Capítulo 19

537 81 18
                                    

Hyukjae insistió en que no me acercara al asador. Según él, no quería que volviera a quemarme.

Dirigí la mirada a la venda de mi antebrazo. No me gustaba andar sin ella porque, a pesar de estar ya totalmente curado, me había quedado una quemadura bastante fea. Era como una mancha dos tonos más oscura que el color de mi piel. Me recordaba a una tela arrugada y la detestaba.

Solté un suspiro y me concentré en limpiar las nueces que tenía en el bowl. Yo era el encargado de hacer la ensalada de manzana... Eso si Joyin me dejaba.

Sentado sobre mi regazo, el niño estiraba la mano cada tanto para tomar un puñado y comerlas.

—¿No prefieres las nueces en la ensalada? —le pregunté con el afán de poder terminar de pelar alguna vez la cantidad que necesitaba.

—Me gustan de ambas maneras —contestó inteligentemente con la boca llena.

Vale, esa fue una buena respuesta.

—¿Por qué no comes tu fruta? —le dije apuntando con la mirada el plato repleto de pera, manzana, fresa y durazno que acaba de prepararle —Tanta nuez terminará haciéndote daño.

—Pero...

—Cuando termines la fruta te dejaré coger más nueces —lo condicioné. Esperaba que para ese momento ya pudiera tener lista la ensalada.

—Vale —aceptó no muy convencido. Tomó un pedazo de manzana y se lo llevó a la boca.

Ya comenzaba a llegarme el olor del carbón quemándose que Hyuk y su padre habían puesto en el asador.

Joyin y yo nos encontrábamos en la mesa del jardín, a unos metros de los demás, quienes estaban dispersos por el patio haciendo cosas distintas. Uno de los árboles nos cubría del sol, pero a cambio yo tenía que estar cuidando que ninguna hoja le cayera a la comida.

—Joyin ¿por qué esta vez no estás jugando? —le pregunté bastante extraño. Cada que veníamos disfrutaba de correr de un lado a otro.

—Quiero estar contigo o con papá, pero él no me deja acercarme al fuego.

Asentí no muy convencido, pero de todos modos no pregunté más.

Pasamos otro rato en silencio, hasta que, de la nada, la madre de Yuknee se sentó a nuestro lado, en la silla de junto.

Joyin se quedó mirándola mientras mordía un pedazo de durazno, con el jugo resbalándose por su puño. Yo también dejé de pelar las nueces y le sonreí por pura cortesía. No tenía nada en su contra, pero me parecía una mujer bastante ruidosa.

—Hola, chiquitín —saludó al niño pellizcándole una mejilla. Luego dirigió su mirada a mí—. Este es un jardín muy bonito ¿no crees, Hae? Estaba mirando los rosales, pero ya me cansé de estar bajo el sol.

—Sí, es un sitio lindo —respondí volviendo a mi tarea—, a Joyin le gusta mucho jugar aquí cuando venimos.

—¿Donde vives no hay jardín, Joyin? —le preguntó a él. El niño solo negó con la cabeza sin dejar de comer.

—Todavía vivimos en nuestro departamento de siempre. Ese donde Yuknee se quedó por un tiempo —le aclaré.

Ella soltó un sonido de sorpresa y se puso la mano en el pecho.

—¿Quieres decir que tú todavía vives con Hyukjae? —exclamó casi escandalizada.

—Sí —contesté sin comprender el alboroto —¿Qué tiene de malo?

—Bueno, Hyukjae tiene ya un hijo. No me parece sano que ustedes vivan juntos como si fueran unos chiquillos. Cada quien debe tomar sus responsabilidades ¿no crees?

¡Hola, papá! [Eunhae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora