C A P I T U L O 9

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Por fin llega la mañana y hoy voy hablar con Leonardo, tengo que hacerlo. Es necesario, puedo hacerlo, voy hacerlo.

Estefany, deja de repetir «puedes hacerlo» tantas veces, solo ve y ya.

Sí, es cierto. Lo siento, subconsciente.

Espero con desesperación que pasen las primeras dos horas de clases para salir a recreo. En el salón de ciencias estamos viendo el sistema solar, como es un tema que ya manejo muy bien no le pongo atención a la profesora y solo planteo en mi mente como hablar con Leonardo.

Solo estoy esperando que suene la campana del recreo para ir de inmediato al sector colegial. Espero que ese gilipollas cobarde haya venido. Hay una gran probabilidad de que no asistiera hoy a clases para no ser el hazme reír de sus amigos ni verme a la cara.

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Suena la campana.

Todos los estudiantes van a sus otros salones, otros a sus casilleros, a los baños o a la cafetería. Mientras yo, tengo otro destino. Bajo por las escaleras para llegar al sector de los adolescentes, todos son mucho más altos que yo. Caminar entre ellos me hace sentir como si estuviera en esas típicas películas gringas juveniles.

Mi corazón late mil veces por segundo y sobrevivo al colapso cuando veo aquel chico que tanto me gusta. Está de espaldas a mí.

Mi príncipe rubio —como suelo llamarlo a veces— se encuentra con Ulises. Ambos metiendo sus libros en sus casilleros. Doy pasos apresurados para acercarme a Leonardo, pero antes de que yo toque su hombro, él está hablando de mí precisamente con el pelirrojo.

—¡No lo entiendo, Ulises! —chilla y exhala cerrando su casillero—. Tengo tan mala suerte con las chicas.

Baja la cabeza cruzándose de brazos y patea el casillero de abajo.

Ulises me saluda con una sonrisa y vuelve a mirar al rubio.

—Ahhh... Lloyd.

—Espera, no me interrumpas —lo mira—. Sé que soy algo mayor que ella y pronto cumpliré los catorce, no sé cómo rayos me enamoré, pero... ¡me enamoré, bro!

—Lloyd... —insiste en hablar.

—Puedes llamarme "pedófilo" si quieres, pero déjame decirte una cosa: en el amor no hay edad.

Alzo y bajo las cejas.

—Lloyd.

—Que pedófilo ni que nada, ni que fuera un viejo cuarentón que le gusten los niños solo por ser... inocentes e inofensivos.

—¡Stokwell! —impaciente.

—Además, somos legales. Somos cuatro años de diferencia, Ulises, solo cuatro.

El pelirrojo suspira poniendo los ojos en blanca, mientras Leonardo continúa:

—No le veo nada de malo de que una chica de dieciséis ande con uno de diecinueve, o una chica de veinte con uno de veinte cinco. Pero para la humanidad, una niña de diez años con un cerebro muy amplio para su edad, ande con un chico de catorce que es un infantil y... ¡EL MUNDO EXPLOTA!

—Lloyd —repite de nuevo.

—Ulises ¿por qué todas las chicas que me gustan me rechazan?

—Lloyd podrías ya...

—Ulises ¿acaso tengo algo mal en mí? —interrumpe— ¿Acaso soy feo? Me miro al espejo y soy todo un galán.

—¡Lloyd! —alza la voz ya harto.

Estefany Hoffman © [Parte I] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora