"SOSPECHAS"

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Desde su lugar, tumbado en la cama con un brazo bajo su cabeza, Conway admiraba embobado a su comisario recién salido de la ducha. El cabello plateado aún húmedo cayendo sobre su frente, su piel pálida tintada de un tono rosado por el calor del agua, los músculos bien marcados, las múltiples cicatrices, el vello casi invisible de lo claro que era, las largas piernas, el trasero... sí, le gustaba su trasero, su forma, la firmeza...
—¿Ve algo que le guste? —Lo interrumpió Volkov al percatarse de su escrutinio.
—Veo todo lo que me gusta. —Respondió descarado.
Volkov negó con la cabeza un tanto avergonzado. Que Conway lo mirara como si fuera la octava maravilla era algo que lo descolocaba por completo. Se acercó al armario para sacar algo de ropa y vestirse.
Conway lo seguía mirando, era un desperdicio no admirarlo. Su mirada se detuvo sobre la marca casi negruzca sobre el omoplato izquierdo de su comisario. El frío del miedo que sintió ese día se deslizó por todo su cuerpo. Lento, se puso de pie, se acercó a Volkov y presionó los labios contra la fea marca. —¿Me lo vas a prometer? —Cuestionó envolviéndolo entre sus brazos.
—¿Me lo puede prometer usted? —Contraatacó el ruso, colocando las manos sobre las de su superior y enlazar sus dedos.
—¡Puto rusky testarudo!. —Se quejó el pelinegro. Porque tal como Volkov le dijo todas las veces anteriores que tocaron el tema, él haría lo mismo si la situación fuera al contrario, sin dudarlo se pondría entre una bala y su pareja.
Volkov solo sonrió y disfrutó de ese abrazo un poco más antes de que Conway se apartara para meterse en la ducha.
Unos minutos después los dos iban en el auto de Conway de camino a la comisaría. Volkov conducía mientras su superior revisaba los mensajes en su celular. Su semblante iba cambiando a medida que leía, podía sentir sin verlo la tensión aumentar, así como la ira que de pronto impregnaba el aire entre ellos.
—Vamos al hospital. —Ordenó apretando la mandíbula.
—10-4. —Obedeció el comisario. —¿Qué ha pasado?
Conway soltó el aire de forma muy lenta. —Horacio, al parecer la mafia lo ha descubierto.
—¿Qué tan mal está? —Interrogó apenado.
Su superior se pasó una mano por el cabello con calma. —Mal.
Volkov supo poco después de ingresar al CNI que tanto Horacio como Gustabo estaban trabajando como agentes infiltrados dentro de la organización que movía la coca en la ciudad. Así mismo sabía que seguían siendo parte del CNP como los subinspectores Dan y Fred. Nunca dudó de las decisiones de su superior al ponerlos en una investigación tan peligrosa e importante, sin embargo sabía que ahora él se culparía por lo que fuera que hubiera pasado, así como las repercusiones que eso tuviera en ese par.
Llegaron al hospital poco después, Volkov estacionó el auto frente a la entrada y ambos bajaron de este caminando hombro con hombro hasta él área de recepción. Conway estaba por preguntar a la enfermera cuando Gustabo  se les acercó desde una de las salas laterales.
—¡Se lo dije, le dije que Horacio no estaba hecho para eso! —Habló el rubio elevando la voz. —¡Todo esto es por su culpa!
—Cálmese. Eso lo primero. —Intervino el ruso, no iba a permitir que nadie le hablará así a su jefe. —Este no es lugar para hablar de eso, simplemente expliqué que pasó.
Gustabo parecía muy alterado, sin embargo había a su alrededor una extraña calma, como si se estuviera divirtiendo. Al menos esa impresión le dio a Volkov.
—¿Cómo está?
Conway parecía perdido.
—¿Cómo quiere que esté? —Atacó el de cabellos rubios. —Le han dado una paliza, le pegaron un tiro en una pierna. Hace días que lo... nos tenían encerrados en un puto hoyo de mierda.
—¿Nos? —Volkov miró al rubio con sospecha pues no se le veía para nada golpeado, o como alguien que lleva días encerrado. —Usted no parece muy golpeado.
–Soy más fuerte... pero ay... —el rubio se agarro a la camisa de Conway quejándose de forma más que exagerada. —Ay, ay... me duele la espalda... y el brazo...
—Será mejor que te revise un médico. —Conway pareció salir del trance en el que se encontraba.
—¡No,no... no es necesario...
Uno de los doctores salió de la sala interrumpiendo a Gustabo. De inmediato los dos hombres se adelantaron para preguntarle sobre el estado del de cresta. El médico les informó que estaba fuera de peligro, tenía varias costillas rotas por los golpes, así como una herida de bala en la pierna y signos de haber estado cautivo sin agua ni comida durante varios días.
Se escuchaba mal, pero el doctor les aseguro que con algo de descanso y rehabilitación estaría bien.
—¿Puede hacerle un chequeo a este hombre también? —Cuestionó Volkov al doctor, señalando a Gustabo.
El médico los miro algo confundido. —Pero... ya lo hicimos, caballero.
—¡A eso iba, pero es que no me dejan hablar! —Se quejó el de cabellos rubios. —Gracias doctor, ya les explico yo...
—No. Que me explique él. —Conway se dirigió al medico.
—No hay nada que explicar, le hicimos radiografías y una tomografía debido a que nos indicó que tenía dolor en la espalda, sin embargo no encontramos nada malo, está completamente sano. —Explicó el doctor.
—Que alivio saber eso. Gracias doctor.
Conway hizo un leve asentimiento como agradecimiento al doctor y este se retiró dejándolos solos. El ambiente era tenso entre ellos, pero nadie dijo nada.
Volkov no confiaba en Gustabo, de hecho no confiaba en nadie más que su superior, pero con el rubio era mucho más que eso, desde que lo conoció, tenía dudas sobre la clase de persona que era, pues por fuera parecía una buena persona, sin embargo hacía cosas que contradecían mucho esa idea. Había algo en él, que el ruso no lograba descifrar y que le inspiraba una gran desconfianza.
Los tres hombres permanecieron en el hospital a la espera de que Horacio despertara, Volkov y Conway se quedaron apoyados contra la pared afuera de la habitación, mientras un muy despreocupado Gustabo se paseaba por la sala de espera, pegado constantemente a su teléfono celular.
—¿Tú también crees que es mi culpa? —La voz triste de Conway lleno el silencio entre ellos y Volkov deseo poder abrazarlo en ese momento.
—No. —Respondió seguro de su respuesta. —Ellos conocían los riesgos, usted no los obligó a nada. No puede culparse por cada cosa que sucede con la gente a su alrededor. Cada uno es responsable de sus propios actos y decisiones, Conway.
Su superior lo miró con un toque de sorpresa y el ruso solo frunció las cejas confundido. —El amor te sienta bien. —Susurró muy cerca del oído de Volkov. —Te has vuelto más sabio.
Conway se movió y camino hacia el otro lado del hospital. Volkov estaba anonadado, no estaba seguro de que había pasado ahí, pero su corazón latía como un desquiciado en su pecho. Sus ojos azules detrás de las gafas estaban fijos en su superior mientras esté colocaba una moneda en la máquina y esperaba que su vaso se llenará de café.
Luego de un rato una doctora les avisó que Horacio había despertado y estaba algo alterado por lo que se apresuraron a entrar, aunque Gustabo parecía no tener prisa por ver a su hermano. Conway se aproximó a la cama y habló bajo. —¿Cómo te encuentras, hijo?
Volkov permaneció a su lado, un paso atrás y no interferir. Ese era un momento entre Conway y su "protegido"
—¿Qué me pasó? —Preguntó el de cresta que parecía demasiado confuso.
—No lo sabemos bien. ¿Tú recuerdas algo? —El Superintendente parecía no querer forzar al de cresta a hablar, lo cual era lógico pues aún estaba convaleciente.
—¡Horacio! —Gritó Gustabo entrando sin cuidado. —¡Coño Horacio, que susto me has dado!
—¿Gustabo? ¿Qué me pasó? —Volvió a preguntar el de cresta tocándose la cabeza como si le faltara una parte de esta.
—¿No lo recuerdas? ¿No recuerdas que casi se jode la investigación por tu culpa? —Atacó el rubio sin ningún tipo de consideración.
Horacio negó, lucia demasiado confundido. —No... no recuerdo... solo... nos pidieron que lo matáramos... —su mirada algo asustada se fijó en Conway.
—Tranquilo, todo estará bien. —Lo calmo el superior.
—Será mejor que lo dejemos descansar. —Sugirió Volkov. Más que nada porque no quería que Gustabo llenara de ideas erróneas las lagunas de su memoria.
Los dos hombres parecieron estar de acuerdo con la sugerencia del ruso y luego de despedirse salieron de la habitación dejando al de cresta solo para que descansará. Conway había pedido a uno de los subinspectores  que se presentará en el hospital y al salir le ordenó que cuidara la puerta de la habitación, nadie podía entrar sin su permiso.
Los tres hombres salieron del hospital, se montaron en el vehículo y Conway condujo hasta un estacionamiento privado cerca de ahí, se detuvo en el último piso y bajo del auto encendiendo un cigarrillo.
—Bien, te escucho, Gustabo.
El rubio miraba su teléfono incluso al salir del auto y pararse a un lado con la espalda contra una de las columnas de la edificación.—Bueno le cuento.
Volkov se quedó de pie junto a Conway con los brazos cruzados sobre su pecho, inspeccionando cada detalle en la actitud del rubio.
—La mafia nos puso una prueba. —Continuó Gustabo. —Vistieron a uno de los suyos como usted, y teníamos que darle un tiro. —Su voz en ningún momento cambió. —Horacio no lo hizo y casi hecha todo a perder... ellos ya no confiaban en nosotros... —solo en ese momento su voz flaqueó un poco, como sí esa desconfianza si le afectará. —Pero yo logre convencerlos de que estaba de su lado, a pesar de haber defendido a Horacio... ellos querían pegarle un tiro...
—No lo defendiste muy bien viendo cómo terminó. —Interrumpió Conway.
—Era eso o un tiro a la cabeza, ¿preferías eso, papu? —Se defendió Gustabo.
—Así que... lo dejaron encerrado, lo golpearon, le dispararon. ¿Y a ti no te pasó nada?
—Confían en mí. Aunque igual me encerraron, para darme una lección. —Despreocupado Gustabo encogió los hombros. —La investigación sigue en pie, ¿no es eso lo que te importa?
Conway asintió. Toda la situación le olía a mierda, pero una parte de él, tal vez la más ignorante y emocional se aferraba al voto de confianza que había puesto en Gustabo y Horacio. Una decisión que probablemente iba a lamentar.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora