Capítulo 13: Una cita

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     Lo que pinté de ella estaba en mi pared. Abrió la puerta, logré tocar su brazo pero no pude evitar que no viera nada. Se quedó un poco fría, y cuando la vi así no podía hacer más nada. Tenía que despedirme de ella, probablemente por siempre.

—Que hermoso —señaló con lo primero que vio, probablemente los grafiados plasmados en las paredes.

—Sí, ese no es el baño.

Envés de cerrar en el entreabierto de la puerta, terminó de abrirla por completo. La cama estaba echa un desastre, con ropa encima y hasta una almohada en el piso; pero nada de eso me preocupaba tanto como esa pintura. Tenía que evitar que la viera.

—Cuando me dijiste que dibujabas no pensaba en esto —comentó con aún su mano en la manija.

—Sí, bueno...

—Está realmente hermoso, ¿cuándo empezaste a pintarlo? —puso un pie en la habitación.

—Desde hace unos cuatro años, más o menos —expliqué inquieto —perdón el baño es este.

—Es impresionante, eres realmente bueno —dijo mirándome a los ojos.

—Bueno —No pude sostener la mirada, y la bajé —No tanto como tú con el piano.

En ese momento trancó la puerta, y se giró. El pasillo era muy estrecho y la tenía casi sobre mí.

—Este es el baño —agregué y me moví hacia un lado.

— ¿Estuviste allí?, ese día.

—Sí, la mayoría de personas de Santa Ana van todos los años.

—Sí, lo sé. Es genial, fue genial. No sé si tenga más noches así.

¿A qué se refería con eso?, ¿iba a morir? La verdad es que no tenía idea, pero no parecía que fuera apropiado interrogarla.

—Lo hiciste excelente. No creo que te cueste mucho repetir lo del otro día y hasta más.

—Yo creo que sí —replicó viendo al aire —Gracias, ¿Ya puedo ir al baño?

—Claro, por supuesto...

—No sé, al menos que quieras hacerme compañía.

Lo decía con una cara seria, pero ya me sabía esa. Todo era una de esas bromas para ponerme incómodo.

—Por supuesto, déjame buscar más champú y unas toallas —comenté señalando a mi espalda.

—Ja, ja, ja, ja...—reía cubriéndose la boca —ay, estás loco.

Ella por fin entró y yo me largué. Vaya, no era tan malo. Parecía que le caía bien, ya era algo bueno. También le gustaba mi trabajo. En ese momento se me pasaba por la cabeza hacer algo que jamás me podría atrever a hacer; pero quería. No iba a hacerlo así no más, tenía que pensar bien cómo hacerlo.

El sonido de la música parecía agigantarse a cada segundo. Cósimo estaba sin camiseta ya, sería mentirles si les digo que no tenía nada que presumir; el chico estaba bien definido. Ya era cuestión de segundos para que alguien vomitara, lo mejor sería que fuera buscando el trapeador.

— ¡Alex! —Gritó Cósimo — ¡ven para acá!

Traté de ignorarlo, pero se acercó y me rodeó con uno de sus brazos. Ya no estaba completamente en sus cabales. Seguro era toda esa sangre en el alcohol que le corría por las venas.

— ¡Todos a la una... dos... y tres!

Que mierda, ya odiaba que me cantaran cumpleaños, que fueran un montón de jóvenes ebrios no mejoraba el asunto. Pero así fue, lo hicieron. Sólo pude hacer lo todos conocen y han experimentado; yo la denominaba, la "la sonrisa de cumpleañero". Es esa que se origina más por incomodidad y compromiso que por verdaderas ganas de sonreír cuando te cantan esa canción. No quiere decir que no estés feliz, solamente que todos te miran como si tuvieras que hacer algo.

Her NameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora