"EXTRAÑOS"

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Tal y como prometió, Volkov se presentó en comisaría para trabajar al día siguiente. No había dormido nada en toda la noche, pero las gafas de sol oscuras que siempre portaba ocultaban las ojeras que se le marcaban bajo los ojos.
Al llegar se fue directo a los vestidores, se colocó el chaleco antibalas con algo de dificultad pues aún le dolía alzar el brazo. Fue a la armería y retiró todo lo necesario antes de meterse en la radio y saludar con un seco "aquí comisario Volkov"
Los policías de servicio respondieron a su saludo y le informaron que estaban en un código tres en una licoreria. Normalmente subiría al despacho a buscar a Conway, o buscaría la frecuencia de radio en la que se encontraba su superior, sin embargo no hizo ni lo uno ni lo otro. Se asignó a zeta diez, sacó a Putin y salió de la comisaría para ir a patrullar.
Quizás era por los medicamentos que tomaba para el dolor, o por lo cansado que estaba de todo, pero por alguna razón se sentía adormecido, como si fuera ajeno a todo, como si ya nada le importara.
Conway estaba de muy mala ostia. Llevaba toda la noche encerrado en su despacho, pensando, leyendo una y otra vez el informe médico sobre las heridas de Volkov. Cada vez que leía "cinco milímetros" se le formaba un nudo en el estómago y le costaba respirar. Tan cerca estuvo de perderlo... aunque ya lo había perdido de cierta manera. Pero al menos estaba vivo, tenía un futuro, una oportunidad de conocer a alguien, formar una familia y ser feliz. Algo que a su lado jamás tendría.
Porque él era veneno, su sola presencia contaminaba todo y no quería eso para él, no lo iba a condenar a una vida llena de mierda y podredumbre, Volkov merecía algo mejor, merecía ser feliz. Pero aunque se decía eso constantemente, le estaba costando tanto estar lejos de él, incluso si habían sido solo unas horas, no veía la hora en que el ruso llegará para salir a patrullar juntos como siempre.
Al cabo de un rato la voz de Volkov se escuchó por la radio, sin embargo no hubo el típico "priviet" de cada día. Conway recordó entonces el día en que por puro placer molestó al comisario diciéndole que debía cambiar ese saludo pues siempre era igual. Sin decir nada se movió en la radio a H-50, esperando que Volkov se le uniera, pero eso no pasó, en su lugar lo escucho anunciar su patrullaje en solitario.
Iba a gritarle que subiera a la frecuencia con él, porque el hecho de que no pudieran estar juntos, no quería decir que las cosas entre ellos debían cambiar, eran compañeros después de todo, él lo necesitaba como siempre y en el trabajo todo podía seguir igual, ¿verdad?
—Volk... —comenzó a hablar por radio.
—Volkov informa, me encuentro en un código uno de un Audi color negro... no logro ver la matrícula. —Informó Volkov interrumpiendo su llamado.
—10-4, comisario. ¿Necesita apoyo? —Moussa se le adelantó a Conway quien gruño saliendo de su despacho para ir a su patrulla.
—10-4, Moussa. Mando ubicación.
Conway pensó en silenciar la radio, en gritarle al jodido ruso por ignorarlo, en ir a donde estaba y darle un par de porrazos por no esperarlo, pero eso era lo que quería, ¿o no? Mantenerlo lejos y a salvo.
Quince minutos pasaron, Conway permanecía dentro del coche patrulla, estacionado a un lado del badulaque, escuchando a Volkov narrar por radio el desarrollo de la persecución. Una alerta de venta de drogas saltó de pronto y el Superintendente puso el vehículo en marcha para ir hacia ahí y mantenerse ocupado.
Estaba llegando a la zona del Tequila cuando en la radio sonó ese código que toda la malla tanto temía.
—¡QRR! ¡QRR! —La voz de Volkov sonaba agitada y Conway pudo escuchar los disparos a través de la radio.
—¡Manda tu puto 10-20, ahora! —Ordenó mirando el mapa y las marcas que le aparecían en el GPS. Volkov no le respondió pero en el GPS apareció su marca. —¡En camino! Al resto de la malla, acudan al 10-20 de Volkov, ¡cagando leches!
Por la radio se podía escuchar claramente el caos al otro lado y Conway no veía la hora de llegar al lugar y proteger a su comisario. —¡Moussa ha caído, son dos sujetos... con armas largas... —escucho en la radio. Pisó el acelerador a fondo aferrando con todas sus fuerzas el volante, enfocado en el camino, de nada le servía a sus agentes si terminaba estampado contra una farola.
Cuando llegó al lugar otra unidad zeta ya estaba ahí y habían abatido a los atacantes. Su mirada de inmediato buscó a Volkov, no lo veía, no lo escuchaba, ¿dónde mierda estaba? Casi corrió entre los agentes y los zetas hasta dar con el ruso que estaba tirado sobre la acera a un lado de Putin, había tanta sangre en sus ropas que su mente lo llevó de vuelta al momento en el que casi lo pierde.
—¿Volkov? —Lo llamó cayendo de rodillas junto a él. Trató de tocarlo, pero el comisario retiró su mano de un manotazo.
—¡Su puta madre! —El ruso se incorporó quedando sentado. —Solo fue una herida superficial en el hombro. Moussa es quien fue abatido.
Su mente jugaba con él. En realidad solo había una mancha de sangre en la camisa gris de Volkov, aunque juraría que vio más la realidad era que fue solo un sucio truco de sus propios miedos. —Te llevaré al hospital y revisen tu herida. —Ofreció intentando controlarse y porque debía asegurarse de que estuviera bien.
—Iré en Putin. Gracias.
Volkov se puso de pie, y sin mirarlo siquiera ordenó a los agentes que se hicieran cargo de los abatidos. Subió a su zeta y se marchó sin decir más.
Conway se quedó ahí parado, sin saber qué hacer. No había sido una orden como tal sin embargo era la primera vez que Volkov le decía que no y aquello fue como un golpe directo a su corazón.
El resto del día fue igual, Volkov solo le dirigía la palabra cuando era necesario, incluso el breve momento que estuvieron los dos juntos en el despacho arreglando un problema administrativo fue en completo silencio, como si fueran un par de extraños que no se conocían de nada. Pero de nuevo, era eso lo que quería, ¿cierto? Lo quería lejos, a salvo de lo que él representaba.
—Mañana tenemos una reunión con Trucazo.  —Informó a su comisario.
—¿Es necesario que yo asista? —Los ojos azules del ruso por primera vez en todo el día se posaron en su superior, su mirada era fría, ausente.
—Es trabajo del CNI. —Respondió Conway.
—Está bien. Lo veré en el CNI entonces.
Volkov cerró las carpetas llenas de papeles que habían estado revisando, se frotó la nuca con cansancio y suspiro. Parecía tan agotado, era triste verlo, sin ese brillo en la mirada, sin esa sonrisa tonta que algunas veces mostraba, sin esa chispa de vida a la que él mismo se aferraba y convencerse de que había algo más que muerte para ellos.
Esa era su obra, eso era lo que él hacía siempre, destruir todo lo que amaba.
—Hasta mañana, Superintendente.
Escucho decir a Volkov, pero no le pudo responder. Tenía un nudo en la garganta, el corazón le dolía y sentía que estaba a punto de derrumbarse. No paraba de cuestionarse, ¿en qué momento se convirtió en esa burda imitación de sí mismo que iba por ahí lloriqueando por amor?
La respuesta era fácil, "desde que lo dejaste ir", le respondió su propia mente de forma muy acertada. Gruño para sí mismo, apago todo y salió de comisaría. Necesitaba dejar de pensar, necesitaba algo de paz, y eso sólo lo encontraba en aquel lugar frente al mar.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora