"END"

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Dentro de aquel lugar el silencio se volvió ensordecedor. Era como mirar la muerte de una estrella en el cielo, todos sentían la tristeza y desesperación de Conway, todos eran capaces de escuchar su corazón romperse en mil pedazos mientras su vista seguía fija en la dirección por donde desapareció el helicóptero con Volkov a bordo.
—¿Vienes o vas a esperar a echar raíces? —La voz de Freddy por la radio saco al Superintendente de su estado de shock y solo entonces fue consciente de que otro helicóptero bajaba lentamente cerca de ellos.
Los hombres de Freddy bajaron del vehículo y Trucazo junto a Evans y Conway tomaron sus lugares. El helicóptero se elevó en el cielo con rapidez y se dirigió al hospital.
—El estará bien... —aseguró Michelle apoyando una mano en la de Conway.
Jack no hablaba, no miraba a nadie. Parecía muerto.
Apenas el vehículo tocó tierra el de cabellos negros salto fuera de este y corrió directo a la entrada, bajo las escaleras de dos en dos y salió en el piso de quirófanos. —¿Dónde está? —Pregunto a toda persona con la cual se encontró en el pasillo. —¿Dónde coño está Volkov? —Gritó desesperado.

Volkov sentía frío, mucho frío.
Aún podía escuchar la voz desesperada de Conway llamándolo, y él deseaba tanto decirle que todo estaba bien, que ellos estarían bien. Aún si era una mentira, aún si era solo un espejismo que crearon juntos con el fin de tener algo parecido a una vida normal.
Pero no había nada que pudiera hacer, estaba muriendo, era consciente de eso incluso en la inconsciencia en la que se encontraba y donde no sentía nada excepto una terrible tristeza por el dolor que había en la voz de Conway al gritar su nombre una y otra vez. Le había fallado, no fue capaz de cumplir las promesas que le hizo y eso le rompía el corazón pues con toda su alma lo que más deseaba era apartar la tristeza y amargura de sus ojos y ver ahí junto a su reflejo ese brillo de vida que pocas veces llego a percibir.
Quería tomar su mano y llevarlo por un camino diferente, uno donde no hubiera frío en sus corazones nunca más, solo risas y calidez.
—¿Volkov? —Lo escucho llamarlo, como una súplica, como una oración. —Por favor... por favor... tú no... no me dejes solo... por favor...
Y Volkov lloró. Lágrimas amargas rodaron por sus mejillas mientras los médicos le explicaban a Conway que estaba en estado de coma. Habían hecho todo lo posible por él, pero sus heridas eran demasiado graves, perdió mucha sangre, y si seguía con vida era solo por las máquinas que mantenían su corazón latiendo y la sangre fluyendo por sus venas.
"Y si la muerte se presenta hoy, le voy a sonreír. Porque te ame, porque me amaste, porque tu mano encaja perfecto con la mía, porque tus pasos y mis pasos siempre van sincronizados, porque fuiste mío y yo todo tuyo." Pensó Viktor Volkov, consciente de su innegable destino.

—¡Trae aquí al puto mejor cirujano! ¡Llama a quien tengas que llamar! ¡A quien sea, no me importa! —Vociferaba Conway en el pasillo del hospital. Estaba furioso, estaba desesperado. El amor de su vida se le escapaba como agua entre los dedos y se sentía impotente al no poder detenerlo. Muchas veces antes lo dejo ir, muchas veces el mismo lo alejó de su lado solo por su estupido orgullo y testarudez. Pero no esta vez, por sus cojones que no lo iba a dejar ir. ¡Ese maldito rusky de los cojones no iba a morir, no mientras él tuviera vida para impedirlo!
—¿Qué te piensas que estoy haciendo? —Gruño Evans en respuesta. No se lo tenía que ordenar Jack pues ella misma haría lo necesario para recuperar a Volkov quien se había convertido en alguien sumamente querido para ella.
Las horas pasaban lentas, letárgicas, el sol salía y se volvía a poner por el horizonte, la gente iba y venía, el mundo seguía girando, y a Jack Conway no le importaba. La gente le hablaba, pero él no escuchaba, quizás Volkov estaba en coma, pero él estaba muerto en vida, tanto que daba pena verlo.
Greco estuvo de visita por el hospital muchas veces, le contó a su superior que Horacio había vuelto a la policía como él mismo indicó. Estaba también yendo a terapia pues muchas cosas le pasaron y no querían que sufriera alguna especia de crisis mental. Le hablo también de su investigación junto a los subinspectores de otra de las mafias de la ciudad, el de barba hablaba solo para llenar el silencio, y por si acaso a Volkov le daba envidia escucharlo hablar sobre su trabajo y se dignaba a despertar.
Freddy y Evans apenas se apartaban del hospital. ¿Quién iba a decir que Trucazo un día estaría preocupado por un madero? Pero, ¿quién no iba a encariñarse con Volkov? Sí, era frío, y serio, y casi tan malhumorado como Conway. Pero si lo mirabas bien podías ver que en realidad era cálido, leal, honorable, de corazón noble, inteligente, y su sonrisa, su sonrisa iluminaba más que el mismo sol. Y Conway solo deseaba volver a verlo sonreír.
Jack Conway prácticamente vivía en el hospital, en la habitación marcada con el número 1308. Alguna vez mientras volvía de ir a comprarse un café pensó que era irónico que la habitación tuviera justamente ese número.
Algunas veces le leía en voz alta a Volkov, le leía en ruso aunque su acento era un asco, otras veces le cantaba esa canción que siempre vínculo a él pues la letra hablaba justo de cómo lo hacía sentir. De vez en cuando le contaba las cosas de las que se enteraba gracias a los cotilleos de las enfermeras, pero la mayor parte del tiempo solo se quedaba ahí, mirando a Volkov, admirando su rostro, extrañando el brillo azul de sus ojos.
—Freddy se casó. —El otoño había terminado y afuera comenzaban a caer algunos copos de nieve que pintaban el paisaje de un blanco lleno de nostalgia. —Con la hermana de Anacleto, el paleto. ¿Lo puedes creer? —Conway colocó una manta más sobre el cuerpo inerte de Volkov y se recostó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro. —No puedo decir que hacen una mala pareja, ella lo mantiene bajo control... como tú a mí. Sin imponerte, sin ponerme límites, sin juzgarme, mantuviste alejado al monstruo que hay en mí... —no supo en qué momento comenzó a llorar, pero tampoco hizo nada por detener sus lágrimas. —Tú haces de mí alguien mejor, porque quiero ser digno de ti, porque aunque sea un gilipollas redomado la mayor parte del tiempo, también soy un poco mejor... por ti... —su voz siempre segura se iba rompiendo más con cada palabra. —Por eso... por favor... despierta, Volkov... por favor... no me condenes... a vivir sin ti... —Terminó de decir con dificultad, llorando amargamente, deseando la muerte tuviera piedad de él y se lo llevará también si ese era el destino escrito para su ruso.
Y Volkov despertó, porque tenía promesas pendientes por cumplir, porque se negaba a soltar la felicidad que tanto le costó encontrar.
—¿C-con... Conway? —Susurró con dificultad, lo que hizo más marcado su acento ruso.
—¿Volkov? Estoy aquí...

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora