C A P I T U L O 44

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Después de haber salido del hospital, tengo la ansiedad de buscar un baño, cuando lo encuentro, me lavo las manos varias veces, limpio mis brazos con pañuelos húmedos varias veces, incluso mi pecho. Se me irrita la piel por la constante limpieza, pero solo trato borrar el peso de las miradas de esos morbosos de mi cuerpo.

Mientras termino de arreglar mi maquillaje, el chofer me envía un mensaje avisando que ya está afuera esperándome. Guardo mis cosas en el bolso, salgo de los baños públicos y subo al auto. Cuando el chofer se estaciona en frente de la agencia, le digo que puede irse a descansar y que no se preocupe por mí. Bajo del coche, espero que se vaya y cruzo la calle.

Cuando me acerco, las puertas corredizas de abren por si solas y el aire acondicionado me recibe pegándome en el rostro. En lo que camino como miss universo en pasarela, cruzo miradas con un chico que lleva una gran cantidad de papeles en mano. Su boca forma una "o" y se hace aún lado para darme el paso, le sonrío colocando un mechón detrás de mí oreja y le guiño el ojo. Sigue impactado y cuando camina de espaldas para seguir viéndome, el pobre chico se tropieza con una maseta, cae al suelo y sus papeles vuelan por los aires.

Pobre chico... debo de dejar de saludar así.

Llego donde está el único secretario libre y me siento en frente a su escritorio con las piernas cruzadas con una sonrisa. El moreno me ojea de arriba abajo mordiéndose el labio con una sonrisa.

«Otro... que asco me dan los hombres.»

—Señorita Hoffman. ¿Viene por su auto?

Asiento.

—Así es. Fui muy paciente durante un año.

—Bueno —Abre el cajón sacando una pequeña bolsa de regalo de color rosa—, aquí tiene, señorita Hoffman. Feliz cumpleaños y lamento el retraso en traer su auto.

Le susurro un «gracias» tomando la bolsita de regalo, meto mi mano extrayendo un juego de llaves que puedo reflejarme en ellas por ser nuevas. Trae un adorno de un perrito de cristal con lunares rosas y también trae otro adorno que dice «Estefany» en cursiva.

—¡Que hermoso! —chillo—. De verdad, muchas gracias.

—Venga conmigo, por favor.

Ambos nos levantamos de nuestros asientos al mismo tiempo, caminamos al otro lado de la agencia cruzando una puerta que nos lleva a un taller llenos de autos nuevos y mecánicos revisándoles el motor, otros por debajo y otros limpiándolos por dentro. Las mariposas y los nervios aumentan por cada paso. En ese preciso momento, tengo un amor a primera vista.

Un Lamborghini Aventador de color rojo. Está muy limpio y encerado que puedo reflejarme en él. Sus ruedas negras con unos hermosos aros y sus vidrios son oscuros tal como lo había ordenado. Camino alrededor de él para admirarlo y asegurarme de que no fuese un sueño. El secretario abre la puerta del conductor que se abre hacia arriba.

—Está nuevo, limpio y al día como usted lo pidió, señorita Hoffman. ¿Gusta subir?

Grito emocionada, subo al auto sin cerrar la puerta, coloco mis manos sobre el volante y me admiro por el espejito. Todo por dentro es negro, tal como lo pedí, huele a nuevo y es moderno. Meto la llave para encenderlo y el acelerador suena fuerte, haciéndome sentirme parte de la familia de Rápidos y Furiosos.

—Me encanta. Muchísimas gracias.

—Fue un gusto hacer negocios con usted, señorita Hoffman. Que lo disfrute.

Él cierra la puerta por mí, enciendo la radio metiéndole la llave maya que tengo hace tiempo con una lista con mucha música de todo tipo. La pantalla de la radio es táctil y puedo escoger las playlist que quiero. Saco mi teléfono celular para tomarme una selfie y subirlo a las redes sociales etiquetando a la agencia de autos. Me pongo el cinturón de seguridad y extraigo de mi bolso una pequeña caja que contienen las cenizas del corazón de mi abuelo. Lo coloco en el asiento de al lado y sin razón alguna le abrocho el cinturón de seguridad.

Estefany Hoffman © [Parte I] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora