"Cinco Milímetros"

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Sentir calidez era algo extraño para el comisario del CNP de Los Santos, Viktor Volkov. Desde su nacimiento estaba acostumbrado al frío, tanto físico como emocional, y es que la vida no le dio muchas oportunidades para desarrollar esa clase de calidez que viene desde el corazón y te hace sentir que estas justo en el lugar al cuál perteneces.
Nunca en su vida tuvo un hogar, excepto tal vez aquel corto tiempo que vivió en la capital con su hermana. Ella le daba esa especie de calidez, ella le quería a pesar de su mal carácter, de su frialdad, de su falta de interés por el mundo. Ella lograba darle razones para sonreír, le contagiaba su positivismo, su alegría. Era su amiga, su apoyo y confidente, ella era todo y le arrebataron eso de las manos sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Desde entonces el frío era su única compañía y estaba bien con eso.
Hasta que llegó a su vida el desgraciado y egocéntrico Jack Conway. Ya ni era capaz de recordar con exactitud en qué momento ese hombre odioso se convirtió en su fuente de calidez. Si lo pensaba mucho era algo bastante surrealista pues Conway era tan o más frío que él mismo, por ello se preguntaba constantemente que había en él que lo atraía como luz a las polillas.
La cuestión era que no importaba, le gustaba sentirse así cuando estaban cerca por lo que dejó de preguntarse los motivos, incluso llegó a la conclusión de que no necesitaba que sus sentimientos fueran correspondidos, era feliz solo teniendo la oportunidad de amarlo de lejos, sabiendo que estaba bien -o lo que en su normalidad podía considerarse estar bien- velando por su seguridad, y haciendo lo posible por aminorar la carga que sabía llevaba sobre los hombros.
Con esa sensación de calidez cubriéndolo como la más suave de las mantas, Volkov abrió un poco los ojos, volviendo al cerrarlos al recibir la luz blanquecina que lo cegó unos segundos. Soltó un quejido al tratar de cubrirse el rostro y sentir una punzada de dolor en el costado.
—¿Volkov? —Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al escuchar la voz de Conway llamarlo. ¿Estaba soñando?
—Volkov...
Apenas iba a abrir los ojos cuándo sintió el desesperado toque de unos labios sobre los suyos y un par de manos en sus mejillas. Era un sueño, definitivamente era un sueño. Se dijo a sí mismo pues eso era algo que sólo podía pasar en sus sueños, y cómo tal decidió disfrutarlo. Separó los labios y correspondió el beso con timidez que pronto se convirtió en desesperación, en la necesidad de años deseando saborear esa boca que solo era capaz de admirar de lejos.
El sonido de alguien aclarándose la garganta rompió el momento y Volkov sintió que su cuerpo se volvía pesado, muy pesado.
No era un sueño.
Abrió los ojos muy lentamente. Conway lo miraba... no supo interpretar su expresión, parecía aliviado, temeroso, feliz, quizás... —¿Conway? —Cuestionó inseguro.
—Estás aquí... estás bien... —Su superior pareció recobrar la compostura y se aclaró la garganta, aunque ni se alejó ni lo soltó. —La próxima vez que me hagas algo así... ¡te mataré yo mismo hijo de puta!
No sabía qué había hecho en realidad pero no importaba mucho. No cuando Conway lo envolvió en sus brazos con fuerza, pero un cuidado que le enterneció el alma. —10-4 —Respondió alzando un brazo para pasarlo por la espalda de su superior y se quedará así un poco más. Si algo le dolía no importaba ya, ese abrazo lo valía todo
—Le avisaré a la malla que ya despertó... —anunció en voz baja un Greco muy incómodo. Nunca esperó presenciar algo como lo que tenía enfrente, pero bueno, eso explicaba muchas cosas.
—¿Greco? —La pareja por fin se separó y Volkov miró a su compañero compañero comisario.
—Es verdad... Greco está aquí... —Conway regresó a la silla en la que había estado sentado las últimas horas, aunque sus ojos castaños seguían fijos en el rostro del ruso.
—¿Qué me pasó? —Interrogó Volkov haciendo gestos de dolor cada vez que intentaba moverse.
—¡Deja de moverte, capullo! Te dieron un puto tiro que casi te mata.
—Hablar con tacto, no es lo suyo, ¿verdad? —Greco se acercó a la cama y le dio un suave apretón en el hombro a Volkov.
Conway solo gruño.
—Un código tres, usted y Johnson fueron abatidos, pero su herida fue mucho más seria. —Rodríguez comenzó a explicar lo más calmo posible. —Según Lara tuvo la mala suerte de que la bala impactará cinco milímetros por encima del chaleco antibalas, perforando una arteria a su paso. Aunque también tuvo la suerte de que por esos mismos cinco milímetros la bala impacto en la costilla, evitando su camino hacia su corazón.
Volkov se estremeció al escuchar la explicación de Greco. Era surrealista que estuvo a solo cinco milímetros de morir, algo que parecía tan insignificante, pero que era la diferencia entre la vida y la muerte. No le temía a la muerte, en algún punto de su vida incluso deseo que viniera por él, pero ahora, no quería irse, no sin antes confesarse... aunque... ¿Conway lo había besado? ¿Eso era real? Por inercia su vista se dirigió a su superior pero él no lo miraba, parecía estar perdido en sus pensamientos.
—La malla ha estado esperando noticias, iré a decirles que estás bien.
—Greco... —lo llamó Conway cuando ya se iba.
—Yo no he visto nada. —Dijo ocultando una risita cómplice. Realmente estaba en shock por lo que sí había visto pero que guardaría en absoluto secreto.
—Conway...
Su superior lo miró un momento, tomó su mano, se acercó a besarle los nudillos y le sonrió. —Habláremos luego.
Volkov estaba estupefacto, su corazón latía acelerado dentro de su pecho, y hubiera jurado era un sueño de no ser por la calidez que lo envolvía comenzando por la mano que Conway sostenía aún entre la suya.
Para su mala fortuna alguien tocó a la puerta y su burbuja se rompió. Conway se sentó recto en la silla y soltó su mano antes de indicar que entrarán. Uno a uno los agentes pasaron a saludarlo y a desearle que se recuperara pronto. Volkov lo agradeció con sinceridad, nunca creyó que la malla sintiera alguna clase de aprecio por él pues no era la persona más sociable o amable del mundo.
Al final Conway los mando a todos a descansar, aunque la mayoría le informó que preferían patrullar y Greco se ofreció a organizar todo mientras él se recuperaba.
Sin querer, Volkov por fin tendría vacaciones. Y no estaba solo, Conway seguía ahí, a su lado, llenando su vida de calidez.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora