C A P I T U L O 7

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TODAY IS...!!! ¡Agh! ¡A la mierda el inglés!

¡HOY ES MI CENA CON LEONARDO!

Estoy muy emocionada, tan ansiosa y nerviosa a la vez.

Estoy lista para irme, solo que me estoy bañando en perfume a olor a frutas. Me miro al espejo y mis rizos caen a ambos lados de mi rostro, pero mi hermana Eliza toma un extremo de mi cabello sujetándolos con una prensa de perlas arriba de mi oreja.

Le sonrío a mi hermana a través del espejo.

Elizabeth me ayudó a elegir la ropa —ya que ella es la femenina entre las dos y sabe de moda—. La camisa es blanca pero con mangas color rosa, la falda es de paletones es de cuadros negros y rosados estilo colegial. Por último, mis zapatos son unas converse blancas haciéndome sentir más cómoda porque aún no acostumbro usar falda.

Eliza quería maquillarme, pero yo no quería. Pero de tanto insistir, acepto ya rendida. Pero termina valiendo la pena, ya que tiene un buen talento a pesar que fue algo muy básico como las pestañas, sombras de ojos de un rosa pálido, rubor en las mejillas y brillo labial con azúcar. Que por cierto, que tan dulce que está termino comiéndomelo ganándome el enojo de mi hermana.

Su berrinche me hace reír mientras vuelve a pintarme los labios. Eso sí, bajo la amenaza de que si vuelvo a comerme el labial le dirá a Leonardo que me gusta.

***

Voy de camino a la casa de Leonardo en el auto de Charlie, estoy nerviosa. Mi manager se va guiando con los audios de WhatsApp de Rai.

Nos encontramos en Canadá Flintridge y el vecindario es muy hermoso. Hay casas lujosas, es boscoso y se ven las montañas. Los autos que se encuentras fuera de sus casas se ven costosos y pareciera como si los vecinos concursan en quien tiene más dinero.

Mi manager dobla en una calle angosta, oscura, y boscoso en ambos lados de la calle.

«No sí, La Selva de la Amazonas versión gringa»

Chequeo el reloj y hace veinte minutos dejamos el vecindario atrás, pero seguimos el camino cuesta arriba.

La calle de pavimento cambia completamente a un camino de tierra con muchas piedrillas y con linternas iluminando el camino. Alzo mi vista al parabrisas y aprecio la gran hermosa casa de dos pisos, con un enorme jardín y muchos ventanales.

Es como una réplica de la casa de los Cullen de Crepúsculo.

«Deja de leer y ver tantas veces sus películas, Estefany, los vampiros no existen».

—Llegamos —Se estaciona—, y faltando dos minutos para las siete.

Chequea su reloj.

—Vengo por ti a las ocho.

Asiento.

—Gracias, Charlie.

—Pórtate bien, Estefany.

Le sonrío.

—¿Cuándo no? —Abro la puerta para bajarme.

—Cuando me insultas con todo y malas palabras. Incluso usando palabras costarricenses que ni sé todavía su significado.

—Pero he cambiado —le guiño el ojo cerrando la puerta con una sonrisa.

El rubio se aleja con su auto y me volteo para admirar la casa.

Camino con mis manos dentro de mi chaqueta de mezclilla, subo las gradas de cemento que dirigen hasta la entrada de la casa y los lados me acompañan un camino de arbustos de rosas blancas. Llego por fin a la puerta y toco el timbre. Pego la oreja en la puerta, escucho como algo frágil se rompe en mil pedazos contra el suelo y gritos de personas.

Estefany Hoffman © [Parte I] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora