-Quizás es alguien que viene a suplicarte -dijo Cyril-, que viene a pedirte que levantes un encantamiento que le hiciste cuando nació.
-No la conviertas en ardilla. No podría soportarlo -dijo Claudia agarrando la muñeca de Lucinda-. No sabes si las ardillas llevan una vida feliz, y estoy segura de que ella preferirá seguir siendo una muchachita.
¡Una ardilla! Tenía que evitar por todos los medios que me convirtiera en una ardilla.
-Abensa eke ubassu inouxi Akyrria -dije esperando que hablara ayortano, pues acababa de decirle que no entendía el kyrrian.
La expresión de Lucinda se suavizó.
-Lo siento, cariño -respondió en ayortano-. Te pregunté por qué me mirabas.
-Eres tan hermosa -dije, esperando que pensara que yo era un poco boba.
-¡Qué criatura más encantadora! ¿Cómo te llamas, guapa?
-Ela.
-La belleza no es lo más importante, Ela. Lo que cuenta es lo que hay en tu corazón. ¿Lo entiendes?
-Sí. Siento haberla mirado tan fijamente.
-No es necesario que te disculpes, pequeña. No has hecho nada malo -dijo con una sonrisa deslumbradora.
-Gracias, señora -respondí haciendo una reverencia.
-Puedes llamarme Lucinda -contestó levantándome la barbilla-. Aunque no me dejan decirlo... -comentó señalando a Cyril y a Claudia- resulta que soy un hada.
-¡Un hada! Por eso sois tan hermosa.
-Mis amigos...
-Somos vendedores -dijo Cyril en ayortano, con firmeza-. Vendemos zapatos.
-Para pies pequeños -dijo Lucinda riendo.
-Para niños -corrigió Claudia.
-¡Oh! -exclamé-. Yo no necesito zapatos, pero sí algo de ayuda mágica. ¿Puedes ayudarme, Lucinda?
-No necesitas su ayuda -declaró Claudia-. Es mejor que te vayas, ahora que aún puedes.
-Estaré encantada de ayudarte -respondió Lucinda-. ¿Ves, Claudia? Nos necesitan de verdad. Dime, Ela.
-Necesito más valor, si puede ser, señora. Hago cualquier cosa que me ordenen, tanto si quiero como si no. Siempre he sido así, pero me gustaría ser de otra forma.
-La muchacha es obediente por naturaleza –dijo Cyril-. ¿Es uno de tus regalos? Parece que no le gusta ser así.
-Supe lo dulce que eras en cuanto te vi. La obediencia es un don maravilloso, Ela, y por eso a veces lo regalo a los recién nacidos. Así que no voy a quitártelo. Sé feliz por haber sido bendecida con esa fantástica cualidad.
-Pero... -empecé a decir. Luego me detuve como si la orden de Lucinda no me dejara seguir. Mi humor cambió, y entonces sonreí feliz. El hechizo se había convertido en una bendición-. ¡Gracias, señora! ¡Gracias! -exclamé olvidando hablar en ayortano. Después le besé la mano.
-Venga, venga, no tienes por qué darme las gracias. Lo único que necesitabas era ver las cosas correctamente -dijo dándome unos golpecitos en la cabeza-. Y ahora vete, Ela.
Era la primera orden que recibía en mi nuevo estado. Estaba contenta de obedecer y me fui enseguida.
Sabía que era feliz sólo porque se me había ordenado que lo fuese, pero aquella felicidad era absoluta. Era feliz, aunque todavía recordaba que siempre había odiado el regalo de Lucinda. Imaginaba futuras órdenes, algunas horribles, incluso peligrosas, y me llenaba de placer la idea de cumplirlas.
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El mundo encantado de Ela
Teen FictionEste libro es de la maravillosa Gail Carson Levine❤️ Argumento: No todo es plácido y sencillo en el mundo de los cuentos de hadas, un lugar en el que Ela podría lograr la felicidad, de no ser por el absurdo reglado mágico que le hicieron al nacer: e...