Capítulo 2: Un dibujo roto

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Fue una larga jornada de trabajo. Se hallaba una tarde calurosa en la plaza. 

La gran concentración y el olor a hombre sudoroso le daban un plus a esta ola de calor. No me agradaban las multitudes, pero me parecía una valiosa oportunidad para recibir más clientes, ¡vaya!, tampoco es tenía gran competencia, era el único caricaturista callejero del sitio. Tenía ventaja en ese aspecto, porque podías ver payasos, mimos, vendedores de salchichas, gorros, globos, helados, pero ningún caricaturista.

Sin embargo, ya habían pasado dos horas y lo más cercano a un cliente fue una anciana de calculé yo, unos ochenta, que me confundió con su nieto Eduardo. Esto no se veía bien.

Estaba sentado sobre una silla de plástico con el block de dibujo en frente de mí y que estaba ya colocado sobre el caballete de madera. Cientos y cientos de personas pasaban por ahí, parecía que todos en Santa Ana habían dejado sus casas, pero era invisible para sus ojos. Quizá había muerto y estaba en el limbo, o quizá era todo una broma a cámara escondida, porque ya era muy descarado. 

Tal vez, no tenían idea de lo que estaba ofreciendo, a lo mejor sólo ven a alguien sentado dibujando en medio de un festival. Entonces me decidí y escribí "Divertidas caricaturas x 7$" con marcador rojo, arranqué el pedazo de papel y lo pegué al otro lado del caballete.

Marcaban las cinco y cuarto de la tarde. Algunos leían el cartel y disimuladamente volteaban la cara rápidamente. No entendía que estaba pasando. 

Me vi forzado a hacerle otra modificación al cartel, taché el siete y coloqué un seis a un lado, no sabía mucho de marketing, pero eso lo había visto mucho en las tiendas de ropa y al final me daba cuenta que no era ninguna rebaja.

Diez minutos después una pareja se acercaba, ambos con ridículos gorros alusivos al festival que vendían por ahí. Se les notaba muy felices. Yo los detallé de reojo y me hice el desentendido.

—Disculpe, ¿cuánto nos cobraría por una caricatura de nosotros? —preguntó muy amablemente el pana, como si no hubiera leído el cartel.

— ¿Tienes seis dólares?

—Sí, aquí mismo están—dijo mientras me entregaba los billetes con una tonta sonrisa risueña.

No podían apartar la mirada uno del otro, creo que sí estaban enamorados. Se sentaron en el banco en frente de mí y pusieron sus mejores caras sonrientes. Aunque la nariz de la chica era gigante-mente perturbadora se veían muy tiernos. 

¿Qué debes sentir al amar tanto a alguien y saber que es correspondido totalmente? Debía ser algo fascinante. Misteriosamente la imagen de la chica vino de nuevo. Solamente imaginarla, con todo ese brillo que reflejaba, me hacía sentir diferente. Era muy raro.

No fue nada difícil, después de diez minutos había terminado. Cuando les dije que estaba listo, se vieron un segundo a los ojos con una gran expresión de emoción. Lo firmé, despegué el pliego de papel con el dibujo y se los entregué sin muchas ganas, creo que ya le había agarrado cariño. La cara de la chica cambió de golpe.

— ¡Vaya!, gracias, hermano. Está asombroso —expresó el chico.

— ¿Por qué mi nariz está tan grande? —murmuró su novia

No tenía idea que hacer, ya quería que se largaran. La mueca de desagrado de la chica (que no me dijo su nombre, pero tenía cara de Bárbara) era muy obvia.

—Tranquilo, estamos a la orden. Estaré aquí los demás días del festival— repliqué por cortesía y preocupado de que mi cara de "¡váyanse ya, coño!" tambien se hiciese muy obvia.

— ¿En serio tengo la nariz tan grande? — inquirió la chica directamente.

—Eh... bueno... — tartamudeé torpemente, porque en verdad era monstruosa.

—Amor, él sólo hace su trabajo

— ¡Pues entonces que lo haga bien! — Declaró en voz alta y con un tono agresivo.

—Lo siento, pero los dibujos caricaturescos son así. Se exageran los rasgos dominantes —Dije para defender mi posición.

—Tiene toda la razón, cariño —añadió el chico, dándome la razón, que claramente tenía.

Hubo un silencio incómodo por unos segundos, y supuse que todo había acabado, pero la desgraciada Bárbara no quería perder esta discusión.

—Te debiste haber quedado con Karol, ella tiene una nariz normal —expresó suevamente pero con ganas de lastimar.

­—Valeria, ¿qué me estás diciendo?

¡Carajo!, su nombre era Valeria, debieron haberle puesto Bárbara.

— ¡Por favor!, no te hagas. Karol, la chica de tetas enormes con la que tanto te hablabas en el trabajo —Manifestó duramente sin ningún remordimiento.

—Pues, a veces pienso que debí considerarlo —replicó el ¿enamorado?, ya no estaba tan seguro.

— ¿Sabes qué?, vete a la mierda.

Bárbara, digo, Valeria estaba muy histérica. Pienso que no habló en serio, y su novio tampoco. Se paró, rompió el dibujo y se fue mientras le hacia una señal no muy amable con el dedo. Aunque se notaba su enojo, podía sentir su profundo dolor.

La cara del joven era devastadora, y sólo se quedaba ahí sentado viendo al piso. Yo, sin embargo, me llevé seis dólares y una extraña anécdota.

Creo que el enamorarse es como caminar en una cuerda floja, mientras más enamorado estés, más estrecha es la cuerda y tendrás que caminar con más cuidado para no caer y sufrir.

Divertido el primer día de la semana festival, aunque sólo seis dólares en una tarde no pintaba muy bien.

Ya era tarde, ya casi siete de la noche. Creí que debía irme a casa, y entonces eso hice. 

El coro del estatal tenía una presentación muy cerca, mientras caminaba con todas mis cosas encima me detuve un segundo a ver. Era realmente grandioso. Vi la hora y decidí seguir mi camino. 

Di media vuelta y después de dar unos pasos la vi.

Her NameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora