- ¿Adonde vas? -gritó Char al ver lo que yo estaba haciendo.
-Debo... -empecé a decir.
-¡Detente!, te lo ordeno.
Me detuve, pero seguí temblando mientras los soldados rodeaban la cabana. Sus espadas apuntaron al ogro, que seguía mirándome.
Al fin dio media vuelta y volvió a la penumbra del interior.
-¿Por qué le hacías caso? -preguntó Char.
Yo seguía forcejeando con el niño, que tiraba de su pequeña barba y se movía tratando de escapar.
-pwich azzoogh fraecH! -gritó.
Aproveché aquella interrupción para tratar de distraer a Char y no tener que responder a su pregunta.
-Tiene miedo -dije por fin.
Pero Char insistió:
-¿Por qué le escuchaste, Ela?
No tuve más remedio que responder.
-Sus ojos... -balbuceé-. Había algo en ellos... Tenía que hacer lo que me ordenase.
-¿Habrán hallado otra forma de hechizarnos? -se preguntó Char algo alarmado-. Tendré que contárselo a mi padre.
El pequeño gnomo gemía y daba patadas en el aire. Pensé que las palabras de los loros podrían consolarle.
Entonces las pronuncié, confiando en que no fueran ningún insulto:
-fwthchor evtoogh brzzay eerth ymmadboech evtoogh brzzaY.
El niño se serenó y sonrió, mostrando unos dientecitos de bebé.
-fwthcbor evtoogh brzzay eerth ymmadboech evtoogh brzzaY -repitió. Tenía unos preciosos hoyuelos a ambos lados de la boca.
Lo dejé en el suelo, y nos agarró de la mano a Char y a mí.
-Sus padres deben de estar preocupados -comenté. No sabía cómo preguntarle dónde estaban, y él quizás era demasiado pequeño para contestar.
No se encontraban cerca de las jaulas de las fieras, ni entre el ganado que pacía. Al fin vimos a una vieja gnoma sentada en el suelo, cerca de un estanque. Con la cabeza entre las piernas, era la pura imagen del desconsuelo. Otros gnomos buscaban entre los juncos y los setos, o preguntaban a todo el que pasaba.
-fraechramM! -gritó el pequeño gnomo, tirando de mí y de Char.
La vieja gnoma levantó la cabeza, y con la cara llena de lágrimas dijo:
-zhulpH.
Después abrazó fuertemente al gnomito y cubrió su cara y su barba de besos. Luego nos miró y reconoció a Char.
-Gracias, su majestad, por devolverme a mi nietecito.
Char, turbado, tosió y dijo:
-Es un placer devolvéroslo sano y salvo, señora. Casi se lo come un ogro.
-Char..., el príncipe Charmont, lo ha salvado, y también a mí -dije yo.
-Los gnomos os están agradecidos -sentenció ella, haciendo una reverencia-. Me llamo zhatapH.
Era casi tan alta como yo, pero mucho más ancha. No corpulenta, sino ancha, pues los gnomos crecen a lo ancho tras llegar a la edad adulta. Se trataba del personaje más majestuoso que yo jamás había visto, y del más viejo, si se exceptuaba a Mandy. Sus arrugas contenían otras arrugas, pequeños pliegues de piel aún más profundos. Tenía los ojos hundidos y de un color cobre turbio.
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El mundo encantado de Ela
Teen FictionEste libro es de la maravillosa Gail Carson Levine❤️ Argumento: No todo es plácido y sencillo en el mundo de los cuentos de hadas, un lugar en el que Ela podría lograr la felicidad, de no ser por el absurdo reglado mágico que le hicieron al nacer: e...