"EL ENEMIGO"

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Sentado tras su escritorio, en completa oscuridad, Jack Conway fumaba lentamente un cigarrillo. Estaba preocupado, llevaba dos días tratando de contactar con sus agentes infiltrados y sin embargo no lo había conseguido. Se arrepentía de haberlos enviado a infiltrarse en la mafia sin ningún tipo de experiencia previa, ese mundo era muy traicionero, aunque ellos ya lo conocían bastante bien pues habían vivido en las calles casi toda su vida, por ello supuso que sería el trabajo adecuado para ellos pero quizás, se precipitó y cometió un grave error.
—¿Quiere realizar un diez diez? —La voz de Volkov a través de la radio lo sacó de sus pensamientos y lo trajo de regreso a la realidad.
—Volkov, ven. —Susurró en respuesta. No se lo diría en voz alta pero lo necesitaba, le hacía falta su cercanía, y para qué negarlo, su opinión también pues por mucho que afirmara no confiar en nadie, confiaba ciegamente en el ruso.
Volkov estaba en los vestuarios cambiándose el chaleco cuando recibió la respuesta de su superior. Lo conocía demasiado bien como para saber solo por su tono de voz que algo le pasaba. Se le escuchaba preocupado, cansado, y tal vez algo triste aunque eso seguro nunca lo aceptaría en voz alta. Como fuera, no tardó nada en salir de vestuarios, correr escaleras arriba y hasta el despacho donde entró intentando no jadear por lo rápido que corrió para llegar hasta él.
—¿Está usted bien? —Cuestionó quedándose de pie en su sitio habitual. La oficina estaba a oscuras, sin embargo él conocía el espacio como la palma de su mano.
Conway apagó el cigarrillo en el cenicero, se puso de pie y caminó hasta su comisario, lo envolvió entre sus brazos con fuerza y hundió la cara en su cuello para aspirar su aroma tan característico, tan familiar para él. Volkov no dudó en abrazarlo de vuelta con todas sus fuerzas, sin decir nada, no hacía falta, entre ellos no faltaban las palabras porque incluso en sus silencios se entendían a la perfección.
—Vamos a casa. —Susurró Conway contra la piel de su cuello, provocándole un escalofrío por todo el cuerpo.
Volkov asintió, sin embargo no se movieron de cómo estaban, alargando un poco más ese momento de intimidad entre ellos, sin importarles que estaban en comisaría donde cualquiera los podía ver.
Luego de unos minutos el teléfono celular de su superior comenzó a sonar de forma insistente por lo que se vieron obligados a separarse. Conway frunció las cejas al ver el número desconocido. Guardó de nuevo el teléfono y junto a Volkov salió de comisaría, ninguno de los dos tenía vehículo ahí por lo que tendrían que caminar hasta el garaje central. Apenas habían cruzado la calle cuando su teléfono sonó de vuelta.
El mismo número desconocido.
—¿Quién coño eres y qué cojones quieres? —Respondió de mala gana.
—Soy el fantasma del pasado, y quiero verte sufrir. —Dijo la voz al otro lado del aparato.
La llamada se cortó. Un cuatro por cuatro giro en la esquina detrás de ellos y por un milisegundo el tiempo pareció detenerse. Conway apenas alcanzó a ver el cañón de un arma apuntando directo hacia él antes de que Volkov entrara en su campo de visión parando con su cuerpo la bala que claramente iba para él.
—¡Volkov! —Gritó desesperado. Cogió al ruso con un brazo. Desenfundó su arma y disparo contra la camioneta negra que desapareció entre las calles cercanas.
Conway sostuvo a Volkov con miedo entre sus brazos apoyándolo contra la pared cercana para poder revisar donde lo habían herido.
—¿Jefe? —Greco y Louis llegaron hasta ellos corriendo desde comisaría, alertados seguramente por los disparos.
—¡Le han disparado a Volkov! ¡Llamad una puta ambulancia! —Ordenó desesperado.
—No es necesario... —habló el ruso con dificultad. —Dio en el chaleco... solo me dejo... sin aire...
—¿Vieron a los sujetos? —Cuestionó Rodríguez, ignorando lo cerca que estaban su compañero y su jefe, enfocado en el entorno por si los atacantes volvían.
—Iban en una cuatro por cuatro con cristales tintados. —Informó el superior mirando con preocupación a su comisario. —¿Seguro no necesitas ir al hospital?
Volkov negó. Le dolía un huevo la espalda pero eso era todo.
—¡Trae un patrulla! —Ordenó a Louis quien no tardó en cumplir dicha orden.
Los cuatro se subieron al vehículo y a pesar de las negativas de Volkov terminaron por orden de su jefe en el hospital. El mismo jefe de médicos se encargó de revisar al ruso quien se quejó todo el tiempo, pero se dejó hacer para tranquilidad de su superior.
—¿Iban a por usted, o por él? —Greco, cruzado de brazos, interrogaba a su jefe. 
—Por mí. Eran los mismos que se cargaron a Ivanov y Gonetti, estoy seguro.
—Yo sé que hay muchas cosas que ustedes dos me ocultan. —Rodríguez soltó un largo suspiro. —Pero que no se les olvide que ellos eran compañeros nuestros también, amigos, familia.
—No se le da la espalda a la familia para defender a un delincuente. —Conway gruñó con molestia cada palabra.
Greco asintió avergonzado, no por haber defendido a aquel chico en el que confió, sino por darle la espalda a quien creía y consideraba su amigo. —Fue un error. Somos humanos, se nos permite cometerlos de vez en cuando.
—No cuando podrían costarle la vida a tu familia. —Conway se acercó a Rodríguez, quedando cara a cara. —¿Cómo te sentirías si ese muchacho hubiera tomado tu arma en ese momento y le hubiera pegado un tiro a Volkov, o a cualquier otro policía de los que estaban ahí? —Su teléfono volvió a sonar y se apresuró a contestar. —Piensa en eso, y luego me hablas sobre familia. —Agregó antes de salir del hospital para poder hablar.
—¿Qué pasa, el ruso se ha desangrado? —Quien fuera al otro lado, usaba un modulador de voz, por lo que Conway asumió era alguien a quien conocía.
—Muy valiente, enviando a tus perros a hacer el trabajo sucio. —Dijo el pelinegro mirando alrededor por si alguien se acercaba.
—Es lo que nos enseñaron, Jacky. —Hubo una breve pausa en la que solo se escuchaba una respiración. —Aunque debo admitir, hubo trabajos sucios que disfrute muchísimo.
—¿Quién cojones eres? —Gruñó al aparato.
—Quién quiera ser. Muchos y ninguno. —El bastardo soltó una risa enloquecida. —La unión entre el pasado y el presente.
—¡Déjate de gilipolleces!
—¿Gilipolleces? ¿Ya olvidaste a tu familia, Jacky? —La burla estaba presente en cada palabra. —¿Olvidaste a Julia, y los niños? Yo aún recuerdo cómo gritaron al morir.
Conway sintió una explosión de ira nacer en lo más profundo de su corazón, pero se mantuvo calmado, no quería que Volkov se preocupara por él luego de casi morir por salvarle la vida. —¿Qué coño quieres? —Insistió.
El otro rió a carcajadas. —Hacerte sufrir, Jacky. Quitarte todo lo que amas, como tú me lo quitaste a mí.
—¡Yo no sé quién mierda eres! ¿De qué cojones hablas?
—Lo sabrás. A su debido tiempo. Dale saludos al ruso de mi parte si es que sobrevive.
La llamada se cortó y Conway estampo el aparato contra el suelo haciendo que explotara en miles de pedazos. Sacó la porra y arremetió a golpes contra un auto y la ambulancia que estaban estacionados frente al hospital. Su rabia era demasiada y la había contenido por demasiado tiempo, los cristales volaron por todas partes y cuando los golpes no fueron suficientes sacó el arma y disparo con rabia contra los vehículos.
Volkov hizo que el doctor le firmara un papel que decía que estaba perfecto, sabía que solo así iba a convencer a su superior de que estaba bien. Estaba por ponerse de vuelta su camisa cuando los gritos y disparos afuera del hospital lo hicieron salir corriendo con su arma en mano. —¿Qué coño? —Cuestionó a Louis quien se dirigía hacia afuera del hospital.
—No lo sé, de pronto se oyeron disparos.
—¿Y el Superintendente? —Interrogó desesperado.
Louis negó con la cabeza. Y Volkov sintió un miedo descomunal recorrer su cuerpo, los de antes iban a por su superior, ¿y si volvieron a terminar el trabajo? El ruso corrió a toda prisa, cruzo la puerta de cristal y no se detuvo hasta que vio a Conway con el arma en la mano, disparando a una ambulancia.
Sin darse cuenta suspiro aliviado. —No se acerque. —Ordenó a Loius y a Greco quien llegaba en ese momento desde un lateral del hospital.
Volkov guardó su arma en la parte trasera del pantalón, alzó los brazos y con mucha calma se acercó a su superior. —Conway. —Lo llamó con voz firme. —Conway, cálmese. —Insistió al no tener respuesta. —¡Conway! —Habló más fuerte.
El Superintendente apuntó su arma hacía Volkov. Él no se movió, se quedó justo ahí, frente a él, con las manos en alto. —Conway... —Lo llamó suavemente. Su superior pareció entrar en razón al escucharlo. Bajo el arma, gruñó algunas palabras ininteligibles y se pasó la mano por el cabello.
—El CNP pagará por los vehículos dañados. —Dijo Volkov a los médicos y curiosos que se acercaron a ver lo que pasaba. Discretamente empujó a Conway e hizo que se subiera al patrulla en el que llegaron. Se colocó tras el volante y condujo con rumbo al norte, a su casa tal como Jack había dicho antes.
—Me dijiste que no lo harías. —Mencionó Conway luego de un largo rato.
—¿Disculpe? —Su mirada azul se fijó solo unos segundos en su superior antes de volver a la carretera. No le gustaba verlo así, quería saber que le había pasado, pero no iba a agobiarlo con preguntas.
—Te pedí que nunca te pusieras frente a una bala por mí, y lo hiciste. Lo prometiste, Volkov.
—No lo prometí. Eso lo primero. —Volkov detuvo el patrulla a un lado de la carretera y se giró para poder mirar a Conway quien permanecía con la vista fija al frente. —Nunca dije lo prometo, porque es algo que no puedo cumplir, Conway.
—Casi mueres por mi culpa... otra vez...
—No. —Volkov con mucho cariño hizo que su superior lo mirara a los ojos. —Casi muero al ver esa arma apuntarle. Así que téngalo claro, haré todo lo posible para que siga con vida, porque yo sin usted, moriría. —Explicó decidido.
—Capullo... —Conway lo tomó por la nuca y lo acercó a su cuerpo para abrazarlo con todas sus fuerzas y de paso asegurarse que no tenía ninguna herida en la espalda.
Volkov se dejó abrazar, y abrazo de vuelta a su pareja. Su pareja, le gustaba pensar en Conway como su pareja. —¿Me va a contar, porque disparo contra una inocente ambulancia?
—Te lo contaré en casa. —Conway rompió el abrazo y lo miró frunciendo las cejas sobre el puente de su nariz. —¿Y dónde cojones está tu camisa? ¿Saliste así del hospital?
Volkov soltó una risa de esas que le gustaban a Conway pues era de esas sinceras que sólo él era capaz de provocar en el frío ruso.
—Había disparos, perdone por no pararme a ponerme la camisa antes de salir. —Mencionó con diversión.
—Capullo... —Repitió Conway ya más tranquilo, aunque pensando en volver y asesinar a quienes hubieran visto a su comisario semidesnudo.
Volkov sonrió y siguió conduciendo con rumbo hacia la casa que compartían en el norte, iban a tener una noche más de calma, ignorando que en el hospital, su celular dejado por accidente sonaba constantemente por la llamada de un número desconocido.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora