EPÍLOGO

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El verano estaba terminando ya, aún así era un día húmedo y caluroso, de esos en los que te apetece tirarte de cabeza en el agua y no salir de ahí hasta que el sol se haya ocultado.
La ciudad de Los Santos llevaba un par de meses tranquilos, luego de la guerra contra las mafias muchas vidas se perdieron por parte de ambos bandos. Banderas tuvieron que ser plegadas, familias consoladas. Sin embargo, después de la tormenta viene la calma y de eso justo estaban disfrutando.

La vida era buena, en ocasiones. Y aunque para el comisario Viktor Volkov la vida fue una puta desgraciada la mayor parte de su tiempo en la tierra, hubo momentos en los que lo recompensó por toda la mierda que tuvo que tragar durante años. Tenía un trabajo que amaba, una casa que consideraba su hogar, el lugar al que deseaba regresar todas las noches luego de una larga jornada en la comisaría.
Tenía amigos, de esos que viven para molestarte, que se beben una cerveza contigo los viernes por la noche y te cubren siempre las espaldas.
Tenía salud, más o menos. Su corazón había quedado un tanto afectado luego de su encuentro con Pogo, sin embargo lo llevaba bastante bien, no se quejaba.
—El novio te está esperando. —La voz suave pero ronca de Jack Conway lo sacó de sus habituales cavilaciones.
Sus labios esbozaron una sonrisa y su mirada azul se fijó en la castaña de su antiguo superior a través del reflejo en el espejo. Sus manos trataban inútilmente de anudar correctamente el nudo de su corbata. —¡Me cago en la puta! —Gruño pensando en quemar la puta corbata e ir así.
Conway detrás suyo soltó una risa, desde luego su traje lucía impecable y ni hablar de su corbata perfectamente anudada bajo el cuello de la pulcra camisa blanca. —Ven, te ayudo antes de que te explote una vena. —Ofreció el de cabello negro. Tomo a Volkov por los hombros y lo hizo quedar de frente a él.
Sus dedos largos y cayosos se deslizaron por la suave seda de la corbata azul marino de Volkov y con gran pericia comenzaron a anudar los extremos hasta formar un perfecto nudo que con cuidado acomodo contra el cuello de su camisa.
Los ojos de Volkov no podían dejar de mirarlo, sus tupidas pestañas, las casi inexistentes arrugas que el tiempo iba dejando como marca de su paso en la piel de su frente, la nariz rota demasiadas veces, los suaves y carnosos labios que se mantenían formando una línea de pura concentración. Era atractivo, siempre lo fue, siempre lo sería.
—Listo.
Volkov volvió a mirarse en el espejo, se colocó la americana negra a juego con el pantalón y suspiro ante la imagen que le devolvía el espejo. —Estoy listo. —Afirmó fijando sus ojos azules en el reflejo de Conway que seguía de pie un par de pasos detrás suyo.
—Pues vamos antes de que el novio se arrepienta y salga corriendo. —Bromeó Conway.
Volkov soltó una ligera risa, se ajustó la americana y siguió al ahora agente del FBI fuera de la habitación. Salieron juntos al jardín donde la gente se giró para mirarlos mientras caminaban los dos hacia el altar. Se detuvieron frente al juez de paz y tomaron sus lugares, esperando que la música comenzará a sonar y dar inicio a la ceremonia.
—Creí que te habías arrepentido. —Susurro a su lado un muy nervioso Greco.
—Te daba tiempo a escapar. —Respondió Volkov siguiendo la broma.
—¿Escapar? ¡Ni de coña! Yo de aquí salgo casado sí o sí.
Volkov rió con ganas. La música comenzó a sonar, la gente se puso de pie, su mirada se fijó de forma casi automática en el hombre frente a él que también lo miraba. Sus ojos azules conectaron con los castaños y su sonrisa se hizo más amplia. "Te amo" gesticuló su esposo, como si fuera un secreto entre ellos. "Te amo" respondió de la misma manera.
La música subió de volumen y la novia apareció a la entrada de la pasarela. Greco parecía a punto de desmayarse al verla por lo que Volkov no dudó en palmear suave su hombro dándole apoyo como su padrino de bodas.
Conway por su parte como padrino también, se acercó a recibir a la novia y entregarla a su futuro marido. Sus ojos no perdían de vista a su ruso, sabía que él también estaba pensando en el día que ellos se casaron, varios meses habían pasado ya desde ese momento y cada día daba gracias a la vida por permitir que Volkov y él construyeran día a día su propio camino. Juntos.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora