"VENGANZA Y EMPATÍA"

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Volkov tuvo que quedarse varios días en el hospital, pero al tercero ya estaba listo para asesinar a los doctores si se negaban a darle el alta.
Conway estuvo a su lado la mayor parte del tiempo, algunas veces le contaba sobre lo que pasaba en la malla, otras le relataba sobre los anormales que pululaban afuera del hospital cada vez que salía a hablar por teléfono o a fumar un cigarrillo, o simplemente a estirar un poco las piernas pues pasar horas sentado en la silla seguro que no era fácil.
Las pocas veces que se alejó del lado de Volkov fue solo para ir a su casa, darse una ducha, cambiarse de ropa y volver al hospital. De las comidas ya se encargaba Greco quien sin falta le llevaba algo para el desayuno, comida y cena.
El segundo día por la noche cuando Greco llego con la cena Conway le pidió quedarse un rato con el ruso, tenía algo importante que hacer, según dijo. Se despidió de Volkov de forma algo seca y salió del hospital. Caminó hacia la parte lateral del edificio y envió un mensaje.
<Ya estoy aquí, pasa por mí>
Apenas unos segundos pasaron cuando un auto negro todo terreno salió del parking cercano parando frente al Superintendente. Conway se subió en el lugar del copiloto y se abrocho el cinturón de seguridad. —Date prisa, no tenemos mucho tiempo.
—¿Cómo está él? —Cuestionó Freddy con su característico acento, pero sin rastro de burla en su tono de voz. El chorbo sabía bien que si en vez de estar en el hospital Volkov estuviera en el cementerio, la ciudad sería una zona de guerra, una guerra en la que el hombre a su lado mataría a cualquiera que se le cruzara enfrente sin importar si era culpable o inocente.
—Está bien... él está bien.
Freddy no pasó por alto la mirada que Conway dirigió hacia el hospital al lado del cuál pasaban a la vez que respondía, y su respuesta le pareció era más para sí mismo que para él, como si tratara de convencerse de que el cara almendra realmente estaba bien.
—Puedo hacer esto solo si lo prefieres neno. —Ofreció sincero.
—No. Quiero hacerlo yo mismo. —Conway lo miró y aun con las gafas puestas Trucazo fue capaz de ver el brillo peligroso en los ojos contrarios.
—De una neno.
Freddy pisó el acelerador y se dirigió hacia el norte. Durante todo el trayecto no hablaron, no hacía falta, él sabía cuál era su lugar en ese momento y no era el de hacer el gilipollas. En pocos minutos llegaron hasta su destino, Freddy aparcó el vehículo donde no estuviera a la vista y se colocó el pasamontañas y los guantes antes de bajar.
Se aseguró de que nadie rondará los alrededores y con el arma en la mano camino hacia la entrada del cobertizo. No había luces ahí, ni casas cerca, por eso había elegido el lugar y aunque algún despistado pasaba por ahí alguna vez buscando drogas era improbable que aparecieran a esas horas.
—¿Necesitas que te consiga algo más? —Preguntó ya en la puerta.
Conway negó, su semblante era tan frío, tan desalmado que por primera vez Freddy lo creyó capaz de matar incluso a sus "amigos" de ser necesario. Pero a la vez, se contradecía con la razón por la cual estaban en ese lugar.
Ambos cruzaron la puerta y el hombre que permanecía dentro, atado a una viga, semidesnudo y con un pasamontañas sobre la cabeza tembló tirando de sus amarres para liberarse. —¿Quién es? ¿Qué quieren de mí? ¡Ya les dije que se equivocan de...
Freddy ni siquiera había visto a Conway moverse. Un segundo estaba a su lado y al siguiente le propinaba un puñetazo en el estomago al hombre que dejó de hablar al quedarse sin aire. Supo entonces que lo mejor era quedarse a un lado y no intervenir, tampoco planeaba hacerlo a menos de que fuera necesario o su ayuda fuera requerida.
Conway se preguntaba constantemente si alguna vez hubo paz en su interior. En su cabeza desde luego que no. Vivía en una constante lucha, yendo de un pensamiento a otro, ideando, recordando, hilando planes, pensamientos, ideas, posibilidades, imposibilidades, culpas, etc. Y aún así, se las arreglaba para manejarse como un humano normal entre el trabajo como policía, el CNI y toda la puta mierda que debía tragar día tras día.
Pero él no era un humano normal. Era un monstruo, una aberración creada entre guerras, misiones, muerte y sangre. Era lo que hicieron de él, era veneno que contaminaba todo lo que tocaba destruyendo de a poco todo lo que tenía cerca, como hizo con sus agentes caídos, como hizo con su familia, con Volkov...
—¿Sabes quién soy? —Preguntó al hombre que colgaba de la viga, tosiendo como un desgraciado. —¿No? —Le quitó la máscara, lo tomo del cabello y tiro hacia atrás con fuerza obligándolo a mirarlo a los ojos. —¡Soy tu puta peor pesadilla! —Escupió propinándole un par de puñetazos al costado.
—Bájalo. —Ordenó a Trucazo quien de inmediato cumplió la orden.
—Ya no eres tan Valiente, ¿verdad? —Conway caminaba alrededor del tipo, acechándolo como predador a su presa. —Sin una pipa en la mano, no hay cojones a enfrentarme, ¿cierto? —Lo retó dándole un empujón.
—Yo... no sé quién eres... ni porque estoy aquí... yo no he hecho nada... —se defendió el hombre tratando de mantenerse a distancia, lejos de los puños de su agresor.
—¿Qué no has hecho nada? —Aquello hizo explotar la furia en Conway quien igual que una fiera herida se lanzó contra el sujeto que casi mata a su comisario. Sus puños arremetieron contra el cuerpo ajeno una y otra vez sin control, aquello no era una pelea, era un castigo, una masacre, una despiadada venganza. —¡Casi lo matas, hijo de puta! —Gritaba el Superintendente lanzando golpes cada vez más agresivos. Su contrincante trato de defenderse pero no le sirvió de mucho, pronto terminó en el suelo donde sufrió la ira de Conway hasta que este pareció entrar en razón.
Freddy observó todo desde lejos con una fría calma que casi lo asusto a él mismo. Ahora entendía algunas cosas, y aunque esa información sería el arma perfecta para derrocar un imperio, por primera vez sintió una real empatía hacia Jack Conway pues entendía, lo entendía porque él haría lo mismo por una sola persona.
El sonido del disparo a la cabeza del sujeto lo sacó de sus pensamientos, miró el desastre causado por el contrario y suspiró. Tenían mucho para limpiar. Rápidamente se puso manos a la obra y en menos de treinta minutos no quedaba rastro en el lugar de lo que había ocurrido.
—¿Te dejo en el hospital, neno? —Preguntó cuándo iban ya en la camioneta de vuelta a la ciudad.
—En mi casa. Tengo que ducharme primero. —Conway miraba enajenado por la ventanilla mientras fumaba un cigarrillo y a Freddy le pareció extrañamente más humano que nunca. Tal vez porque podía ver en el cansancio de su perfil la cantidad enorme de culpa que cargaba encima.
Treinta minutos después, Conway volvió al hospital. Tenía los nudillos hechos mierda y los brazos entumecidos por el cansancio, pero se sentía en paz mientras miraba dormir a Volkov.

&quot;CAMINOS&quot; (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora