"IN THE END"

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IN THE END.

—Hay movimiento adentro. —Anunció una voz por la radio. —El tío pintado de payaso... está apuntando al comisario...
Conway había dicho antes que iba a actuar con cabeza. Pero en cuanto esas palabras alcanzaron sus oídos todo razonamiento se fue por el drenaje. Sin pensarlo corrió hacia una de las entradas y de una patada abrió la puerta entrando a la boca del lobo con su arma apuntando directo a Gustabo y las maldiciones de F y E resonando en su cabeza a través de la radio.
—¡Eh, eh, eh! ¡Alto ahí Romeo! —Ordenó el payaso tomando a Volkov del cuello para usarlo como escudo. —Mejor bajas eso, a menos que quieras ver a tu Julieta morir frente a ti.
—¡Déjalo ir! Es a mí a quien quieres... —su mirada castaña estaba fija en Volkov. Evaluando de forma rápida el estado en el que se encontraba.
—¿Nunca sigue sus propios putos consejos? —Cuestionó el ruso con descaro.
"Está bien" pensó. Si el cabrón podía bromear, entonces estaba bien. —Se me da mejor darlos que seguirlos. —Respondió bajando su arma.
—¡Pero qué romántico todo! —Ironizó Gustabo empujando a Volkov, haciéndolo caer al suelo.
—¿Qué es lo que quieres? —Conway miraba alrededor, evaluando las opciones. Era obvio que todos ahí sabían que estaban rodeados, y entonces ¿por qué lucían tan tranquilos?
—Quitarte lo que tú me quitaste a mí...
El payaso se movió de un lado a otro quedando cubierto entre un par de maquinarias de los francotiradores.
—¿De qué coño hablas? ¿Qué te he quitado yo?
—Un vehículo se acerca. —Informó alguien por la radio que ni se molestaron en quitarle.
Los de la mafia también se movilizaron, lo que quería decir que tenían gente vigilando, gente que los vio llegar y sabían dónde estaban.
—Parece que tendremos reunión familiar después de todo.
El ruido de las llantas al frenar con brusquedad el automóvil hizo que todos girarán la cabeza hacia la puerta por donde unos segundos después apareció Horacio. Su rostro era indescifrable. Se acercó hasta quedar entre Gustabo y Conway, mirando alternadamente a ambos.
—¿Podemos parar esto ya? —Hablo mirando un momento a Volkov que parecía cada vez más pálido. —¡Es ridículo todo esto! ¡Trabajamos para el mismo bando! Somos los buenos...
—Yo no trabajo para nadie. —Gustabo se acercó a Horacio, ofreciéndole un abrazo que el de cresta no rechazó, pero tampoco le devolvió.
—No, Gustabo solo trabaja para Gustabo, ¿cierto? —Conway sabía que debía sacar de ahí a Volkov, rápido.
—Y para Horacio. ¿Quién te crees que le conseguía algo para comer cuando éramos críos?  —El de pelo rubio se quedo muy cerca de H. —Yo tenía que hacerlo todo, conseguir comida, defenderlo, cuidarlo, enseñarle a no ser un débil, ¿ya olvidaste todo eso, Horacio?
Horacio negó con la cabeza. —Yo no olvido todo eso, Gustabo. Por eso, entrégate, podemos solucionar esto... nadie tiene que morir...
—¿Lo dices por el ruso? —Gustabo rió de forma sardónica y se acercó a Volkov tomándolo por el pelo.
—¡Suéltalo hijo de perra! —Gruño Conway.
—¡Alto ahí, papu...! No me obligues a pegarle un tiro. —Advirtió pegando el cañón de su arma contra la sien del comisario.
—Gustabo... no empeores las cosas...
—¿Aún te gusta? —Pregunto el rubio al de cresta. —¿Es eso?
Conway miró a Horacio. Era verdad que en comisaría escucho rumores de que se le había declarado a Volkov y este lo rechazó, pero nunca llegó a corroborar la veracidad de tal información. Sin embargo por la mirada del de cresta, parecía que sus sentimientos no habían cambiado.
—Esta es tu oportunidad. —El payaso guardo el arma y sacó una navaja del bolsillo. —Puedes vengarte de él, por rechazarte. —Se acercó a Horacio y dejó la navaja en su mano. —¿Sabes porque te rechazó? —Lo tomó por el rostro obligando a mirarlo. —Por el viejo.
Horacio sorprendido miro a Volkov en el suelo, y luego a Conway que no dejaba de mirar preocupado a su comisario.
—Te rompió el corazón, se burlo de tus sentimientos... y todo por culpa del viejo al que tanto defiendes. —Siguió hablando el payaso, tejiendo su red en la mente del de cresta. —Los dos te traicionaron. Sabían lo que sentías y no les importó...
—¿Y a ti te importa cómo se siente? —Habló Conway y romper esa red de manipulación.
—Soy el único al que le importa...
—Por eso mataste a sus padres. —No fue una pregunta pues luego de mucho investigar el CNI logró descubrir la verdad acerca de ese par.
Horacio miró a Conway con los ojos muy abiertos. —¿Cómo? —Interrogó incrédulo.
—Así que ya lo descubriste todo. —El payaso soltó una risa. Alguien se acercó por detrás a Conway, lo golpeó en la nuca haciéndolo caer de rodillas, le quitó el arma y le esposo las manos en la espalda. —Todo lo que he hecho, ha sido por su bien.
—¿Gustabo?... —Horacio parecía haber visto al mismo diablo en persona.
—¡No te hagas el sorprendido ahora! —Gustabo recuperó la navaja de manos del de cresta y se volvió a acercar a Volkov. —Eran ellos o nosotros, y siempre nos elegí a nosotros.
—¿Qué hiciste?...
—Lo necesario.
El de cabellos rubios acercó la navaja al cuello de Volkov y Conway lucho para liberarse intentando acercarse.
—¡Suéltalo! —Ordenó. —Si quieres un culpable, ese soy yo. Aquí me tienes, ¡mátame!
—Eres el culpable y por eso vas a pagar. —Aseguró Gustabo hundiendo el filo de la navaja en el costado derecho de Volkov quien no emitió queja alguna ante el dolor.
—¡Maldito hijo de perra! ¡Te voy a arrancar la puta piel a tiras!...
—Bla, bla, bla... siempre el mismo discurso. A B U RR I D O...
—¿Volkov?... —Cuestionó temeroso el Superintendente.
El ruso se retorció por el dolor, pero no se quejó. —Estoy bien... Conway...
No lo estaba, podía ver con claridad que perdía mucha sangre. Tenía que sacarlo de ahí. Ya.
—¿Qué hiciste, Gustabo? —Horacio hasta entonces calmado elevó tanto la voz que todos voltearon a mirarlo.
—Mató a tus padres... —respondió Conway sin apartar la vista de su ruso. —Tu madre no los abandonó... murió de una sobredosis, aún cuando llevaba años sin consumir. Y tu padre...
—¿Querías ser libre, no? —Gustabo, exasperado se acercó al de cresta quien retrocedió.
—¿Por qué?...
—¡Eran un estorbo! Joder. —El rubio suspiro de forma dramática. —Tú eras mío, hacías todo lo que te pedía. A menos que ellos te dijeran que no... —Gustabo encogió los hombros con indiferencia. —Cada cosa que querías te la di. Amigos, los tuvimos. Robos, peleas, emociones fuertes. ¿Qué más querías de mí?
—La chica del mercado... el chico del autolavado...
—Te estaban alejando de mí. —Gustabo con cara de aburrimiento se volvió a acercar a Volkov y Conway se tensó en su lugar donde Nadando lo mantenía a base de golpes. —Como él. —El payaso señaló a Conway. —Con sus discursos de hacer el bien, y sus mierdas de ser policías... te alejo de mí y por eso le quite a su querido comisario Ivanov... —el rubio soltó una fuerte carcajada. —Hubieras visto cómo estuvo rogando como un perro...
—No... eso lo hizo la mafia... Gustabo... como mataron a Torrente... y a Leo...
—Tenía que hacer algo para que dejaras la policía. —El payaso volvió a encoger los hombros con indiferencia. —El lorsas tuvo la mala suerte de ir con nosotros ese día.
Conway había confiado en ese hombre que ahora amenazaba a la persona que amaba. Confió en él, lo metió en sus vidas, lo volvió parte de la malla, parte del CNI, sin saber que todo el tiempo fue el enemigo contra el que estaban luchando. Qué gilipollas había sido, y que caro iba a pagar su error de confiar en alguien solo por la nostalgia de lo que a él le arrebataron.
—El ruso tuvo suerte. Te rechazó y solo por eso no lo maté. Pero era el siguiente en la lista. —Siguió hablando, vanagloriándose de su locura como si fuera su más grande virtud. —Lo hice todo por ti, para estar juntos como siempre... Horacio, podemos seguir así. Mátalos, mátalos a los dos y todo volverá a ser como antes...
Horacio parecía estar en shock, no se movía, no parpadeaba, apenas respiraba.
Y entonces todo pasó en cuestión de segundos. Gustabo levantó su arma y apuntó a Volkov.
—Bueno, ya lo hago yo. —Dijo, y disparó.
—¡NO! ¡Volkov! —Grito Conway abalanzándose contra el payaso. Ambos cayeron al suelo con violencia, Gustabo se lo quito de encima, se puso de pie y le apuntó a la cabeza. Conway supo entonces cómo se veía la verdadera muerte. Un disparo hizo eco en todo el lugar y Gustabo dejó caer el arma, cayendo al suelo, muerto.
Conway miró a Horacio, el arma en su mano aún humeaba por el reciente disparo.
La mafia se replegó, las balas comenzaron a volar desde todas direcciones y Conway solo pensaba en sacar de ahí a su comisario. Como pudo se acercó a él y lo cubrió con su cuerpo hasta que las balas dejaron de escucharse y en su lugar las voces de sus agentes remplazaron el silencio.
—¡Los tengo! ¡Los he encontrado!
Alguien lo movió y gruño por ser apartado de su ruso.
—¿Jack? —Le hablo E mientras le retiraba las esposas.
—Volkov... ¡hay que sacar de aquí a Volkov... está herido! —Suplico volviendo a acercarse a él y tomarlo entre sus brazos.
—Un helicóptero con los médicos ya viene para acá. —Informó F. —¿Tú estás herido? ¿Qué cojones paso?
—¿Alguna baja de nuestro lado? —Cuestionó presionando las heridas de Volkov y detener el sangrado.
—Un par de heridos, nada de gravedad.
Volkov entre sus brazos se sentía cada vez más frío, más quieto, menos él... Conway con dedos temblorosos le tomó el pulso. Nada. —¡No, no, no, no! ¡No otra vez! ¡Hijo de perra, lo prometiste! —Gruño comenzando a realizarle RCP. No iba a dejarlo morir, no se lo iba a permitir. —¡Volkov! ¡Volkov! ¡Volkov contéstame! —Repetía sin parar, haciendo presión sobre su pecho, soplando en su boca en series que repetía una y otra vez hasta que los médicos llegaron y lo apartaron de él de forma brusca.
—Déjalos hacer su trabajo... —Musitó Evans sosteniéndolo por el brazo.
Los médicos trabajaron a toda prisa parando las hemorragias del comisario y una vez lograron estabilizarlo lo subieron a una camilla para llevarlo en el helicóptero hasta el hospital. —¡Tenemos que darnos prisa, lo estamos perdiendo! —Dijo una de las doctoras a sus compañeros.
—¡Yo voy con él! —Se adelantó Conway intentando subir al helicóptero.
—Lo siento caballero pero si va usted no queda espacio para el doctor.
—¡Me importa una puta mierda no lo dejaré solo! —Gruño apretando las manos en puños.
—El ritmo cardiaco está bajando, tenemos que irnos... —anunció algún médico.
—¡VOLKOV! ¡VOLKOV! —Gritó Jack Conway mientras el helicóptero se elevaba en el cielo llevándose consigo al hombre que amaba.

"CAMINOS" (Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora