🥀EL ENCANTO DE LA BESTIA {LARRY STYLINSON}🥀

Louis

Louis pensaba que sabía cómo se tendría que ver un hombre guapo, pero Harry excedía los límites dentro de ese traje amarillo y con esas delgadas trenzas en sus rizos.

Podía sentir el corazón acelerado, sentía como su sangre viajaba por todo su cuerpo lleno de pelo, sentía cosquillas en la punta de sus dedos, sentía como se formaba poco a poco el nudo en su garganta, sentía el frío que se colaba por alguna ranura de su castillo, sentía sus ojos llenarse de lágrimas y sentía su alma vibrar, sacudirse de felicidad por estar frente a su gemela.

Quería detener el tiempo en ese mismo momento, quería ver a Harry así de feliz todos los días, quería sentir cada mañana ese amor que en cualquier momento se desbordaria de su pecho, quería que todo lo bueno durara para siempre, quería tener su feliz para siempre, como sus padres y como el señor Goupil y el señor Dumont.

Hace unos meses hubiera deseado su libertad, pero ya no lo hacía. Ya no era lo que necesitaba.

Era libre desde que Harry llegó al castillo, comenzó a ser libre desde el momento en que un aleteo minúsculo se adueñó de su estómago y se comenzó a emocionar con simples cosas; se terminó de liberar cuando finalmente acepto que era amor lo que sentía hacia el rizado.

-Harry, te ves hermoso —le hubiera dicho miles de cosas bonitas si tan solo su mente no se atrofiara con la pieza de arte que tenía enfrente. Era su mejor cumpleaños.

-Tu también luces bellísimo Louis —la Bestia alcanzo a ver un pequeño sonrojo en sus pálidas mejillas, cada uno seguía en el mismo lugar y ninguno quería romper ese momento tan lleno de magia, ese que podían crear en dos segundos y que solo ellos entendían.

-¿Vienes? —bajo el resto de escalones lo más rápido que pudo y espero al rizado, todo su cuerpo temblaba de emoción y se sentía enamorado, tan enamorado.

El rizado bajo escalón por escalón con una paciencia que casi lo hacía perder los estribos, lo necesitaba a su lado, necesitaba poder tocar sus pequeñas manos o su suave cabello, necesitaba acariciar sus labios rosados con los suyos, necesitaba respirar su perfume.

Cuando por fin se colgó de su enorme brazo y le sonrió mientras miraba sus ojos fue que se dio cuenta, no había pasado mucho tiempo y el muchacho que tenía a un lado lo había enamorado completamente, no tenía ni un año de conocerlo y estaba seguro de que daría su vida si eso salvaría a Harry. Antes de Harry y después de la muerte de sus padres jamás se había imaginado con alguien, no se consideraba alguien paciente para aguantar por tanto tiempo a otra persona, pensaba que era feliz con sus lujos, con su tiempo libre para aprender cosas nuevas, pero toda la verdadera felicidad llegó cuando miro los ojos verdes de Harry, jamás se preocupo por agradarle a nadie, nunca había tratado a los sirvientes como gente, como alguien de carne y hueso, detestaba al anterior Louis y amaba el Louis en el que se había convertido.

En cuanto el hechizo se rompiera haría una fiesta tan grande como las que hacían sus padres, no le importaba si había gente que no había visto en su vida dentro del castillo, quería compartir su felicidad con todos, de nada servía tener ese enorme lugar si solo era él y sus amigos sirvientes, viajaría por todo el mundo con Harry, lo llevaría a París o a Roma, su lugar favorito siempre había sido Italia.

-Todo es tan perfecto —hablaba maravillado mientras entraba al gran salón colgado del brazo del Rey.

La decoración era como si el señor Hardy hubiera bajado las estrellas; de punta a punta del techo habían velas colgadas en distintas alturas, los muebles que solían estar allí no estaban; haciendo que de alguna manera el lugar se viera mucho más grande de lo que en realidad era, las cortinas que colgaban de las ventanas eran del mismo color que cuando comienza anochecer, en un lado del gran salón se encontraba la pequeña familia de Harry en compañía de los amigos de Louis y el piano que solía estar en la habitación del Rey, el resto de los empleados se encontraban distribuídos alrededor del salón.