"STORM" (PARTE 1)

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Volkov despertó por el sonido que producía la lluvia al golpear los cristales de la ventana, no había luz en la habitación por lo que supuso era de noche aún. Perezoso se removió entre la ligera sabana que cubría su cuerpo, un fuerte brazo se cerró con más fuerza contra su torso y sonrió al sentir el calor de Conway pegarse más a su espalda.
—Buenos días, mi amor. —Susurró muy bajito. Como si fuera un secreto que no tenía derecho a pronunciar en voz alta.
Conway se movió detrás suyo, su erección matutina se deslizó de forma lasciva entre sus nalgas provocándole un placentero escalofrío. Volkov gimió bajo, su cuerpo entró en calor de inmediato y no se detuvo a pensar, simplemente presionó más el trasero contra su pareja, creando entre ellos una agonizante fricción que lo estaba volviendo loco.
Conway gruñó contra su nuca, subió la mano hasta su pecho y lo obligó a arquear la espalda y sacar aún más el trasero. La otra mano se deslizó por su cuerpo, erizando su piel hasta envolver en un puño su ya supurante erección. Volkov gimió con fuerza, sus ojos se cerraron con placer y tembló. En todo su cuerpo hacía eco el placer que comenzaba en su nuca donde el aliento caliente de Conway le bañaba la piel, se repetía en su polla, la cual buscaba sus caricias al empujar las caderas de forma muy lenta, alargando la tortura del deseo, de la necesidad de ambos.
—Buenos días, mi Volkov.
Dijo Conway sobre su oído. Volkov supo que lo había escuchado antes, pero no le dio tiempo a reaccionar, de una estocada se hundió en su interior hasta chocar sus cuerpos y el fuego de la lujuria los consumió a ambos por igual. Afuera llovía con intensidad, adentro entre las sábanas, sus cuerpos se deshacían por el placer y el hambre del uno por el otro que no eran capaces de saciar.

—No me gusta nada de esto neno. Te lo digo yo, hay algo malo con ese tipo.
—¿Estás seguro de que todo esto es verídico? —Interrogó Volkov leyendo por tercera vez el informe que Freddy le había entregado. En este Trucazo informó que Gustabo no sólo era parte de la mafia de la coca, sino que la lideraba. Y no tenía idea de cómo llegó a ese puesto siendo un don nadie, sin embargo según su contacto dentro de la mafia era un tipo peligroso, sin escrúpulos, tanto como para haber sido él quien mantuvo a Horacio cautivo, aporreándolos todos los días solo por haberle fallado.
—Tengo un video.
Volkov alzó la vista y miró a Trucazo. —¿Cómo?
Freddy le entregó una tarjeta usb. Volkov la conecto a su computadora y miró expectante la pantalla. Poco tiempo pasó antes de que en la imagen aparecieran varios de los miembros de la mafia. Conway estaba ahí, de rodillas ante ellos. Volkov sabía que no era real, que no era el Superintendente pero no pudo evitar que el corazón latiera de forma dolorosa dentro de su pecho.
Horacio fue primero, sostuvo el arma contra la cabeza de Conway, se le vio dudar, se negó a disparar y se alejó del resto. Gustabo fue después, apuntó a la cabeza del Superintendente y disparó. No se lo pensó, no lo dudo, simplemente disparó y se molestó al darse cuenta que la pistola no tenía balas.
El video se cortaba ahí, para seguir luego con Horacio de rodillas y Gustabo apuntándole con un arma. En ningún momento le pareció que el de pelo rubio actuará en favor de la mafia, sino de sí mismo. Y de nuevo sin dudarlo disparo a Horacio en la pierna, el de cresta cayó al suelo gritando de dolor, pero Gustabo no se detuvo, cogió lo que parecía ser un bate y con este golpeó a su hermano una y otra vez sin piedad.
Volkov cerró el video, sentía ganas de vomitar, y no pudo evitar pensar que era un milagro que Horacio siguiera con vida después de eso.
—¿Os estaís haciendo una paja grupal? —La voz de Conway  a través de la radio lo hizo sobresaltarse. Una parte de él quería correr a donde estaba y abrazarlo, la otra quería golpearlo por no ver la realidad que tenía frente a sus putas narices. —¡Moved el culo nenas!, Gustabo quiere una reunión.
Volkov sintió que la vida se le caía al suelo. —Yo me encargo. —Dijo a Trucazo que como él parecía preocupado dada la información que había recopilado.
El comisario tomó el archivo y la tarjeta y se dirigió al despacho de su superior para hablar con él.
—¿Ya estás listo? Salimos en cinco. —Conway parecía demasiado emocionado por ir a la reunión.
—Tengo que hablar con usted antes.
—No tenemos tiempo, ¿es urgente?
Volkov asintió. Dejó los papeles del informe frente a Conway y le entregó la usb. —Tiene que ver eso...
—¿Mandaste investigar a Gustabo? —Conway lo miró de forma acusadora, tensando tanto las facciones que Volkov casi escucho su cráneo crujir. —¿A mis espaldas?
—Era necesario. Ese tipo no es de confianza. No debería estar pensando en reunirse con él...
—¿Me vas a decir tú ahora lo que debo o no hacer? —La voz del de pelo negro se elevaba cada vez más. Tomó el archivo y apenas lo miró por encima antes de lanzarlo contra la pared.
Volkov sintió como si su corazón se hubiera estrellado contra la pared junto con los papeles.
—Conway...
—¡No quiero saber nada más, Volkov! ¡Sé lo que hago, así que limitate a hacer tu puto trabajo!
—10-4... —Respondió el ruso saliendo de la oficina de su superior. 
Tal como le fue ordenado, se limitaría a cumplir con su trabajo, porque así era él, siempre el obediente soldado que nunca cuestionaba las órdenes y decisiones de sus superiores.
Cuarenta minutos después estaban posicionados de forma estratégica a lo largo de un viejo túnel abandonado al norte de la ciudad. Era un lugar olvidado, por lo que no tendrían problemas de ojos curiosos mirando alrededor.
Freddy con dos de sus hombres cuidaban la salida trasera, debían asegurarse de tener una ruta de escape libre. Horacio y el tercer hombre de Trucazo estaban posicionados como tiradores. Evans y Volkov como siempre permanecían detrás de Conway, cubriendo sus espaldas.
Por lo menos había sido inteligente e iban bien preparados.
Poco tiempo tuvieron que esperar antes de que por radio les avisaran que se acercaban tres vehículos. Dos cubrieron la entrada, uno siguió avanzando hasta el medio del túnel donde ellos se encontraban. Gustabo bajó del auto, se reajustó la chaqueta y con una gran sonrisa en el rostro se les acercó.
—Si no te conociera, pensaría que ya no confías en mí, ¡eh papu! —Se burlo de forma dramática. —¿Qué pasa? Pareces nervioso.
—Me pone nervioso no tener noticias tuyas, anormal. —Recriminó Conway caminando de un lado a otro, tal vez para no darles un blanco fijo a los posibles tiradores del bando contrario, tal vez porque simplemente no sabía estarse quieto. —Se supone me mandarías un informe hace días. ¿Qué pasó con eso?
—Ah. —Gustabo se encogió de hombros tranquilamente. —Pero eso es tan aburrido, yo te dije que no se me daba bien hacer informes.
—¿Y entonces que coño haces en la mafia? ¿Se han vuelto tus colegitas de pajas? —Conway se detuvo un momento frente a Gustabo, mirándolo fijo a los ojos. —¿A qué cojones estás jugando, eh, Gustabin?
—¿Yo jugando? Para nada. —El de pelo rubio soltó una risa y lentamente llevo una mano a su oído para activar el pinganillo que llevaba puesto. —Pueden venir. —Ordenó.
Volkov tiro del arma que llevaba en la espalda y apuntó hacia el vehículo en el que llegó Gustabo, Evans lo imito al segundo. De este bajaron tres personas más, tres personas que Conway y Volkov conocían muy bien.
—De la orden de disparar. —Gruñó a la radio, apretando con fuerza la mandíbula.
—¡No van a hacer una puta mierda! —Conway le dirigió tan solo una fugaz mirada de advertencia, pero para el ruso fue como un golpe directo al esternón.
—Veras, papu. —Gustabo se movió y Volkov le apuntó a la cabeza.
—Parece que no saben lo que es una reunión P A C I F I C A. —Habló Armando, mejor conocido como Nadando, principal responsable de la muerte de Ivanov, Gonetti, Torrente y Leopoldo.
Por inercia el arma del ruso se dirigió a la cabeza del tipo. La rabia creciendo sin control en su interior.
—¡Eh, Confleis! ¡Controla a tu puto perro ruso! —Intervino otro de los asesinos de policías.
—Bueno, bueno. Haya paz. —Gustabo alzó las manos poniéndose en medio de ambos bandos. —¡Qué hemos venido aquí a hablar en paz!
—¿En paz? —Conway soltó una fuerte carcajada. —Armados hasta los dientes. Con francos, y si no me equivoco un helicóptero...
—Son solo por precaución.
—¿Precaución? ¿Necesitas todo esto para hablar conmigo?
—¿Necesitas tú a los siete que te acompañan?
—¿Por qué estás haciendo esto? —Cuestionó Conway y de verdad parecía querer saberlo, como si su mente aún no procesará lo que pasaba.
—Por lo mismo que mis hombres y yo le pegamos de tiros a tus agentes. —Intervino Nadando. —Para verte rogar, verte sufrir como a un perro.
Si esperaban una reacción violenta por parte de Conway se equivocaron, pues el hombre de pelos negros permaneció impecablemente calmado. —¿Quieres verme sufrir? ¡Mátame y termina con todo de una puta vez! —Dijo con una frialdad que helaría la sangre a cualquiera.
—¡No, no, no! No será así de fácil, hombrecillo triste. Primero te vamos a quitar todo lo que quieres, todo aquel que te quiera... aunque, yo dudo que alguien te quiera, realmente estás más solo y triste que un perro callejero...
—Se equivoca. —Interrumpió la voz de Volkov antes de que pudiera hacer algo para quedarse callado. —Conway no está solo, tiene a mucha gente que lo quiere y lo respeta, yo por mi parte, lo seguiría sin pensar, porque a donde él vaya, sea cual sea el camino que escoja, yo lo acompañó.
Los cuatro de la mafia se rieron a carcajadas. Pero al ruso no le importó, había hablado con la verdad y no se arrepentía.
—Parece que tendremos algo más de diversión. —Musitó Gustabo, hizo un movimiento de cabeza a forma de despedida y los cuatro volvieron al auto.
Volkov esperaba que Conway diera la orden de disparar, toda la malla estaba prevenida por si necesitaban su apoyo. Pero la orden nunca llegó y tan solo pudo ver cómo los enemigos, asesinos de su mejor amigo, se iban como si nada.

—Vamos por ellos, es el momento, sabemos donde se esconden... —Freddy caminaba de un lado a otro en la sala de reuniones del CNI.
—No es el momento, van a estar preparados, sería una misión suicida. —Conway miraba la ciudad a través de la ventana.
—¿Cuándo será el momento, cuando nos maten a todos? —Interrogó Evans.
—Gustabo no haría eso... si tan solo pudiera hablar yo con él... —intervino Horacio quien se movía nervioso en su asiento. —Es mi hermano.
—Tal vez, aún podamos salvar a Gustabo...
—¿Disculpe? —Volkov sintió como si le hubieran tirado encima un balde de agua helada. ¿Qué más necesitaba ese hombre para darse cuenta?  —Es una puta broma, ¿verdad?
—Yo lo metí en esto... —Conway lo miró a los ojos y por primera vez en años le pareció estar mirando a un desconocido.
—¡Váya a tomar por culo! —Gruñó saliendo de la sala, de las oficinas. Necesitaba calmar su cabeza antes de volver a hablar.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora