkov sostenía el teléfono contra su oído mientras fumaba un cigarrillo en la terraza de su departamento.
—Te escucho neno. —Freddy podía parecer un gilipollas en todo momento, sin embargo cuando se trataba de trabajo era uno de los mejores agentes.
—Quiero un informe detallado sobre Gustabo García. Lo conoces, fue policía hace un tiempo...
—Ah, el que anda con el de la cresta. —Interrumpió Trucazo. —¿Tengo que estar atento a algo en especial?
—Todo, quiero saber hasta cuantas veces se la sacude al mear. —Respondió el comisario. —De sobra está decirte que nadie debe saber de esto.
—Tranquilo neno, no soy tan gilipollas.
Trucazo cortó la llamada y Volkov se guardó el teléfono en el bolsillo dando una nueva calada a su cigarrillo. Gustabo les había dicho que la mafia les pidió matar a Conway, obviamente Horacio no lo hizo y por eso término medio muerto en el hospital. Lo que no les dijo fue lo que él hizo, aunque no hacía falta ser un genio para saberlo, si decía que confiaban en él y no recibió el mismo castigo que su supuesto hermano, era porque él no dudó en disparar a Conway.
Esa idea era la que lo tenía ansioso, actuando a espaldas de su jefe pues por alguna razón él insistía en confiar en ese hombre.
Su teléfono móvil vibro dentro del bolsillo y dio una última calada a su cigarrillo antes de responder.
—¿Tienes buenas vistas desde ahí, princesa? —Cuestionó la familiar voz de su superior sin darle oportunidad ni a decir hola.
Volkov sorprendido miró a todos lados, ¿acaso lo estaba vigilando? —Usted tiene mejores vistas que yo. —Dijo modulando su voz y no sonar nervioso.
—Correcto. Las vistas que yo tengo son inmejorables. —La voz de Conway sonó tan sedosa al decir aquello que Volkov sintió cada palabra como una caricia sobre su piel. —Mira para abajo.
Y lo hizo. Y ahí estaba, con su traje de sastre negro, su cabello perfectamente peinado, de pie al otro lado de la calle, mirándolo como si fuera la octava maravilla. Volkov se quedó sin aire en los pulmones, su corazón latiendo acelerado, su piel ardiendo por lo intenso de esa mirada que no se apartaba de él y parecía querer desnudarlo. —¿Sube, o bajo? —Consiguió articular con gran dificultad.
—Baja.
Una simple palabra tan llena de poder. Volkov no respondió, cortó la llamada, se guardó el móvil, se puso su chaqueta negra favorita, se pasó los dedos por el cabello y corrió hasta el elevador presionando nervioso el botón para que se abrieran las puertas. Parecía un puto adolescente ansioso por ver a la persona que le gusta, con las manos sudorosas, el revoloteo en el estómago, los nervios a flor de piel.
Pronto estuvo fuera del edificio y cruzó la calle sin mirar siquiera si algún vehículo se acercaba. Por suerte llegó al otro lado sin problemas y en cuánto estuvo de frente a Conway fue recompensado por un beso dulce, que le supo a tabaco y café. Sus brazos se colaron dentro de la americana de su superior y lo abrazó con fuerza, hechizado por ese beso que era tan suave como intenso.
—Te fuiste antes hoy... —lo acusó Conway, tenía su rostro sujeto entre las manos y sus labios rozando apenas los suyos.
—Tenía que alimentar a Volkat. —Se justificó. Era la primera vez que tenían un momento de tanta intimidad en plena calle y aunque era consciente de eso no le importaba pues se sentía tan bien estar afuera, expuestos al mundo y aún así ser solo ellos.
—¿Cómo está? —Conway parecía tan cómodo cómo él pues no hizo nada por separarse.
—Bien, le conseguí una caja nueva.
El Superintendente echó atrás la cabeza y soltó una fuerte carcajada. Mucho se había burlado de Volkov en su momento por gastarse un dineral en un enorme castillo para gatos que Volkat ignoró por completo prefiriendo jugar con una vieja caja de archivos que él llevó con unos papeles que el comisario debía revisar. —Es una gata muy lista. —Conway lo beso en los labios una vez más para luego apartarse un poco. —Ven conmigo.
Volkov lo hizo, sin dudarlo caminó junto a su superior. No sabía a dónde iban, no le importaba saber, a dónde él fuera, lo seguiría sin pensarlo.
—Qué quede claro, no es una puta cita. —Musitó el de cabellos negros, guiando a su comisario hasta el garaje cercano donde estaba su auto aparcado.
—Ah... de acuerdo... —Volkov no había pensado que lo fuera, aunque el hecho de que él lo mencionara le hacía pensar en ello y comenzó a sentirse algo ansioso por ello.
—¡Venga sube cojones!
Bien, no era una cita. Se dijo a sí mismo dando la vuelta al vehículo y tomar su lugar en el asiento del copiloto. Conway encendió el motor y condujo fuera del estacionamiento y con rumbo al norte. Volkov lo miraba de reojo, su rostro lucia pacifico, sus labios ligeramente curvados en una muy discreta sonrisa, sus ojos fijos al frente en la carretera, sus hombros relajados, por un momento el ruso tuvo el impulso de acercarse, apoyar la cabeza en el hombro ajeno, cerrar los ojos y simplemente dejarse llevar. Conway encendió la radio y la voz de Ed Sheeran lleno el espacio con sus notas de "best part of me".
Volkov esbozó una delicada sonrisa y tal como deseaba apoyo la cabeza en el hombro de Conway, poso la mano encima de la ajena y cuándo él enlazó sus dedos con los suyos se permitió cerrar los ojos y dejarse llevar sin más.
—Hemos llegado.
La suave voz de Conway obligó al ruso a abrir los ojos y salir de su estupor. Estaban en la playa, estacionados cerca de un muelle donde alcanzó a divisar un pequeño yate. —¿Iremos en bote? —Cuestionó al salir del auto, maravillado ante la idea.
—Es un préstamo del CNI. —Conway encogió los hombros, sacó una maleta del asiento trasero, cerró el auto y le indicó que lo siguiera.
Volkov lo hizo de nuevo sin pensarlo como siempre hacía, como siempre haría. Caminó a su lado por la arena, recorriendo lo largo del muelle hasta llegar al yate color negro que esperaba por ellos en el agua. —Después de ti, princesa. —El ruso sonrió por el sobrenombre que Conway usaba solo para él y tal como le pedía subió al barco, mirando alrededor como niño pequeño en juguetería.
Poco pasó antes de que su superior lo acompañara, dejó la maleta en la cabina y le dio unas cuantas instrucciones para poner en marcha el yate. Volkov hizo todo lo posible por hacer bien las cosas y pronto ambos estaban en mar abierto, con el sol ocultándose delante de ellos y las estrellas comenzando a brillar por encima de sus cabezas.
No avanzaron mucho, solo lo suficiente para encontrarse solos, lejos del caos de la ciudad y de los problemas de todos los días. Conway apago el motor y él tiro el ancla quedándose contra la barandilla, mirando a lo lejos las luces del caos. —Podríamos seguir... hasta quedarnos sin combustible... y a dónde nos lleve la corriente. —Externo en voz baja, casi más para él que para su acompañante.
—Te volverías loco pensando en la malla y todo lo que dejas atrás.
Conway se le acercó con sigilo, se detuvo a su lado y le ofreció un vaso lleno a la mitad con su vodka favorito.
—No sé... tal vez podría vivir con ello. —Aceptó el vaso y bebió de este un trago.
—No eres de los que deja atrás a sus compañeros, Viktor.
La manera en la que Conway dijo su nombre le pareció tan natural que un escalofrío recorrió su cuerpo entero. —No lo soy. —Afirmó fijando sus orbes azules en el rostro ajeno, sonriendo porque se sentía feliz, eso le pasaba siempre que estaban juntos, incluso desde antes de ser "pareja". Porque técnicamente aún no lo eran... ninguno de los dos lo propuso, tampoco era necesario pues no les hacía falta una etiqueta para definirse, eran muchas cosas, lo eran todo.
—Me intriga mucho cada vez que te quedas así de pensativo.
La mano de Conway se apoyó contra la mejilla de Volkov y este cerró los ojos con deleite. Le gustaba tanto sentir la calidez de su palma contra la piel. —Pensaba en nosotros. —Contesto con sinceridad, y es que no era capaz de mentirle al hombre frente a él.
–¿Qué piensas sobre nosotros? —Interrogó Conway, acariciando muy suavemente la mejilla de su ruso, atraído por él, por lo atractivo que era, por su calor y aroma.
—Pensaba... —abrió los ojos y soltó el aire muy despacio. —Que somos todo, sin tener una etiqueta como pareja, novios... esposos.
Conway elevó en una curva una de sus perfectas cejas y sonrió divertido. —¿Intentas hacerme una propuesta, o que la haga yo?
—No - no... yo... no... —Balbuceo Volkov con nerviosismo, eso no era lo que quería decir.
—Tranquilo, princesa. —Conway lo envolvió con fuerza entre sus brazos y dejó varios besos en sus labios. —Sé lo que quieres decir. Pero no descartó, el tema etiquetas.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora