"SUEÑOS"

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/Hacía calor, tanto maldito calor. El sol brillando en lo alto le lastimaba en los ojos, evitando que pudiera enfocar con claridad por lo que solo distinguía tres sombras oscuras delante suyo. Confundido, miró a su alrededor, ese lugar le resultaba conocido, había estado ahí antes. Un ligero sabor metálico le llenó la boca, sangre, ¿su sangre?
Aturdido sacudió  la cabeza y apretó los párpados con fuerza. Una punzada de dolor le atravesó la frente y se instaló en su sien, el olor a sangre se hizo más presente, ¿qué mierda pasaba? ¿Dónde estaba? ¿Volkov?
Su mundo entero se tambaleó con violencia y sintió de nuevo esa sensación de frío helado recorrerle la columna. Estaba con Volkov, lo había llevado a la casita que compró solo para ellos, para huir con él del mundo. ¿Dónde estaba Volkov? ¡Volkov! Lo llamó, sin embargo su voz no se escuchó. La cabeza comenzó a dolerle, su corazón latía acelerado, sus pulmones se negaban a aceptar el aire que inútilmente respiraba. ¿Volkov? Volvió a preguntarse.
—Parece que no era tan poderoso como decía.
Esa voz, conocía esa voz con acento tan peculiar.
—¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato?
—O se la comió el ruso...
Otra voz conocida pero, ¿de dónde? Trato de abrir los ojos, el rojo de la sangre que caía por sus pestañas le impidió mirar las figuras que se alzaban delante de él.
—¿Quién cojones eres? ¿Qué quieres? —Gritó con furia. Sus manos estaban atadas en su espalda, ¿por qué? ¿qué había pasado?
—Ah, todavía tiene ganas de hablar.
La misma voz resonaba en sus oídos, ¿quién era? ¿Por qué le sonaba tan familiar?
—¿Dónde mierda estoy? ¿Quién eres hijo de perra? —Exigió saber tratando de limpiarse la sangre de los ojos con el hombro.
—¡Tu peor pesadilla hijo de puta!
Ese acento asiático. Conway sacudió la cabeza, lo conocía, sabía quién era... ¿cómo cojones se llamaba? Parpadeo varias veces mirando a un lado. La sangre de todo su cuerpo se le fue a los pies; tirados en el suelo, acribillados, cubiertos por su propia sangre, estaban Gonetti y Torrente. Conway gritó, gritó con todas sus fuerzas sin emitir sonido alguno. Negó con la cabeza, mirando al lado contrario, su corazón se detuvo por varios segundos. —¡Ivanov! ¡NO! Ivanov... —Gritó desesperado cayendo de rodillas junto a sus policías.
—A mi señal, señores...
Esas palabras... Conway conocía muy bien esas palabras.
Abrió los ojos como platos y miró al frente a las tres figuras que permanecían ahí, sin moverse. Solo entonces pudo ver la silueta de Volkov entre los otros dos. Sus ojos llenos de lágrimas, su cara deformada por los golpes. Su mirada llena de tristeza, de culpa y decepción. —Conway...
Lo escucho susurrar. El sonido de los disparos rompió el silencio. Su cuerpo se abalanzó contra Volkov en un intento de protegerlo pero no logró alcanzarlo, las balas atravesaron el cuerpo del ruso robándole la vida./

—¡VOLKOV! —Gritó Conway desgarrándose la garganta.
Una mano tocó su hombro y por inercia se movió tomando el brazo agresor, tiró de este con rapidez y llevo la mano al cuello de su atacante, apretando la tráquea con fuerza.
—Conway...
Sus ojos se abrieron a la consciencia al escuchar la voz de Volkov llamarlo.
—Está bien, fue sólo un mal sueño...
–¿Volkov? —Su cuerpo comenzó a temblar con violencia. Estaba vivo... ¿O estaba soñando?
—Aquí estoy, todo está bien...
Sus manos cálidas le tocaron el rostro y se derrumbó.
Había sido todo tan real, el dolor, la sangre, las voces... —Ya sé quién los mató. —Musitó bajo, con el rostro escondido entre el cuello y hombro de su ruso. Este por su parte lo abrazaba casi con temor, dándole consuelo con suaves caricias a su espalda.
—¿Soñó que me mataban?
Volkov, siempre tan listo. Conway lo abrazo con más fuerza y asintió. Su corazón aún dolía por lo real de su pesadilla, sin embargo se iba calmando gracias a las caricias de su comisario.
—Los mataremos primero, a todos y cada uno de ellos.
Conway asintió de nuevo, por un lado, estaba dispuesto a darles caza a esos desgraciados y matarlos de la forma más dolorosa posible. Por otro lado, su preocupación ahora no eran solo sus enemigos, sino él mismo y los demonios que lo asechaban, esos que casi hacen que mate con sus propias manos a Volkov.
—No vaya por ahí, Conway. —Volkov había sentido aumentar la tensión en el cuerpo de su superior, lo conocía demasiado bien y sabía justo lo que estaba pensando. —No me ha hecho daño, ni lo hará. —Volkov deslizó las manos hasta los hombros de Conway y usando un poco de fuerza les dio la vuelta quedando a horcajadas encima de él. —No se lo voy a permitir. —Aseguró inclinándose para besarlo de forma ruda, demandante. Quizás él era su superior afuera estando de servicio, pero ahí, en esa habitación eran iguales e iba a usar cualquier táctica que se le ocurriera para alejarlo de ese tóxico hilo de pensamientos que sabía le estaba carcomiendo el cerebro.
—Pude haberte matado... —Reconoció Conway con la voz quebrada por el miedo, miedo a él mismo.
—No soy un ser indefenso. —Los ojos azules del ruso brillaron de forma peligrosa y una sonrisa curvó sus labios.
Conway no supo cómo interpretar lo que pasaba. Su mente era un caos donde la guerra entre la realidad y su pesadilla libraban una feroz y sangrienta batalla. Las manos grandes y fuertes de Volkov le dieron una ventaja a la realidad al deslizarse por su cuerpo libremente, haciéndolo olvidar por segundos lo desgarrador que fue verlo morir frente a sus ojos.
—Cuando muera, no será a manos suyas, Conway. Eso lo primero. —Volkov, un tanto engreído se elevó apoyado con las manos en el pecho de su superior. —Y le prometo que si vuelve a atacarme, lo atacaré de vuelta. —Agregó marcándole las uñas en la piel a la vez que se dejaba caer muy lento, como si fuera a cámara lenta.
—¡Joder, Volkov...!
La guerra terminó. Su mente, sus sentidos, su cuerpo y alma estaban puestos en el presente, en su realidad. Sus manos se agarraron a las caderas del ruso y una oleada de puro fuego se deslizó por sus venas al sentir su erección deslizarse entre las estrechas paredes del interior de su ruso. Cada vello de su cuerpo se erizo y un ronco gemido escapó de su boca. Sus manos se deslizaron a la espalda de Volkov, apretándole contra su pecho para así darse el gusto de besarlo moviéndose al ritmo que él le marcaba, entregándole todo de sí y guardarse nada pues ya todo le pertenecía a él y solo a él que con solo hablarle era capaz de sacarlo de su locura, de apartar sus temores y hacer desaparecer el mundo.
Volkov se preguntaba una y otra vez, ¿cómo vivió toda su vida sin ese hombre?
No tenía una respuesta, y aunque lamentaba el tiempo perdido, agradecía tenerlo ahora en sus brazos, en su interior que parecía hecho a su medida. Era un poco egoísta, lo sabía y lo aceptaba, pero no podía permitir que Conway volviera a tener miedo de estar a su lado, no lo iba a perder. De ser posible, le iba a demostrar que al igual que sus cuerpos encajaban a la perfección, así mismo encajaban sus almas heridas, sus corazones lastimados.
—Jack... —Suspiro el ruso en algún momento y Conway sonrió de lado pues sabía bien lo que significaba. Sin vergüenza alguna rodeó con la mano el miembro de su ruso y comenzó a masturbarlo siguiendo la rapidez con la que él subía y bajaba por su erección que apretada en su interior no dejaba de humedecerse.
—De ahora en adelante, puedes esposarme a la cama todas las noches. —Dijo mordiéndolo en el cuello con algo de fuerza. Volkov tembló encima suya y rió a la vez que gemía su nombre una vez más. Sus cuerpos se sacudieron con violencia y el climax los alcanzo entre gruñidos, mordidas, rasguños y palabras ininteligibles.
—No me des ideas... —Advirtió el ruso dejándose caer agotado sobre el pecho de Conway.
—Volkov... —Comenzó a decir el Superintendente.
—¿Mhm? —Volkov lo miró interrogante.
—Por favor... no me dejes... —suplicó. El autodenominado Dios, suplicó con la voz rota.
Volkov lo tomó de las mejillas, lo beso en los labios y lo miró fijo a los ojos. —Hasta mi último aliento, voy a estar a tu lado, Jack. —Prometió rogando a cualquier poder superior existente que esa promesa durará mucho, mucho tiempo.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora