Crucé las puertas del aeropuerto y busqué con la mirada a Betsy, la vieja camioneta de mi padre. En nuestra última conversación por teléfono, justo antes de que abordara un avión junto a mi madre, me dijo que su llave de repuesto seguía escondida en el guardabarros trasero izquierdo. No tuve problema alguno para encontrar la llave, y una vez que la tuve en mi posesión, lancé mis maletas en la parte de atrás.
Subí a la camioneta y estando detrás del volante me pregunté porqué mis padres eligieron precisamente ése verano para hacer su viaje de mochileros por Europa.
Mis compañeros de la universidad y yo habíamos hecho planes para un viaje de generación a Las Vegas. Sinceramente no era la mejor idea del mundo, pero me parecía una buena forma de pasar mi último verano antes de entrar de lleno al mundo laboral. Ese otoño comenzaría a dar clases en una preparatoria. Al fin comenzaría a tener un buen número en mi cheque trabajando como profesora.
Entonces ocurrió lo impensable.
Mi padre llevaba toda su vida comprando boletos de lotería. En los últimos veinte años su premio más grande había sido de cien dólares, pero siempre insistió. Creía que algún día se sacaría el premio gordo. Y lo logró. Un premio lo bastante grande como para que él y mi madre pidieran permiso en sus trabajos y se fueran de viaje a Europa como siempre habían querido.
También para que la noticia de que un habitante de un pequeño pueblo de paso ganó la lotería estuviera por todas partes.
Organizaron todo para salir en la misma fecha de mi vuelo a Las Vegas. No estaba segura de si era una coincidencia o que simplemente sabían que no me negaría a hacerles el favor de cuidar su casa en verano. Tuve que soportar escuchar a mi madre llorar mientras me decía que hace más de veinte años atrás tuvieron la oportunidad de hacer el viaje, pero me tuvieron a mí.
Claro que su chantaje emocional fue efectivo, ya que cambié mi boleto de avión.
Así fue como después de un largo viaje en carretera desde el aeropuerto, llegué a mi antiguo hogar. Parecía más viejo de lo que recordaba. Quizás tuviera que ver con que no había estado ahí en varios años, o con el hecho de que mis padres no hicieron muchas reparaciones a lo largo de los años.
—Hogar, dulce hogar—resoplé mientras andaba por el camino de tierra.
Dejé mis maletas en la sala y me lancé sobre el sofá. Busqué a mi alrededor el control remoto de la televisión. No podía estar tan lejos porque mi padre siempre ha sido un flojo.
Sin darme cuenta me quedé dormida. No era de sorprenderse, ya que después de un viaje de cuatro horas en avión y otras cuatro en carretera, sentía que mi cuerpo era muy pesado y tenía un terrible dolor de cabeza por la falta de movilidad que tuve durante ocho horas seguidas.
Así que al día siguiente me desperté con el sonido de un programa matutino. Estaban enseñando la receta de un licuado que juraban que te haría perder todos tus kilos de más con sólo tomarlo todas las mañanas antes de comer.
Apagué la tele en cuanto apareció aquella conductora que siempre me ha parecido insoportable.
Tomé un desayuno rápido.
Tenía pensado tomar una ducha y después ir a la tienda y comprarme montones de dulces y papitas fritas. Pasaría mi verano lamentándome de no estar en Las Vegas, y en cambio pasarlo cuidando la casa de mis padres. Pero cuando puse los restos de comida en el triturador y presioné el botón, todos mis planes se vinieron abajo.
Cuando era más joven, mi madre me dijo que yo no podía confiarme en que siempre habría un hombre al rescate, y que a veces, una misma tiene que ser su propio hombre. Por esa razón, siempre insistió en que yo debía saber cómo reparar hasta el más mínimo problema que se presentara.
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De Vuelta A Ti (Joe Jonas)
FanfictionSe suponía que Beth sólo pasaría el verano cuidando la casa de sus padres, pero cuando una tubería se rompe, se ve forzada a llamar a la única persona que sabía que podía ayudarla: su ex. A pesar de estar de vuelta, Beth espera mantenerse alejada l...