Estefany Hoffman © [Parte I] ✔

C A P I T U L O 27

Sus ojos son como dos esféricas y luminosas piedras preciosas, siento que su mirada verde esmeralda es tan poderosa que podría observar hasta mis más ocultos pensamientos. Sus cejas son un poco gruesas, pero bien hechas y alineadas —se nota que no están maquilladas— y sus rosados labios son carnosos. Es alto y castaño; su rostro muestra preocupación.

Trae un traje estilo príncipe como el de Joshua, solo que verde, haciendo juego con sus ojos. Tiene una que otra medalla y detalles en dorados, incluso una cinta celeste cruzada de su hombro a su cadera, su pantalón de vestir es negro al igual que sus zapatos, y sobre su cabeza adorna una corona de oro con algunas piedras preciosas color esmeralda.

—¿Quién eres? —pregunto un bajo tono de voz, ronca, dulce, aguda a la vez y quebradiza por haber llorado.

El chico se acerca con sus manos atrás, una mano agarrando la muñeca de la otra. Me sonríe con los labios sellados, es una linda sonrisa llena de humildad.

—Me conocen por muchos nombres y títulos.

Lo miro neutral y unos de mis ojos derrama una lágrima.

Me toma la mano estrechándola.

—¡Mucho gusto, Alexander Villareal para servirte! —Su saludo es alegre y lleno de energía—. Más conocido como Príncipe Alexander de Asturias, o Príncipe de España en otras palabras.

Alzo y bajo las cejas sorprendida.

«A caray, ¡Estefany, se educada!»

—Mucho gusto, su alteza.

—¿Qué pasa contigo? —Se sienta en el muro con una sonrisa.

—No sé de qué hablas...

Me cruzo de brazos, no lo conozco y a él que le importa lo que me pase.

—Estabas llorando. Creo que las chicas hermosas como tú no deberían llorar.

Frunzo el ceño.

—Puedo llorar las veces que a mí se me dé la puta gana. Tengo todo el puto derecho de desahogarme.

—Wow wow wow wow —Alza sus manos como defensa y ríe un poco—. Tranquila, no es para que te pongáis así. Solo quiero ayudarte.

Suspiro poniendo los ojos en blanco.

—Lamento mi comportamiento, "majestad". Pero la verdad es que quiero estar sola, si no es mucha molestia.

Él sonríe y se baja del muro para acercarse a mí.

—Es curioso, pero no me voy a ir hasta saber que te sucede.

¿Y este atrevido qué? ¿Qué le pasa? ¿La monarquía española le enseña a meterse en lo que no le importa?

—Creo que deberías respetar mi privacidad ¿no crees?

Mira a ambos lados y se encoge de hombres

—Es un balcón para todo público. Tengo todo el derecho de estar aquí, incluso muchísimo más que tú.

Aprieto los puños y me recuesto en el muro con mis antebrazos dándole la espalda.

—Me gusta ayudar —explica—. Lamento si te molesté, pero no puedo evitarlo. Si veo a alguien triste... siempre me acercaré a esa persona para hacerle compañía y preguntarle que le sucede para ayudarlo.

Se coloca a mi lado recostándose con sus antebrazos. No dejo de mirar hacia al frente, pero me meta de curiosidad saber si me está observando, lo miro de reojo y él está mirando el cielo con una sonrisa.