Cristal

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Habían pasado dos días más y la rosa había perdido un pétalo, otro más que se secaba, otra parte del castillo que se tornaba oscura y otra pizca de esperanza era apagada dentro de los corazones de los que habitaban el castillo.

Louis avanzaba despacio, comenzaba a cruzar más de dos oraciones con sus sirvientes. Su cabello lo había comenzado a peinar hacia atrás, dejando que sus cuernos resaltaran, ahora cepillaba su melena y con ayuda de sus sirvientes había logrado hacer unas cuantas prendas decentes, pues, las que tenía estaban rasgadas y sucias.

Aun tenia camino por recorrer. Aun esperaba a Harry.

Esa pesadilla la podía recordar a la perfección, solo la había tenido una vez y esa única vez bastaba para que le costara conciliar el sueño.

Despertó y el recuerdo lo asalto, su corazón se oprimía y sentía que le faltaba el aire aunque respirara perfectamente bien. Una idea llego a su cabeza pero se obligó a desecharla tan pronto como llego.

Era temprano, su madre y las niñas aun dormían. Tenía que distraerse, esa mañana decidió prepararles el desayuno como lo había hecho muchas veces antes.

Hace unos cuantos días había dejado de soñar con la hechicera en el cuerpo de Harry, por lo menos podía dormir tranquilo. Ahora podía soñar tranquilamente con el rizado, soñaba con que era una persona normal de nuevo y que lo conocía en otras circunstancias.

Despertó a la hora de siempre y su estómago se llenó de cosquillas, era una sensación reconfortante tomando en cuenta que las últimas dos semanas había despertado agitado y con un miedo terrible invadiéndole todo el cuerpo. No había podido descansar con el sueño de la hechicera repitiéndose cada noche. En algún momento llego a pensar que se volvería loco, que terminaría perdiendo la cabeza. Pero sus sirvientes no dejaron que se hundiera.

Salió a su balcón, ese día en particular era más cálido que los anteriores. Incluso se atrevería a decir que podía ver un débil rayo de sol sobre su castillo.

Anne y sus hermanas despertaron pronto y no pudo sentirse más agradecido por ello. Ya no quería que sus pensamientos lo atosigaran en su soledad.

-Yo les serviré -dijo mientras sacaba la silla donde su madre siempre desayunaba.

-Huele delicioso cielo -le sonrió la mujer dándole un beso en la mejilla para después tomar su lugar.

Harry le sonrió de vuelta, porque era lo mejor que podía hacer. Con cada minuto que pasaba esa idea se aferraba a su mente, por más que tratara de ignorarla. Sirvió el desayuno para las tres mujeres de la casa y el suyo, a pesar de no tener nada de hambre.

El señor Dumont subió para decirle que el desayuno estaba listo. Por cada escalón que bajaba sentía que sería un día distinto a los otros, era ridículo que pensara eso pues cada día de ese encierro era exactamente igual al anterior. A excepción de cuando Harry llego; ese había sido el mejor día para el rey Louis.

Tomo su sitio en el extremo de la gigante mesa, nunca había notado cuan solo podía llegar a sentirse estando allí. Nunca le había tomado importancia a eso, ¿Por qué ahora sí?

Sacudió su cabeza queriendo alejar esos extraños pensamientos de ella y se dispuso a desayunar. Solo, otra vez.

La mañana estaba pasando más lenta de los que Harry podía soportar. Comenzaba a impacientarse porque cada vez más la idea no parecía descabellada.

Había ayudado a su madre a regar las rosas porque no quería pensar en el castillo e inevitablemente termino pensando en el castillo, podía recordar perfectamente la rosa en la cúpula de cristal sobre ese piano. Ayudo a su madre a limpiar la casa y pensó que si estuviera en el castillo lo más probable era que no se tenía que preocupar por eso. ¿Él también estaba encantado? ¿Por qué pensaba tanto en ese lugar? Tenía que estar con un hechizo sobre él, de lo contrario no se explicaba porque no podía dejar de pensar en él.

Estar fuera de casa solo lo hacía pensar en poner en marcha su idea, estar dentro de su casa lo asfixiaba y tenía ganas de llorar. Felipe estaba tan cerca...

No recordaba cuando había sido la última vez que pudo andar sin un abrigo por su castillo. Los sirvientes lo miraba extrañados, su amo estaba raro.

Ni siquiera se molestó en cambiarse de ropa, siempre que comía todo resultaba ser un desastre. Tampoco era que cambiaría de la noche a la mañana.La peor comida que le podían servir era sopa, demasiado líquido salpicando y los cubiertos eran demasiado pequeños para sus manos, simplemente lo odiaba.

Subió a su habitación para salir al balcón como siempre, esta vez con un libro diferente pero que también había leído Harry en su estancia allí. Inconscientemente movía su pie de arriba hacia abajo o de lado a lado cuando estaba sentado frente a su jardín. Su corazón estaba acelerado y temía que fuera a morir en cualquier momento.

Estaba a unos cuantos pasos y unas cuantas puertas lejos.

Ahora era guiado por su corazón, su mente ya no interfería más. Tendría mucha más vida para arrepentirse de lo que estaba por hacer ¿verdad?

Camino con zancadas hasta su pequeño armario y tomo un grueso abrigo, a donde iba no hacía un calor infernal y el sol ni siquiera salía.

-Mamá, vuelvo más tarde -grito antes de atravesar la puerta, sin darle tiempo a la mujer responder.

Cuando estuvo frente al caballo viejo lleno de aire sus pulmones y sonrió bobamente. Se subió a su lomo y le ordeno caminar.

-Vamos Felipe. Ya conoces el camino

Suspiro por milésima vez desde que había despertado ¿Qué le pasaba ahora? Cerró el libro con enojo, no podía quedarse quieto, ni siquiera podía concentrarse en la historia que tenía entre las manos. Decidió tomar un baño para relajarse un poco.

Sirvió unos momentos; pero más tarde estaba igual que antes. Comenzaba a enojarse y no quería hacerlo, estaba cambiando.

Por Harry, todo es por Harry. Se repetía una y otra vez para que el enojo pasara.

Se vistió y volvió a tomar el libro en sus manos. Se tumbó una vez más en la silla de siempre y se obligó a tranquilizarse.

La nieve comenzó a notarse frente a sus ojos, hizo a Felipe detenerse antes de adentrarse allí ¿Había sido una buena idea?

Sentía los latidos punzantes a cada lado de su cabeza. Felipe comenzó a caminar sobre la nieve y el corazón de su jinete latía desmesurado.

Esperaba no encontrarse de nuevo con los lobos.

Había logrado concentrarse en la historia pero por más que tratase no podía evitar poner sus ojos sobre la reja abierta de su jardín, así como tampoco podía evitar dejar de mover su pie de arriba hacia abajo.

-Después de todo el amo tenía razón -le dijo Lyha a Richard, el resto de los lobos se preparaban para atacar.

-No muchachos -dio la vuelta para quedar frente al grupo- son órdenes del amo

No se escuchaban los lobos, lo cual era extraño para Harry pero también algo muy bueno. No moriría en el intento.

Un movimiento a lo lejos hizo despegar sus zafiros de las hojas en sus manos. Como si eso fuera posible; su corazón latía cada vez más y más rápido.

No era verdad. Tenía que estar soñando de nuevo. Quizá ni siquiera había despertado ese día. Probablemente ya había muerto. Pensó que todo era producto de su imaginación.

El castillo por fin estaba frente a él, y si su vista no fallaba, si su mente no estaba jugando con el; allí estaba, en su balcón y no pudo evitar recordar las historias de princesas que su madre les contaba a sus hermanas. Sentía los latidos de su corazón en su garganta. Había llegado más rápido de lo que había pensado.

Allí estaban, uno completamente petrificado mirándolo desde arriba y otro sin poder quitar sus orbes del ser frente a él, siendo guiado por su viejo caballo.

Ninguno se lo podía creer, no sabían si era un sueño o si en verdad estaba pasando, ambos tenían el corazón desbocado, teniendo la misma sensación recorriendo sus cuerpos y con el mismo brillo en sus ojos.

Estaban tan cerca....

🥀EL ENCANTO DE LA BESTIA {LARRY STYLINSON}🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora