Capítulo 36

2K 232 18
                                    

EL AMOR TODO LO PUEDE

"Regreso a Greenwich"

Narra Ethan

Ella está de rodillas, me da una última mirada antes de que en su boca entre una parte de mi miembro. Mierda, su caliente boca me pone a mil y ella chupa mi miembro como si fuera una maldita profesional, la tomo por su cabeza intentando que ella no se separe de donde está.

—¡Ah! Amor, me vengo —digo y exploto en su boca. Ella me da una sonrisita de traviesa y yo solo niego con la cabeza, mi pequeña duendecilla traviesa, pero esto no se queda así, aún tenemos tiempo.

Comienzo a besarla, mientras pasa algún tiempo y me puedo recuperar de esa descarga que tuve en su boca, bajo por sus pechos y devoro cada uno como si fuese mi postre favorito. La cargo para que enrolle sus piernas sobre mi cintura y ella suelta un gemido al sentir mi miembro contra su vagina, la estrello en la pared y entro en ella con facilidad debido a su húmedo sexo.

—¡Ah! —ella gime con la boca abierta, me pide que la embista más fuerte, su espalda choca con la pared y eso no parece molestarle, se siente tan bien estar dentro de ella, quisiera quedarme así para siempre.

—¡Ah, Ethan! —ella grita sin importar que la escuchen, eso es lo que más me gusta de ella, que no piensa en nada más que entregarse a mí por completo. De pronto hecha su cabeza hacia atrás, sus pechos están sudando ante el calor de su cuerpo contra el mío, sé que lo ha conseguido, sé que ha llegado al orgasmo y enseguida de ella sigo yo, ahora explotando dentro de su vagina.

—Uff, eso fue tiempo récord —dice ella, quien intenta recuperar su respiración que está hecha un asco.

—Pequeña traviesa, te dije que no hicieras eso, vamos a llegar tarde a la universidad ―vuelvo a besarla, quiero que sepa que es algo de lo cual jamás me voy a cansar.

Y es así señores y señoras, como se puede tener un buen sexo mañanero en un tiempo récord.

—Como que últimamente no salimos del piso, de la pared o de la mesa, ¿no te parece, Ethan amor? —vuelve a besarme, dejándome claro que, ella tampoco se cansa de mí.

Desde que llegamos de Canadá no hemos parado de hacerlo ningún día y literalmente, lo hacemos en todas partes donde tengamos oportunidad. Es como si uno fuese adicto del otro, no nos cansamos de estar juntos.

—Hoy en la noche lo hacemos en la cama para no hacerle mal visto —le guiño un ojo y la vuelvo a besar.

Ella suelta una carcajada que la hace ver realmente hermosa.

—De acuerdo, hoy en la cama, pero, ¿sabes? Me gusta más cuando me tiras sobre la mesa ―después de decirme eso, ella se mete a bañar moviendo su trasero de un lado hacia el otro.

¡Demonios! ¿En qué la he convertido? Ahora ella pide más sexo que yo, a cómo va voy a terminar todo exprimido y sin energías.

Hoy regresamos a Greenwich nuevamente, ella y yo estamos felices porque por fin podemos gritarle al mundo que somos novios. El tiempo que estuvimos en Canadá disfrutamos la estancia, incluso intentamos escalar una montaña y fue un fracaso porque ambos nos caíamos, ese día terminamos acostados sobre la nieve descansando nuestros cuerpos.

Hay algo que debo hacer antes de que Sam salga del baño, debo llamar a Noah. Así que inmediatamente tomo mi celular y comienzo a buscar el contacto, una vez que lo encuentro, decido llamarlo sin esperar más tiempo.

—¿Morris? ―saluda al responder.

—¿Qué hay, Stone?

—¿Listo para regresar a Greenwich? ―inicia una conversación.

El amor todo lo puede ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora