"SEPARACIÓN"

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—¡Deja de quejarte tanto de una puta vez! —La voz de Conway hizo que Volkov dejara de luchar contra los médicos y se quedara tumbado en la cama en la que llevaba ya tres días.
—Quiero irme, no soporto estar aquí ni un segundo más. —Se quejó cuál niño pequeño, peleando para sacarse las vías de suero y demás cosas que tenía conectadas a su cuerpo. Realmente había sido un suplicio estar tumbado en la cama sin hacer nada. Tenía que moverse, volver al trabajo, porque por mucho que bromeara con eso de tomar vacaciones, la realidad era que trabajar era lo que más le gustaba y disfrutaba.
—¡Cállate y quédate quieto! —Insistió su superior. Hizo salir a los doctores y se acercó a Volkov. Apoyo una mano en la almohada junto a su cabeza, con la otra hizo algo de presión en el pecho del comisario. Aquello fue suficiente para que el ruso hiciera un gesto de dolor. —No pareces estar listo para irte. —Ironizó el castaño.
—Eso no es justo... me dieron un balazo, coño... —se quejó Volkov poniendo la mano sobre la de Conway. Solo entonces noto el mal estado en el que se encontraban los nudillos de este. —¿Qué cojones le pasó?
El Superintendente retiró la mano de inmediato como si su toque le molestara y se alejó de la cama. Su semblante ya de por sí malhumorado se volvió aún más frío y lejano, como si hubiera una barrera de hielo entre ellos. —No es de tu incumbencia, capullo. —Respondió Conway de mala manera.
Volkov había vivido dentro de una burbuja de seguridad desde que perdió a su hermana. Ahí nadie podía herirlo, nadie podía entrar para que sintiera apreció por ellos y luego perderlos. Pero su burbuja no era impenetrable como creía y un buen día alguien logró entrar sin que él se diera cuenta, aun así conservó su presencia dentro como un secreto que solo él conocía. Incluso Ivanov que también compartió con él el reducido espacio de su burbuja, ignoraba que ya había ahí un residente permanente.
Entonces perdió a Ivanov, su amigo, su hermano. Y revivió el dolor de su niñez, de su juventud. Esa clase de dolor que te desgarra el alma, que te corroe por dentro hasta que no queda nada de ti, pero a la vez ese mismo dolor le dio el impulso de seguir adelante, de vivir aunque fuera solo para vengar la muerte de su mejor amigo y el resto de agentes caídos.
Era feliz así, con su soledad, su tristeza, su trabajo, sus secretos. Pero Conway lo beso, lo beso y encendió en él una chispa de esperanza que lo hizo bajar la guardia y quedar vulnerable, ¿y todo para qué? ¿Para romper su burbuja y dejarlo expuesto al mundo? ¿Con qué finalidad? Si no iba a amarlo, si no estaba dispuesto a afrontar las consecuencias de sus actos, ¿por qué besarlo y luego poner esa barrera entre ellos?
Estaba cansado. Demasiado cansado y confundido. Tal vez él fue quien malinterpreto las cosas, tal vez no debió esperar que las cosas entre ellos cambiarán por un simple beso, tampoco esperaba mimos y cariñitos, pero ingenuamente anhelaba la cercanía del contrario. —Tiene razón. —Concordó luego de un rato en el que estuvo en silencio. Se levanto de la cama con cuidado, se quitó las vías y demás y sacó su ropa de la bolsa que estaba bajo la cama.
—¿Qué mierda crees que haces? —Cuestionó Conway al percatarse de lo que hacía.
—No es de su incumbencia. —Repitió sus palabras sin mirarlo. Se vistió con cuidado, le costaba moverse, ni hablar de lo que le dolió ponerse los pantalones antes de quitarse la bata de hospital.
—¿Qué has dicho? —El ruso pudo notar la molestia en la voz de su superior, pero no le dio importancia. Si él quería distancia, se la daría.
—Lo que ha escuchado...
Conway miraba estupefacto a su comisario, la piel blanquecina de su torso, las incontables cicatrices, los vendajes de la herida que casi lo mata, y su mirada, esos ojos azules que siempre lo veían con esa calidez que no llegaba a entender, ahora eran hielos, tan fríos que quemaban. —Volkov...
—Me iré a casa, volveré al trabajo mañana. —Volkov se puso su camisa aún arrugada como estaba, guardo sus cosas en los bolsillos y respiro hondo antes de pararse frente a Conway y mirarlo a los ojos. —Si no está de acuerdo puede darme de baja, de otro modo, nos veremos mañana en comisaría.
Conway se quedó estático en su lugar. El corazón le latía fuerte dentro del pecho causando dolor en toda su caja torácica, impidiendo incluso la entrada de aire a sus pulmones. Por un momento creyó que estaba teniendo un ataque cardíaco, pero no. No era eso, era dolor, era su corazón resistiéndose a la idea de perder a la única persona importante en su vida. Pero era por su bien, ¿cierto? A su lado corría peligro.
—Conmigo... no estás a salvo... si algo te pasara... yo... Volkov...
Su boca fue más rápida con las palabras que su cerebro para callarlas y se arrepintió al momento de haberlas dicho pues se suponía serían un secreto que se llevaría a la tumba.
—Por lo que me han dicho, casi muero en ese atraco. —La voz de Volkov era tan calmada que Conway sintió escalofríos por lo frío que sonaba. —Todos los días corremos peligro, Conway. Todos nosotros que portamos la placa del CNP tenemos una bala apuntando a nuestras cabezas y tarde o temprano esta nos alcanzará. —El comisario se paró frente a su superior, a una distancia que parecía un abismo sin fin. —Así que no sé de tanto crédito, Conway, porque hay más peligros ahí afuera que estar con usted. —El ruso suspiró, nunca creyó que su confesión sería en un hospital y menos bajo las circunstancias en las que se encontraban. —Estoy enamorado de usted, y solo yo puedo decidir si correr el riesgo de estar a su lado. Por lo que no viene al caso que use eso como una excusa cobarde para alejarme como ha venido haciendo hasta ahora.
—Volkov... —intentó hablar Conway.
—Y eso haré. Voy a permanecer a su lado como hasta ahora, como su comisario, como su compañero en el CNI y nada más. A partir de hoy, somos compañeros de trabajo, nada más. —Sentenció Volkov, saliendo enseguida de la habitación, dejando ahí a un Conway que parecía no ser capaz de asimilar lo sucedido.
Era eso lo que quería, ¿no? Mantener a Volkov lejos, a salvo de los peligros que lo acechaban estando a su lado. Pero entonces, ¿por qué lo estaba matando el dejarlo ir? Si sabía que era lo mejor, ¿por qué quería correr detrás suyo, abrazarlo y mantenerlo así, por siempre, a resguardo entre sus brazos.
—Volkov... —Lo llamo en silencio, pero tal como había dicho su comisario, cobardemente, lo dejo ir.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora