Capítulo 8: Un nombre

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     Ya se había enterado, vaya sorpresa. Realmente, ya ni me importaba, y estaba muy cansado para hablar.

— ¿Quieres hablar de eso? —preguntó mi madre.

—La verdad no tengo muchas ganas, iba a decirte que me caí o algo así, pero cómo ya sabes, no vale la pena.

—Sabes que puedes contarme lo que quieras.

Tal vez ella se merecía una respuesta, igual vino desde lejos para verme. Me senté en el sillón.

— ¿Cómo es la chica? —curioseó de pronto.

— ¿Cuál chica?—pregunté intentando no parecer sorprendido —Yo no conozco a ninguna, eh... bueno, sí conozco a algunas, pero...

—Vamos, te conozco más que a nadie en el mundo.

—Es que no sé de qué estás hablando.

—Claro... ¿y cómo es?

No sabía cómo lo hacía. O era muy obvio por alguna razón, o era bruja.

—Bueno, conocí a una el otro día... bueno, ayer en la fiesta. No es nada, solamente me pareció agradable, sólo eso.

— ¿Es bonita? ­—inquirió con viéndome de reojo con una mirada pícara.

—Sí, la verdad lo es.

— ¿Por qué no la invitas a hacer algo?

—No sé ni su nombre, no pudimos hablar mucho...

—Bueno, tranquilo, quizá la veas en la próxima fiesta, le preguntarás su nombre y le pedirás su número. Si piensas que es ella, no la pierdas.

—Sí, gracias. Con suerte así será —dije en un tono bajo.

—Vamos recuéstate en mis piernas si quieres.

—No gracias, me siento ya muy mayor para eso —dije riéndome.

—Imagínate, yo a tu edad te cuidaba a ti de cuatro años.

—Sí, la verdad creo que vivimos cosas muy distintas. Con permiso—expresé para levantarme retirarme.

— ¿No me vas a decir quién te golpeó?

—Fue por idiota, no pasa nada.

Mi mamá era genial, todavía me dolía un poco lo que le hizo mi padre, no estuvo bien que lo engañara así, ni de ninguna manera. No se merecía algo así. Pero es imposible no amarla.

Ella era tan hermosa, y graciosa. Creo que era cómo me imaginé que sería. No puedo creer que no le haya preguntado su nombre, probablemente era algo hermoso y simple, como Sofía o Ana, no sabía, pero sabía que me encantaría.

Horas más tarde, Cósimo me llamó, dijo que estaba abajo, tenía que contarme algo. Esperaba que valiera la pena, era de noche, y ese imbécil me dejó allá solo. Claro, al final de todo es mi amigo, pero eso no quita que sea un grandísimo imbécil.

Estaba abajo, al lado de su auto, con una de sus camisas ajustadas, y una cortada en la cara.

— ¿Qué tal, bro?—preguntó cuando ya me tenía a pocos metros.

—Eres un idiota —le dije en su cara.

—Déjame explicarte, no sabes lo qué pasó—dijo al verme un molesto.

¡Cool!, dime lo que pasó.

—Me iban a matar si no salía de allí —explicó con dificultad.

Her NameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora